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890 Words
  Adonis Deluca era intocable, lo anexé a mi lista mental de las cosas estúpidas que no debía hacer como nueva estudiante en la universidad de Brinstone. Bien, creo que podía intentar estar pintada e incluso sonreír como la pintura de la Monalissa, si lo volvía a ver, en un intento de que olvidara este gracioso incidente donde lo llamé «hijos de puta» y todo eso... pasado; pisado. Neida me dejó en la puerta del salón de clases y siguió su camino por el pasillo, abrí la puerta y entré. Para mi sorpresa había llegado tarde, no solo eso, entré como perro por su casa y me detuve cuando estuve casi de frente con el profesor a mitad de la clase, observé las butacas llena de estudiantes, todos mirándome y guardando silencio como si esperaran que comenzara a hacer algún acto con malabares para entretenerlos como toda una payasa del Circo Furléz. Primer día de clases, primera gran humillación en la universidad. —Permiso, disculpe —susurré comenzando a caminar hacia las butacas, subiendo apenas a la primera fila y tomando asiento, saqué mis cosas en un mal intento de pasar desapercibida y acoplarme. Esto era pasar pena a lo grande. El profesor decidió ignorar mi obvia indolencia posiblemente creyendo que era una chica torpe que siempre andaba perdida en la luna y siguió impartiendo la clase. Ya llevábamos una hora aproximadamente cuando la punta de mi lápiz se rompió, justo en el momento que el profesor daba unos apuntes importantes que irían seguramente para un examen. Geníal Karol, no dejas de cagarla. Busqué en mi bolso, pero como cosa celestial del universo que me odiaba, no había traído mi cartuchera donde guardaba más lápices, sacapuntas y lapiceros. Perfecto Karol, coronaste hoy con el nivel de torpeza. De repente vi un sacapuntas aparecer en mi cuaderno justo cuando mi compañero de al lado encogía su mano. ¡Vaya!, por fin alguien amable que me prestaba un sacapuntas, existe Dios mis amigos, ¡Dios existe! Afilé la punta y se lo regresé susurrándole un: —Gracias. Él apenas volteó a mirarme y afirmó con la cabeza como única respuesta. Tal vez fue eso lo que me llamó la atención. Que fuera «amable» y «modesto» cosas que escaseaban hoy en día en los hombres. Él lucía unos lentes cuadrados, su cabello peinado hacia atrás amarrado en una pequeña coleta de caballo, podía ver algo de lindura que podría ser un potencial atractivo, pero no estaba segura, así que decidí dejar de pensar en él y me enfoqué en la clase. Al culminar la hora, el profesor dijo que nos uniéramos en parejas e hiciéramos un esquema poético de nuestro compañero dirigido como si fuera un proyecto. Inevitablemente, toqué el brazo de mi compañero «amable y modesto» para no quedarme sola y dejar en claro que como me había prestado su sacapuntas oficialmente estaba atado a mí, él pareció aliviado de tener un compañero, podía ver claramente que no era de esos que hacía amigos con facilidad, ni siquiera se atrevía a mirarme. —Bueno, uhm, soy Karol —dije—, ¿Qué pretendes hacer conmigo? Intenté bromear para romper el hielo, pero observé como mi compañero comenzó a sonrojarse mientras fruncía el ceño algo incómodo. —Posiblemente titule mi proyecto como: chica extrovertida  —dijo apenas mirándome ¡Y vaya! noté que tenía unos profundos ojos azules ocultos debajo de esas gafas tan horrendas y abolladas. ¿Chica extrovertida? y eso que no me había visto pasada de tragos, más que extrovertida me volvía osada, ahí me montaba en las mesas, me quitaba la ropa y era un real desastre.    —Esa soy yo —sonreí—, posiblemente yo titule mi proyecto como: chico introvertido. Él soltó una pequeña carajada que apenas percibí, podía ver a leguas que era muy tranquilo y reservado, no sé por qué me dieron ganas de hacerlo reír o de ver cómo era realmente. Concéntrate Karol, nada de distracciones. —Ese soy yo —susurró estirando una de las comisuras de sus labios en una sonrisa. Mi compañero —que ni siquiera me dijo su nombre sino que yo abrí uno de sus cuadernos y vi que tenía anotado: «pertenece a Adams» — comenzó a escribir literalmente un proyecto que decía: “Chica extrovertida”, me daba curiosidad saber qué escribía de mí, pero se rehusó a mostrármelo inclinándose del otro lado en su puesto y tapándome la visibilidad con su espalda. Yo comencé a escribir mi proyecto como: “Chico introvertido”, iba a ser normal, algo como «Adams es un chico callado, observador y blah, blah, blah.» pero luego decidí borrarlo y escribir uno donde realmente iba a entretenerme, mis objetivos eran hacerle un cambio a Adams, algo contrario a él, algo así como un cambio de look, le hacía falta, tenía potencial. Como se había acabado la hora, el profesor tuvo la brillante idea de hacer del proyecto improvisado; un proyecto más elaborado, que entregaríamos al finalizar el año, algo así como el proyecto final con buen porcentaje de la nota. Así que aquí estaba la situación, debía pasar tiempo con Adams para desarrollar mi proyecto y él debía pasar tiempo conmigo. Toda una historia de amor, ¿eh? La diferencia era que yo no vine a la universidad a enamorarme, y eso era lo único que tenía en mente, además con alguien tan desaliñado como Adams, me parecía imposible. La lista mental iba así: a) No acercarme a Adonis Deluca. b) mantenerme en la friend zone con Adams. Debí haberle hecho caso a mi nota mental, pero en mis 21 años de vida siempre fui mala recordando cosas.      
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