Es evidente el esmero que ha puesto en su arreglo hoy; luce despampanante con ese vestido n***o que se ajusta a sus curvas como si estuviera hecho a medida. Debería sentir el deseo de demostrarle a ese cuerpo lo que el mío puede hacerle sentir de nuevo, pero no, el fuego se ha extinguido. Cierro la puerta y ella me mira con evidente deseo. Se sienta al borde de la cama y cruza las piernas de forma sugestiva. —Parece que hoy quieres jugar a los roles —desliza un dedo por sus labios y lo va bajando lentamente hasta su escote—. Te queda bien la fachada de hombre indiferente; será divertido romperla. —No es una fachada, así que detente. No me cree, así que enciendo el televisor y proyecto las imágenes que tenía preparadas. Su sonrisa se congela. —¿Qué es eso, Sebastián? —me mira con incre

