El cuerpo de Silvia se sentía pesado al mismo tiempo que un entumecimiento le impedía estar consciente de sus extremidades, era como si de la nada estuviera en un lago dejándose caer lentamente, no sabía cómo comunicarse y los sonidos eran como un eco suave a la distancia, sus ojos no se abrían y el vacío lentamente le recordaba lo sucedido, recordaba en ese momento como se sintió, como si estuviera fuera de sí, todo era desconocido pese a lo que veía ¿por qué fue? No lo sabía, solo que vio una sombra que parecía seguirla constantemente, esa sensación de ser perseguida ¿Cuándo la sintió? Todo era muy confuso en ese pequeño espacio mental pronto todo se volvió silencio de nuevo, de pronto una voz grave se escuchó “ya levántate” vio la misma sombra frente a ella sujetándola de sus brazos. Silvia despertó con un mareo, como si hubiera estado meciéndose desde hace rato en su camilla, apenas podía levantarse entre que su visión parecía borrosa y un pitido constante le molestaba sus oídos, notó que estaba vestida apenas con una bata delgada y su cuerpo tiritaba de frio, miró a su alrededor cuando en el rabillo de su ojo notó la misma sombra que había visto anteriormente, inquieta volteó rápidamente, para solo ver una chaqueta negra ¿un sueño? Se preguntó en voz alta, no sabía de quien era aquella chaqueta pero al menos consiguió tranquilizarse por un momento, sin embargo, sentía que no estaba sola, era la misma sensación desde hace un rato, era un frio particular que la hacía sentirse extrañamente como una pieza extra en un rompecabezas completo, pronto sus alusiones se desvanecieron en cuanto el doctor ingreso para revisarla.
– Vaya, al fin despertó – dijo con calma ingresando e inmediatamente acercándose a revisar el pulso de la joven.
– ¿Qué fue lo que paso? – cuestionó tratando de hacer memoria a lo ocurrido.
– Tranquila, fue un accidente con un auto, pero fue un leve golpe – se colocó el estetoscopio para revisar la respiración de la paciente quien le seguía las instrucciones sin peros– aun así, hay que hacerte una radiografía, tan solo para ver si tienes alguna herida interna ¿recuerdas lo que te sucedió?
– ¿No dijo que tuve un accidente en auto? – respondió, Silvia con ironía provocando una pequeña burla en el medico.
– Es cierto, pero necesito saber todo lo que recuerdes, por si tuviste algún golpe – con su dedo índice tocó la frente de su paciente con cierta burla– hay que verificar que aquí no hay daño alguno.
– Solo recuerdo un auto acercándose a mí a toda velocidad…—pausó un momento dudando si continuar con lo que vió después– luego recuerdo una sombra acercándose mientras estaba en el suelo.
– ¿una sombra? – miró fijamente por un momento incauto de lo que acababa de escuchar– puede que haya sufrido una lesión que le haya dificultado su visualización por unos segundos, con mayor razón insistiré en la radiografía.
Tan pronto como lo mencionó, se dieron los exámenes y un encefalograma para finalizar, durante todo ese tiempo, Silvia solo podía pensar en aquella sombra ¿acaso sería el fantasma de su madre? Se cuestionó por un momento, pero luego de pensarlo concluyo en que era imposible “los seres sobrenaturales como fantasmas no existen” se respondió a sí misma, pasaron los minutos y la profesora ya estaba con su ropa lista para poder salir del hospital con dirección a su casa, sin embargo, el doctor quien antes mostraba ser gentil, entró a la habitación con un pálido semblante, su sonrisa relajada ahora lucía una triste expresión y sus ojos se mostraban preocupados como si no supiera como decir tan grave noticia.
Los resultados del encefalograma habían lanzado una terrible noticia para Silvia; tenía tan solo unas cuantas semanas de vida, a lo mucho tres meses era el máximo que duraría con el tratamiento adecuado, pero las esperanzas eran tan pocas que incluso un milagro no sería suficiente, la noticia solo era un nuevo impacto para Silvia, de nuevo la muerte parecía rodear su futuro, tras enterarse solo quedó en blanco por alrededor de cinco minutos sin decir palabra alguna, su mente en ese momento solo podía fijarse en uno de los posters de la oficina del doctor que decía “mantén la esperanza”.
– Le agradezco por la atención — respondió de manera fría y un tanto irritada como si soportara el llanto en su cuerpo.
– Aun podemos hacer algún tratamiento para poder ayudarla— intentó ofrecer alternativas.
– Pero, no servirán de mucho ¿verdad? – solo postergarán algo que ya está allí. Aun así, gracias.
La docente no aguardó ni una excusa o justificación y se retiró dejando desconcertado al médico, su caminar era pausado pero se notaba la velocidad con la que iba, casi como si escapara del lugar, volvió a quedarse sola en medio de una calle oscura y a tan pocos metros cerca de su hogar, su respiración apenas podía sostenerla en pie; estaba exhausta, la noticia de la muerte de su madre había tocado una fibra sensible en su ser, pero su futuro trágico solo hundía la herida aún más, suspiró una última vez y se dirigió hasta su hogar.
Un pequeño departamento no muy lejos de la universidad, ubicado en el tercer piso y con lo suficiente para que una persona pudiera habitar sin problemas, no era un lujo pero le era útil a la meticulosa profesora, aun así, ese día los escalones solo le daban cada vez mayor cansancio, de un momento a otro, cada escalón parecía una tortura para la caminante, finalmente cuando llegó a su piso ingresó y luego de cerrar la puerta comenzó a caminar hacia la ducha mientras se desvestía en el camino, al llegar al baño miró su reflejo en el espejo en lo que notaba como su cuerpo delgado era sostenido apenas por su ropa interior, sintió algo de vergüenza de su propio cuerpo al mismo tiempo que miraba su rostro con unas terribles ojeras por el maquillaje corrido, recorrió sus dedos con suavidad intentando limpiar vanamente aquellas manchas grisáceas, soltó un suspiro agotado e inclinó su cabeza para dar comienzo a lavarse el rostro; lo remojó varias veces sintiendo el frio recorrer sus delgados dedos hasta terminar en gotas gruesas deslizándose en sus codos, sintió como el agua la relajaba al menos un poco pero luego de volver a verse reflejada en el agua que caía perezosa entre sus manos decidió levantarse y verse en el espejo nuevamente, pero esta vez, vio el rostro de alguien más detrás de ella.
Era una imagen sacada solo en cuentos de fantasía, de pronto su hogar, el único sitio al que todo humano consideraba seguro se había convertido en un nido de pesadilla, consternada volteó brevemente para encontrarse con la nada absoluta, su respiración se agitaba ligeramente entre que las gotas frías caían deslizándose por su cuello ¿se trataba de una alucinación? Pensó por un momento mientras sus ojos continuaban inspeccionando alrededor del cuarto de baño, de nuevo volvió a sentirse abrumada como si alguien la vigilara; las preguntas volvieron a saltar, su hogar, su sitio seguro ahora le parecía extraño, todo de pronto se sentía desconocido su casa que antes conocía como la palma de su mano ahora era un lugar lleno de sombras que podrían atacarla en cualquier momento. La joven pasó sus manos sobre su rostro y torpemente limpió su rostro antes de ir a verificar que la puerta estuviera completamente cerrada y de pronto, se topó con que estaba asegurada, el silencio mezclado con el sonido de la puerta confirmando estar atascada se volvió una alarmante señal de algo peligroso, retrocedió unos pasos mirando fijamente la puerta y el cerrojo esperanzada en que no se movería pero tan pronto lo hizo sintió que chocó contra algo, o más bien alguien que la sostenía de sus brazos.
— Vaya, así que ya puedo tocarte —insinuó con tono burlón una voz gruesa y profunda— eres tan delgada y pequeña, casi como me lo imagine.