Frente a Mason se encuentra Isidro, el gerente de producción creativa, con su impecable traje gris y una mirada nerviosa. Los catálogos están esparcidos sobre la mesa, junto con las imágenes proyectadas en la pantalla del ordenador. Todo parece perfecto, al menos en apariencia. Mason observa las páginas con un gesto crítico, cruzando los brazos sobre el pecho mientras su mirada se clava en la sección de ropa interior para embarazadas. La incomodidad en su expresión no puede pasar desapercibida. —Esto no va a funcionar, Isidro. —Su voz, aunque tranquila, rezuma una autoridad inapelable. —¿Perdón? —Isidro frunce el ceño, claramente incómodo, mientras pasa de nuevo las páginas digitales y físicas, enfocándose en los maniquíes sin vida que muestran la colección. El contraste es evidente. —L

