Nina cerró la puerta de su apartamento y dejó caer su bolso al suelo. Se sentía drenada, como si toda su energía se hubiera esfumado en el momento en que cruzó el umbral. Respiró hondo, tratando de ordenar sus pensamientos, y sacó su teléfono. Marcó el número de Mason, sabiendo que él era la única persona con quien podía hablar en ese momento. Pero después de varios tonos, el sonido del buzón de voz la hizo fruncir el ceño. —Hola, soy Mason. Deja tu mensaje después del tono. —La voz en la grabación era cálida, pero en ese instante solo la hizo sentir más sola. —Hola, Mason… soy yo. Solo quería hablar. —Hizo una pausa, luchando por no quebrarse—. Llámame cuando puedas. Colgó y dejó el teléfono en la mesa. El cansancio mental y físico la empujó al sofá, donde se acurrucó, abrazándose a

