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La Mafiosa Prohibida

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Alexa Ivanov siempre vivió en la oscuridad mientras estuviera bajo la mangas de su padre desquiciado y loco. Alexa nunca fue la hija consentida, todo lo contrario, fue la hija bastarda de un padre que no quería ni respetaba a las mujeres como debía, sin embargo, el día que su padre murió debido al ataque de un corazón, para ella fue como si el descanso finalmente tuviera lugar en su vida, pero entonces, alguien debía hacerse cargo del imperio Ivanov, y aunque su hermano se negó a ser parte de ello porque él conocía los oscuros secretos e intenciones que tenía su padre detrás del imperio Ivanov, Alexa decidió tomar las riendas del asunto, ya estaba metida en la oscuridad como para saber que jamás saldría de allí. Es entonces cuando ella conoce a Nikolai Petrov un nuevo socio que quiere formar parte de la industria licorera de su familia, a pesar de las advertencias y el peligro, el amor será lo único que podrá sacar a Alexa de la oscuridad de su vida.

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Una no dolorosa despedida
Cuando sus ojos se posaron sobre el ataúd de su padre, Alexa Ivanov no sintió absolutamente nada. Ni una lágrima. Ni una punzada de dolor. Su corazón, endurecido por los años, albergaba recuerdos que habían mutado en sombras pesadas, siempre al acecho. El funeral, con todo su pomposo lujo y la presencia de la élite rusa, no lograba disipar la oscuridad que cargaba. La familia Ivanov era un nombre respetado, casi legendario en Rusia. Dueños de un imperio en la industria licorera, eran conocidos no solo por su riqueza, sino por sus gestos de caridad hacia los necesitados. Pero detrás de esa fachada de bondad se escondía una verdad incómoda. Su padre había hecho mucho bien. Pero también, mucho daño. Y ella no había sido la excepción. —¿Alexa? —La voz profunda y familiar de Sergei, su hermano mayor, la arrancó de sus pensamientos. Alexa se giró para encontrarse con él. Sus ojos reflejaban una tormenta de emociones: tristeza, rabia, pero sobre todo, un deseo ardiente de venganza. Sin embargo, en algún rincón olvidado de su ser, una tenue chispa de paz pugnaba por salir, rogando por una oportunidad para liberarla de aquel peso. —Sergei. Tardaste demasiado en venir, ¿no crees? —dijo con voz cargada de reproche antes de lanzarse a sus brazos, rompiendo momentáneamente la tensión. —Lo siento. Estuve ocupado con asuntos de la empresa. No hemos tenido un buen mes de ventas, y la situación comienza a complicarse —respondió él, devolviéndole el abrazo con un calor inesperado. Cuando se separaron, Alexa lo miró directamente a los ojos. —Sergei, deberías quedarte en Rusia. Padre dejó un imperio, y alguien debe hacerse cargo. ¿Quién mejor que tú? —sugirió con firmeza. Por un momento, Sergei permaneció en silencio, sus pensamientos girando. Desde joven había soñado con liderar Industrias Licoreras Ivanov. Había estudiado negocios internacionales en una prestigiosa universidad japonesa con ese objetivo en mente. Pero su padre, un hombre orgulloso y controlador, jamás le permitió involucrarse. Ahora, con la muerte de aquel hombre imponente, Sergei no estaba seguro de querer tomar las riendas de un legado tan pesado. —¿Por qué no lo haces tú, Alexa? —respondió, finalmente, su tono cargado de seriedad—. Después de todo lo que nuestro padre te hizo pasar, tal vez sea hora de que tomes lo que te corresponde. Alexa lo miró, boquiabierta. La idea era tan absurda que casi le arrancó una carcajada. —¿Yo? ¿Te has vuelto loco? ¿Quieres que mi padre muera de nuevo de un infarto, aunque ya esté bajo tierra? Sergei sonrió levemente, pero sus ojos permanecieron serios. —Tal vez es hora de que dejes de temerle, incluso en la muerte. Este imperio necesita a alguien fuerte, y tú lo eres más de lo que crees. Por primera vez, Alexa sintió el peso de esas palabras. ¿Era posible que pudiera tomar el control de un imperio que siempre la había visto como un accesorio prescindible? La incertidumbre la rodeó como un manto pesado, pero en su interior, una pequeña voz comenzaba a hacerse escuchar. — Mm, no lo sé, Sergei. No creo que sea conveniente que yo me haga cargo de las empresas de nuestro padre. Sabes bien que él siempre fue muy estricto, y no soportaba que nadie interfiriera en sus asuntos —dijo, retractándose de inmediato. Realmente, no quería involucrarse en ninguno de los aspectos personales ni laborales de su padre. Sergei la miró fijamente, permaneciendo callado, él la entendía, a pesar de que ambos eran hijos del mismo padre y de la misma madre, ninguno recibió el mismo afecto de parte de su padre en toda su vida. Su padre siempre fue considerado un hombre muy serio, poco amistoso y cariñoso, sus hijos, en lugar de ser sus hijos, parecían más sus peores enemigos. — Vamos, deja de reprimirme y de reprocharme. Te invito a comer y después pasamos por la empresa; ahí podremos hablar con calma. Tengo hambre, y sabes que no puedo pensar con claridad si no he comido algo. Alexa pone los ojos en blanco y ríe ante su comentario. — Sí, eso lo sé, siempre has sido así. Vamos, ¿A dónde quieres ir a comer? — ¿Quieres ir a almorzar a Russkiy Restaurant? — él sugirió. Ella asintió. — Perfecto, vamos. Tengo a mi chofer esperándonos afuera del cementerio. Caminaron juntos hasta el auto, ninguno de ellos se preocupó en mirar por última vez a la tumba cerrada y sellada de su difunto padre. La vida para la familia Ivanov de ahora en adelante sería diferente a la que recordarían que alguna vez. Quizás sea porque, finalmente, la paz estaría presente en sus vidas, pero también, puede que la muerte de su padre desate clavos de enemigos inimaginables que pronto se harán visibles ante ellos. El auto de la familia Ivanov anduvo por la autopista, siendo escoltado por dos autos más que venían detrás y dos motos a cada lado haciendo sonar las sirenas policiales. Al ser tan famosos, ellos debían mantener la compostura de ser siempre protegidos de sus enemigos, de los envidiosos que no los soportan, porque gente así en su círculo social nunca faltaba que existiera. Llegaron al restaurante, consiguieron una mesa privada en la terraza de la primera planta del lugar, y justo cuando un mesero estuvo por atenderlos, un hombre joven, atractivo, vestido de traje gris, luciendo un porte de político y físico atractivo ante los ojos de cualquier mujer se acercó a ellos. — Buenas tardes, disculpen los interrumpo, sé que no me conocen, pero soy Nikolai Petrov. Su padre y el mío han sido muy amigos desde la universidad, y me tomé la molestia de acercarme a ustedes para dejarles mis condolencias sobre la muerte de su padre. Él era un buen hombre, y yo lo admiraba mucho — dijo el hombre, mirando fijamente a Alexa con un interés que ni ella misma lo reconoció al instante, pero su hermano sí. — Am… Muchas gracias, Nikolai. Pero si nos disculpas, ¿Nos puedes dejar a solas? Estamos pasando por un momento muy difícil, y queremos estar solos. De todas maneras, gracias por pensar así de nuestro padre — respondió Sergei, para cuando él notó que su hermana no tenía intención alguna de decir algo sobre lo que pasaba, ella parecía más concentrada en el menú de los cafés que estaba leyendo, que en lo que decía el hombre quien no le quitaba la mirada de encima. — Con su permiso, y tengan buen provecho. Nikolai se despidió, dio la vuelta y se marchó. — ¿Qué fue eso? — preguntó Sergei, aun sintiéndose incómodo por lo que pasó. — ¿Qué cosa? — preguntó Alexa sin interés. Su mirada repasaba una y otra vez la lista de los cafés. — Ese chico, ese tal Nikolai que se acercó a nosotros para decirnos que admiraba a nuestro padre. No te quitó la mirada de encima ni un segundo. Ni se preocupó por siquiera disimularlo un poco ante mí — Sergei se quejó, volviendo a querer concentrarse en su menú de platos para el almuerzo. Alexa sonrío. — ¿Y eso está mal? ¿Estás celoso de que alguien se haya fijado en mí? — Cállate, Alexa. Definitivamente, contigo no se pueden hablar de estos temas. Alexa rio, y ambos hermanos volvieron a concentrarse en lo suyo.

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