Existe una leyenda casi extinta en las fauces del tiempo mismo, una fábula muy antigua que los primeros pobladores del mundo decidieron relatar para suavizar un poco el dolor de la perdida de sus seres queridos; todo, para explicar y justificar sus dudas por un ente realmente misterioso: la muerte, un suceso que no distingue posiciones, ni riquezas, no mide entre justos y ambiciosos; el fin de la vida, ese triste momento era algo que simplemente aparecía como si una maldición se tratase.
Infinita cantidad de cuentos sobre este personaje han sido relatados, muchos han afirmado habérselo encontrado cuando agonizaban por algún accidente o enfermedad. Una sombra errante que los miraba fijamente sin inmutarse, en el lugar más lejano al inicio y luego acercándose como espejismo en el desierto y algunos más valientes; que han conseguido escapar de sus manos huesudas cuentan haberlo visto señalar que los llamaba dulcemente. Caminando lento y con calma por los cementerios donde un muerto se encontrara o un doliente que estuviera cerca de su hora, se dieron a escuchar entre multitudes de sitios hasta convertirlo en una leyenda que solo podrías confirmar cuando te llegara la hora “al final, la muerte se lleva a todos” era la frase que aterrorizaba a muchos pobladores sabiendo el cruel destino que acompañaba a este espectral sujeto de quien jamás se notaba su identidad, pero, aquel dulce relato inventado ¿era solo eso? Lo cierto, es que aquella ficción no era tan falsa, claramente las leyendas siempre tienen algo de realidad que nadie puede negar y los relatos no pueden ser todo creación del ser humano, después de todo en este mundo la muerte realmente existió y no solo una, sino trece en total, la original cuyo nombre era Azrael y sus doce herederos al trono del vigilante nocturno.
La mariposa errante, viajaba de sol a sol y entre las sombras del nocturno, sin hacer una sola huella tras su caminata muchos confirman que su imagen era la de un espectro con capa que cubría su esquelético ser, mientras que, otros daban su vida a cambio por la idea de que era una bella y blanquecina dama caminando con bellos vestidos color azabache. La parca, como muchos la llaman, era una figura realmente siniestra, sin ojos que pudieran verte pero que aun así lo hacían intimidándote hasta el escueto, acompañado de un bastón alargado que finalizaba en una enorme hoz para cortar con ella el cuerpo inerte y recolectar las almas para su cometido, los rumores decían que a otros; quienes vivieron de buena manera, tan solo estiraba su mano esperando que la persona gentilmente cediera a sus caprichos.
Nadie conoce como empezó el trabajo del ángel más tenebroso en toda la historia de la humanidad pero se conoce que durante mucho tiempo, Azrael el ángel más fiel del creador fue quien llevó a cabo la tarea más difícil entre los humanos, nadie se lo encomendó con exactitud pero así lo decidió el devoto ser para ajusticiar a quienes luego de la muerte eran llevados injustamente al averno, si tan solo así hubiese sido, pero lo cierto era que luego de la rebelión de un grupo de ángeles, la seguridad de los cielos era vulnerable. Los caídos en venganza por las “injusticias” de su padre se apropiaban de las almas para su beneficio en las profundidades de la tierra haciendo que la devoción de los humanos flaqueara mientras que las dudas entre los súbditos divinos comenzaban a surgir infectando a sus semejantes como un virus mortal, el creador estaba indeciso lidiando con miles de problemas generados en un momento de libertinaje de sus supuestas creaciones perfectas. La furia del gerente celestial se apropió de su ser y como tal condenó a todos aquellos que en su momento lo traicionaron, en castigo los maldijo convirtiéndolos en demonios mientras que designó entonces a dos ángeles para guardar el equilibrio entre la maldad y la bondad, uno de ellos era Azrael el ángel que guiaría a los muertos al descanso y el otro Samael quien protegía las plegarias de los vivos, ambos se encargarían de vigilar nuevamente a la humanidad y controlar a los ahora nuevos demonios que gobernaban los subsuelos, pero no se supo sino luego de varios años que la vida humana era atractiva para un par de ángeles que desconocían de las impurezas y las pasiones.
Muchos dicen que, los dos ángeles luego de su llegada, vagaron por su cuenta en diferentes direcciones y tras encontrarse con la muerte luego de mucho tiempo, el ángel Samael tuvo curiosidad por su forma de vida tan diferente a como lo recordaba, aquel celestial ser que brillaba como ningún otro, se encontraba en espectral estado, su inmaculado ser ya no lucía como el ángel impoluto que una vez bajó de los cielos, por el contrario, su aspecto lúgubre envuelto en tristeza, notaban un tono de desgaste y cansancio soberano, era como si hubiera envejecido. Su mirada afilada provocaba escalofríos y te invadía en un constante temor a ser desnudado por completo hasta quedar tan indefenso como un cachorro, sus movimientos eran lentos y cansados, en lo que su caminar era tan silencioso que apenas se escuchaba, sus alas blancas estaban ocultas bajo un manto gris y desgastado que le llegaba hasta los pies, estas majestuosas alas que alguna vez volaron alto ahora estaban arrastrándose por los suelos impregnándose de las impurezas, algunas ennegrecidas y otras rotas y descuidadas, sus vestimentas que antes estaban impecables ahora estaban sucias como si un mendigo se tratase, sus cabellos blancos se volvían negruzcos al final de sus mechones descuidados como si la suciedad hubiera contaminado hasta aquellos delicados hilos de plata.
Samael entonces, preocupado por su amigo le ofreció un tiempo juntos, como los viejos tiempos, sin comprender el motivo de su cambio, decidió otorgarle algo de diversión para volverlo a la vida, sus intenciones no eran maliciosas, desde luego el “ángel de la guarda” como se le había nombrado tan solo había visto cosas buenas en la vida humana, por lo que una simple semana a la cual ambos podrían disfrutar, era según él, la mejor de las ideas del libre albedrio que tanto resguardaban, era posiblemente la solución que el ángel de la muerte necesitaba con gran urgencia.
Azrael era impío con respecto a la humanidad, aunque de algún modo era curioso en esas formas de vida tan poco predecibles, mantenía distancia todo el tiempo, desde luego la bendición de Dios de otorgar descanso a cualquiera que tocase, le impedía que tocara cualquier ser vivo con sus manos y caminaba por los lugares sin llamar la atención, recolectaba las almas y se aseguraba de encaminarlas a los cielos incluso si eran virtuosos o no, para él no había diferencia entre un buen humano o un mal humano, solo eran hijos del creador que por órdenes debía de enviar a todos evitando que cayeran a manos de los demonios, el juzgar sus actos no era su labor después de todo, aun así, los rumores sobre su existencia se hicieron notar entre boca de todos en lo que fiel a sus tareas caminaba a paso lento por el mundo por el contrario de su aliado quien vagaba disfrutando de la vida entre placeres de todo tipo, mujeres, juegos, comercio, bebida, incluso ver familias de lejos era un deleite para el curioso ángel que admiraba la vida al punto de querer continuar relacionándose con ella cada que se le presentaba la oportunidad, pero luego de un tiempo también conoció la tentación, el miedo, la furia, la envidia, conocer emociones tan contradictorias le volvían a ver un mundo donde la miseria era existente por lo que inmediato decidió volver a sus labores como un ángel dedicado, al menos hasta que se reencontró con su amigo y compañero de divinas tareas ¿Quién diría que aquella decisión marcaría la personalidad de ambos para siempre? Después de todo, nadie sabe con exactitud qué pasó con la muerte para que su imagen se trastocara hasta convertirla en el famoso esqueleto que conocemos hoy en día.