Aquello que no debía despertar

1342 Words

La luz matinal entraba por los ventanales como una caricia tibia, casi ajena al silencio que inundaba la habitación. Samael abrió los ojos de golpe, no por sobresalto, sino por una sensación punzante en el pecho que no podía nombrar. La conciencia volvió a él como una tormenta breve: el recuerdo de haber colapsado, el cuerpo herido, la oscuridad de la maldición desapareciendo… y Emilia. Se giró con un sobresalto cuando notó movimiento a su izquierda. Emilia, sentada en una silla al lado de la cama, le tomaba el brazo con sumo cuidado, aplicando una crema transparente que olía a hierbas y lavanda. Sus dedos temblaban apenas, y tenía el rostro serio, concentrado. Samael parpadeó, confundido. —¿Qué estás…? —balbuceó, y de inmediato se incorporó bruscamente. Pero el reflejo fue un error. L

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