Samuel abrió la puerta de la habitación sin previo aviso, empujándola con una mano firme y atravesándola con su imponente presencia. La escena que encontró dentro lo dejó sorprendido: Mason estaba sentado junto a Nina en la cama, sus manos entrelazadas de una manera que lo descolocó. La cara de burla que había mantenido hasta ese momento se transformó rápidamente en una expresión de enojo e incredulidad.
—Vaya, vaya…—Aquella era irreal—. El hijo bastardo. Así que aquí estás, hermanito, ya me preguntaba a dónde habías ido con tanta prisa —dijo Samuel, su tono cargado de sarcasmo venenoso.
Mason soltó la mano de Nina con suavidad y se puso de pie de inmediato, sus ojos clavándose en los de su hermano. Había una mezcla de rabia contenida y desafío en su postura.
—Samuel…
—¿Feliz de verme?
