La decisión de un comienzo

1570 Words
El almuerzo transcurrió sin prisa. Disfrutaron del postre, pidieron café para llevar, y Sergei se encargó de pagar la cuenta antes de salir del restaurante. La tarde seguía su curso, y el aire helado de Moscú les recordó que aquel lunes no era un día especial, ni siquiera por ser el día del entierro de su padre. La vida seguía, implacable, y ellos no podían permitirse el lujo de quedarse llorando en la cama mientras la empresa enfrentaba problemas que requerían soluciones inmediatas. Al llegar al imponente edificio que albergaba las oficinas principales de Industrias Licoreras Ivanov, fueron recibidos por Vera, la secretaria de su padre. Una mujer mayor, siempre impecable, que llevaba años siendo el pilar administrativo de la empresa. —Buenas tardes, señores Ivanov. Lamento mucho su pérdida, mis condolencias —dijo con un tono solemne pero profesional—. Pensamos que hoy se tomarían el día libre, así que no tenemos nada preparado para ustedes. Alexa le dedicó una leve sonrisa. —Gracias, Vera. No te preocupes, entendemos que llegamos sin avisar. Estaremos en la oficina de mi padre. Si alguien necesita algo, avísanos, por favor. —Por supuesto, señorita Ivanov —respondió Vera, asintiendo con una mezcla de respeto y preocupación. Alexa y Sergei caminaron hacia el ascensor en silencio, ambos sumidos en sus pensamientos. Cuando las puertas de acero se cerraron tras ellos, Alexa miró brevemente su reflejo en las paredes brillantes del ascensor. Su expresión era tan fría como la del hombre que ahora descansaba bajo tierra. Llegaron al piso 19, donde se encontraban las oficinas de los ejecutivos más importantes de la empresa. El lugar emanaba lujo y poder: pisos de mármol pulido, paredes decoradas con obras de arte abstracto y un silencio que parecía reverberar en cada rincón. Frente a la puerta de la oficina de su padre, Sergei deslizó su tarjeta de acceso por el lector digital. El dispositivo emitió un leve pitido, y las puertas se abrieron con un suave clic. —¿Me recuerdas por qué vinimos aquí? —preguntó Sergei, cruzando el umbral mientras echaba un vistazo a la oficina que parecía haberse congelado en el tiempo—. Podríamos haber ido por unos tragos y después a casa a descansar. Alexa suspiró, siguiéndolo con pasos firmes. —Estamos aquí porque, aunque no te guste, hay cosas que revisar. El mundo no se detiene porque él ya no esté, Sergei. Ni para nosotros ni para nadie. Sergei soltó una risa breve y amarga mientras observaba el despacho. Todo seguía igual: la enorme mesa de caoba, las estanterías repletas de libros y la silla de cuero n***o donde su padre había tomado tantas decisiones. —Ya veo. Pues entonces, empecemos —dijo finalmente, dejando caer su chaqueta sobre un sillón cercano. Alexa se acercó al escritorio, dejando que su mirada recorriera el lugar. No pudo evitar sentir el peso de todo lo que ahora dependía de ellos. El despacho de su padre parecía un mausoleo. Cada objeto en la habitación hablaba de un hombre meticuloso y calculador. Alexa abrió uno de los cajones del escritorio y comenzó a sacar papeles acumulados que su padre guardó allí con el paso del tiempo y que parece haberse olvidado de ellos por completo, había carpetas perfectamente etiquetadas con los nombres de clientes importantes, contratos antiguos y, en algunos casos, notas escritas a mano con la letra firme de su padre. —Empezaré con los archivos digitales —dijo Alexa mientras encendía la computadora y dejaba todos esos papeles sobre el escritorio aun lado de ella. Sergei, por su parte, se ocupaba de vaciar los cajones y apilar los documentos en un rincón de la habitación, sentado en el suelo como un niño pequeño que organizaba su habitación a regañadientes por culpa de su madre. —Esto es inútil, ¿sabes? —comentó sin levantar la vista de su tarea—. ¿Crees que encontrarás algo que no esperabas? Nuestro padre no era precisamente transparente, pero tampoco dejaba cabos sueltos para que cualquiera lo descubriera y terminara delatándolo. Alexa no respondió. La pantalla de inicio de la computadora apareció, y tras introducir la contraseña, comenzó a navegar por los archivos. Todo parecía en orden al principio: balances financieros, reportes trimestrales, inventarios. Sin embargo, una carpeta etiquetada como "Proyectos Especiales" capturó su atención. Además de que venía asegurada con una contraseña que Alexa pudo descifrar fácilmente. Al abrirla, encontró un listado de facturas con cantidades exorbitantes dirigidas a empresas cuyos nombres no le decían nada: Vostok Trade Co., Redline Logistics, Boreal Partners. Alexa frunció el ceño mientras revisaba los detalles. Ninguna de las empresas tenía un giro comercial claro, y las transferencias estaban marcadas como "pagos por servicios no especificados". Aquella etiqueta las hacía sospechosas. —Esto no tiene sentido… —murmuró, sintiendo que un escalofrío le recorría la espalda. —¿Qué pasa? —preguntó Sergei, notando el cambio en su expresión. —Estas facturas… —dijo Alexa, señalando la pantalla—. Son pagos inmensos a empresas que no existen. Sergei dejó los papeles y se acercó, observando la pantalla con una calma que no se veía nada desconcertante. —No te sorprendas tanto. Esas empresas fantasmas son la base del negocio de nuestro querido padre. —¿Qué quieres decir? —preguntó Alexa, su voz era tensa. Sergei cruzó los brazos y apoyó un hombro contra la pared, como si estuviera a punto de contar algo que ya había asumido hace tiempo. —¿De verdad creías que construyó este imperio solo vendiendo vodka? Vamos, Alexa. Papá estaba metido en cosas mucho más grandes. Contrabando, lavado de dinero, quizá algo peor. Todo esto —dijo, señalando el despacho—, todo lo que ves, se financió con esos “negocios oscuros” así no lo creas. Alexa lo miró, atónita. —¿Y tú lo sabías? —Desde hace años. Pero preferí no meterme. Él hacía su trabajo, y yo me encargaba de no hacer preguntas. Era más sencillo así. —Esto es… esto es mucho más de lo que pensaba. No puedo creer que… —Bueno, pues ahora es nuestro problema —dijo Sergei con una sonrisa amarga—. Así que, ¿qué hacemos? ¿Lo ignoramos como siempre o empezamos a limpiar el desastre? Alexa no respondió. Su mirada estaba fija en la pantalla, donde los números parecían burlarse de ella. Un peso invisible caía sobre sus hombros. Tomar las riendas de la empresa significaba más que dirigir reuniones y firmar contratos: significaba decidir si continuaban con el legado oscuro de su padre o si lo desmantelaban, con todas las consecuencias que eso podría traer. —No podemos ignorarlo, Sergei. Si esto sale a la luz, no solo perderemos la empresa; podríamos acabar en la cárcel. —Bienvenida al mundo real, hermana. Aquí, nadie se mantiene limpio de nada, y eso es algo que tendrás que aprender a la mala. El silencio se apoderó de la oficina mientras Alexa intentaba procesar todo. La decisión que tomara en ese momento cambiaría para siempre el destino de los Ivanov. Alexa cerró los ojos y respiró hondo. Su mente era un torbellino, pero su decisión estaba tomada. Por más difícil que fuera, sabía que no había vuelta atrás. —No pienso seguir con esto, Sergei. —Su voz resonó firme, aunque una punzada de duda le calaba por dentro—. No voy a construir sobre mentiras ni sobre el sufrimiento de otros. Vamos a limpiar todo. La empresa será legítima, aunque eso signifique empezar desde cero. Sergei soltó una risa seca, cargada de sarcasmo, mientras se desplomaba en el sillón de cuero frente a la ventana. —¿Legítima? —repitió, casi burlón—. ¿Y cuál es tu plan brillante? ¿Confesarlo todo a la policía? ¿O simplemente borrar los rastros y rezar para que nadie se dé cuenta? Alexa lo fulminó con la mirada, su paciencia desgastándose. —No tengo todas las respuestas, pero sé que esto termina aquí. Los negocios turbios de papá no seguirán conmigo. Sergei alzó las manos con teatralidad, fingiendo rendirse. —Como quieras. Pero no te sorprendas cuando los acreedores o los "socios" empiecen a llamar. Y cuando eso, pase, no me culpes por haberte advertido. Ella no respondió. Se giró hacia la computadora y comenzó a trabajar. Con movimientos rápidos y precisos, copió los archivos más comprometedores en un disco duro externo. Necesitaría esa evidencia si las cosas se complicaban. Luego, con una determinación creciente, se sumergió en los contratos y acuerdos recientes, buscando separar los negocios legítimos de las sombras que habían oscurecido el legado de su padre. —Esto no será fácil, pero lo lograremos —murmuró, más para sí misma que para Sergei. Él la observaba desde el sillón, una sonrisa burlona jugando en sus labios. —Haz lo que quieras, hermana. Pero no esperes que me convierta en tu escudo humano. Si quieres salvar este barco hundido, adelante. Yo me limitaré a observar cómo intentas sobrevivir en un mar de tiburones sin un chaleco salvavidas. Alexa no se molestó en responder. Su enfoque estaba puesto en su tarea. Cada archivo que revisaba, cada decisión que tomaba, fortalecía su resolución. A pesar de la incertidumbre y el peso de lo que estaba por venir, una cosa era segura: no traicionaría sus valores, aunque eso significara destruir todo lo que su padre había construido.
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