—Hola Alejandra, amiguita ¿cómo estás hoy? —Saludó Julia al entrar en la oficina con una sonrisa cálida y sincera. —Hola Julia, buen día, muy bien, ¿y tú cómo estás tú? —respondió Alejandra alzando la vista de una carpeta marcada con varios papeles—. Oye, ¿la señora Claudia María ya llegó hoy? Necesito hablar urgentemente con ella. —Gracias a Dios estoy bien, amiga. Pero la señora Claudia María no ha llegado todavía hoy —respondió Julia mientras revisaba su agenda con atención—. La llamé hace un rato y me dijo que en un momento estaría aquí. —Está bien, gracias por avisarme, Julia. Me quedaré en mi oficina tranquila esperando. ¿Me traes un café y algo de desayuno cuando puedas, por favor? —Claro que sí, en seguida te lo llevo con mucho gusto. Pasaron unos minutos y se escuchó un

