Lo que callamos por amor

708 Words

Las llaves tintinearon contra el marco de la puerta. —Ya estamos de vuelta —anunció Sara, empujando la puerta con la cadera mientras equilibraba las bolsas de pan dulce y galletas japonesas. Silvia iba detrás, sujetando un pequeño paquete de cigarrillos sin abrir. No pensaba fumarlos. Le gustaba tenerlos cerca, como un amuleto contradictorio. Algo que la recordara que aún podía elegir. Azazel fue el primero en levantarse del sofá. Su rostro, siempre sereno, cambió apenas al verla. Como si ese instante la envolviera en una certeza: la había estado esperando. No solo desde que salió. Desde siempre. Silvia lo notó. Fingió que no. Albert se levantó con una sonrisa. —¿Y bien? ¿Trajeron suficientes cosas como para sobrevivir al apocalipsis? Sara dejó las bolsas en la mesa con una carcaj

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