La noche había caído fácilmente, la niebla cubría el horizonte y se posaba como suave cortina sobre el lago. A un lado yacía Danny con sus ronquidos sonoros y un leve aroma a licor emanando de su cuerpo. La fogata continuaba encendiendo los últimos restos de madera como si se esforzará en sobrevivir. Y junto a esta se encontraba Emilia dormitando profundamente, sus cabellos alborotados entre la hierba y la cobija que usaba para acurrucarse. Pero sin Azazel. El no se encontraba entre ellos. Estaba lejos, en la otra orilla del lago justo en el mismo sitio donde el castillo se hallaba casi acabado por la naturaleza cruel. El castillo de Montclar llamaba de alguna forma a Azazel quien tentado no pudo evitar aparecer y caminar entre los escombros y paredes en ruinas. Entre más cerca estaba ma

