Irina

1518 Words
Irina Su peor error será querer desafiarme, cuando soy la única cosa que queda entre él y su destrucción... Dicen que después que pierdes a un ser querido, la vida no vuelve a ser la misma, y cuánta razón tienen. Pero para mí, la pérdida no solo detuvo el mundo, sino que lo congeló. Convirtió la calidez de mi corazón en una masa ausente, un músculo que solo late por la adrenalina del peligro y el eco de una única palabra: venganza. Hace años, esa misma voz, la de la mujer que me dio la vida y que yo apenas puedo llamar madre, sentenció nuestro destino. La escena vuelve siempre, nítida, insoportable, grabada en la celda más oscura de mi memoria: —¡Te lo suplico! No le hagas daño —gritaba papá, su voz rota, su figura imponente reducida a un ruego—. Llévate todo, te entrego el poder que siempre buscaste, pero no lastimes a tus propios hijos. —No te desgastes, Vlad, sabes que todos tendrán el mismo final. Yo no decidí esta vida, todo terminará como empezó, mal —dijo esa voz helada, cruel, la de mi propia sangre. El recuerdo se esfumó con el sonido de mi intercomunicador. —Mi señora, ¿Me está escuchando? —preguntó Kirill (Ky), agitando su mano frente a mi rostro. Llevaba varios minutos observando la pared de mi despacho, que, para mí, era la pantalla de mi trauma. Estas últimas semanas no han sido las mejores. La fecha se acerca. Se aproxima el macabro homenaje de muerte de mi familia, como cada año, y las pesadillas han estado más presentes que nunca. Mi corazón, ese pedazo de hielo que debería estar muerto, solo se deja llevar por mi cabeza y las voces que hay en ella. Y esas voces gritan una cosa, una y otra vez... VENGANZA. —Habla rápido, Kirill. Tengo muchas cosas por hacer —Tomé las hojas que tenía en una carpeta y me las entregó. Eran informes criptográficos y reportes de bajas, el lenguaje que ahora hablaba mi mundo. —Allí tienes lo que me pediste, el 15% del escuadrón Fallers de Vasileui, está muerto. Fue un trabajo limpio. Un golpe duro a la moral del Rey Supremo —dijo, la satisfacción apenas disimulada. —Perfecto, Kirill. Hoy más que nunca sé que cada una de las personas que me destruyeron se arrepentirán todos sus malditos días —dije, sintiendo cómo una corriente gélida de poder recorría mi espina dorsal. Tomé mi celular y le marqué a Oleg, la voz grave y concisa en el otro extremo. —Necesito que armes al escuadrón. Hoy mami está de cacería —Sonreí malvadamente. Mi sed de sangre se había convertido en un juego sádico. Ky me miró con una preocupación que intentó ocultar con profesionalismo, pero falló. —¿Estás segura de lo que harás? Sabes perfectamente que esto va mucho más allá de cualquier cosa que hayamos hecho antes. Es la línea de sangre del General Sandino... y sus contactos son profundos. —¿De cuándo acá eres un cobarde, Kirill? Parece que no me conoces aún. Si lo haremos es porque así será. No me subestimes, querido Ky, sabes perfectamente de lo que soy capaz. Tú mejor que nadie sabe que no tengo límites. Sandino es un peón que debe caer para enviar el mensaje correcto a Egan Vasileui. —¡Sí, mi señora! Pido su perdón y permiso para retirarme y alistar al escuadrón —habló con la cabeza gacha, su tono de absoluta obediencia restablecido. —Concedido —digo, terminando mi copa de vino de un trago. Salí del despacho y me dirigí a mi habitación. No era un ritual de belleza, sino una transformación. Me alisté con la ropa de combate: cuero n***o ajustado, una segunda piel que acentuaba mi figura, mi arma más letal. Coloqué las navajas en mis botas, el arma en mi cinturilla, y, para que no se pierda la linda tradición, el arco y la flecha en mi espalda. Cuando llegué al patio, todos estaban reunidos, armados y alineados en perfecta formación. Bajaron la cabeza cuando llegué. Sentir el peso de su lealtad absoluta me recordaba mi posición, mi poder. —Entonces señores, ¿Están preparados para la misión? —Miro fijamente hacia el centro de las filas. —¡SÍ SEÑORA, NACIMOS POR USTED, Y MORIREMOS SIRVIÉNDOLE! —gritaron todos al unísono, y me reí; una risa seca, sin alegría, que reflejaba la falta de alma. —Bueno, esperemos sea así y no se acobarden a último minuto, como alguien que conozco —Guiñé el ojo en dirección a Ky, que se encogió ligeramente. Empezaron a salir los escuadrones en fila. Ky se vino conmigo, junto a siete de mis mejores elementos, en helicóptero. —Ya saben lo que tienen que hacer, cuando el escuadrón alfa dé la señal, todos van directamente a la mansión del general y lo mantienen ahí hasta que llegue su Luna —explicó Ky, dando las últimas instrucciones. —¡Sí, señor! —repitieron los 7 al mismo tiempo. La señal fue emitida. El equipo 7 bajó por la torre más cercana al piso. Nosotros aguardamos, cayendo en la torre de enfrente de la mansión. —Luna, asegure su chip y sus armas —habló Ky. Desenfundo el arma y disparo directamente a un cervatillo que corría por el perímetro, y que cae muerto inmediatamente. —Sí, está perfecta —digo, sonriendo. —No era esa la manera de hacerlo, pero sirve —negó Ky con los ojos. —El orden de los factores no altera el resultado, querido. La muerte es la única constante —Caminé directo a la mansión y entré por la puerta de atrás. En el hall, tres hombres se me quedaron mirando, embobados, sus ojos incapaces de procesar a una mujer con mi porte en medio de un asalto. Usé mi belleza, mi arma más sutil. —¡Señores! Ayúdenme, la aldea está siendo atacada y mi familia está allí —derramé unas cuantas lágrimas controladas y uno de los hombres se me acercó con una sonrisa lasciva. —Mira preciosa, no puedes estar aquí, pero por ti podemos hacer una excepción —dijo el hombre, tocándome una nalga con una vulgaridad que encendió mi rabia. —¡Joder! En serio quería actuar un poco más, pero ese toque casi me hace vomitar. Agarré al hombre y le rompí el cuello en un movimiento seco. —Ustedes presenciaron que yo quería ser educada ¿Verdad? —Los soldados se pusieron alerta e intentaron dispararme, pero para cuando siquiera quisieron tocar sus armas, ya estaban los dos haciéndole compañía a su compañero. —Hombres, no hay duda que terminan muriendo por la cabeza de abajo —dije, acomodándome el cabello hacia atrás. Pasé al área de la cocina y tomé una bandeja. Por el intercomunicador Ky me informó que ya mis hombres tomaron el área del frente. Caminé hasta el despacho, y una mucama me vio. —¡Niña, acaso no sabes que nadie puede estar en esta área! ¡Y menos en la situación que nos encontramos! Márchate de inmediato —dijo, intentando sacarme a tropezones. —No tenía ni idea, mi señora. Es que soy nueva —La miré a los ojos y sonrió. Definitivamente, la gente cuando son unas sabandijas y les dices algo para subirles el autoestima dan asco. —Te la paso por esta vez, ¡pero que no se repita! —dijo y se fue feliz. Ruedo los ojos y me aproximé a la puerta del despacho. Pasan unos 5 minutos y la puerta se abre. Sonrío y me doy la vuelta. Cuando el hombre me ve se queda pasmado. —¿Qué haces aquí, malnacida? —habló asustado. —No, no, no, no —me levanté—. Así no es como se le habla a tu suprema —llegué hasta donde estaba y le acaricié el rostro—. Deberías tener un poco más de respeto —dije, acomodándole la corbata y viendo cómo le caían gotas de sudor sobre la frente. —¿Qué quieres? —tartamudeó, el miedo haciendo que me diera pena ajena. —¿Cómo es posible que un general de su calibre, esté que se me encima? Eso no es de hombres, querido —Lo agarré del cuello y le coloqué la navaja en la yugular—. Sabes Sandino, yo realmente quería hacer negocios contigo, pero te negaste la primera vez y sabes que no soy de segundas oportunidades —Lo miré directamente a los ojos—. Pero sabes qué, seré buena y dejaré que te vayas —dije, guardándome la navaja. Contaré hasta Diez, más vale que corras —digo tocándome la espalda y sacando la flecha—. 1...—cuando está tomando la perilla es porque ya tiene clavada la flecha en el corazón. —Oh querido, sabes perfectamente que no soy buena, no debiste de creerme —cae y empieza a brotar un líquido azul de su herida. No en vano me llaman la Reina Azul...
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