El nuevo amanecer llegó para mí con una calma diferente, como si las olas de la playa por fin me hubieran arrullado y me hubiesen dejado en un estado más tranquilo, más abierta a lo que el día tendría para ofrecer. Los sucesos del día anterior ya quedaban atrás, aunque no del todo olvidados. Intenté no revivirlos mientras pedía el desayuno al servicio a la habitación, acostumbrándome a pequeños detalles que me iban haciendo creer que quizá sí podría encontrar paz. — Ring, ring, —sonó el timbre, y rápidamente abrí la puerta. — Buenos días, señorita Julia. Aquí le traigo su desayuno —dijo el joven con una sonrisa amable mientras me extendía la bandeja. — Muchas gracias, joven. Este desayuno se ve espectacular, qué divina la comida —le respondí con una sonrisa. — A la orden, señorita. Es

