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Oscuridad, peligro...y ¿amor?

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Blurb

Valentina es una chica normal y corriente de 17 años, su vida no tiene nada de especial, pero un día una persona misteriosa aparece por su casa diciéndole que es maga y que tiene que ir a un colegio a estudiar bien lejos de su casa, ella tenía que haber empezado en ese colegio hace años. Lo que ella no sabe es que su peor pesadilla empieza cuando el director le asigna un tutor personal, el mejor alumno del colegio, el hombre más posesivo, celoso, controlador, manipulador, cínico, obsesivo y atractivo que conocerá.

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Capítulo 1: ¿Me estás tomando el pelo?
Me llamo Valentina, tengo diecisiete años recién cumplidos; de aspecto físico no soy nada del otro mundo, más bien me considero del montón. De estatura soy bajita, ya que mido un metro con sesenta y un centímetros escasamente: tengo los ojos marrones y el pelo largo y ondulado de color castaño oscuro; lo dicho, no soy nada del otro mundo, pero me gusto tal y como soy, aunque me ha costado mi tiempo gustarme a mí misma. De carácter no es que sea muy inteligente, pero soy una persona muy trabajadora y siempre consigo lo que me propongo por mi constancia y perseverancia. No me considero muy sociable sinceramente, tampoco tengo muchos amigos, soy un poco tímida y me cuesta adaptarme a los sitios nuevos: esos son unos de mis muchos defectos que tengo. Nunca, nunca he tenido pareja, ni novio, ni amigos con derecho, nada, absolutamente nada; ni siquiera he dado mi primer beso, pero eso sí, me considero una enamorada empedernida, adoro el romance, me puedo pasar horas, días y meses leyendo novelas románticas o viendo películas y series que tengan que ver con ese género, me paso las horas que puedo imaginando como será mi futuro novio. No soy una persona normal, desde muy pequeña he hecho cosas inimaginables y surrealistas, cosas que no se podrían decir a la ligera, ya que mucha gente me tomaría por loca. Mi tía y mi madre son las únicas personas que saben lo que puedo hacer. Mi tía también es algo así como una media bruja, ella me ha enseñado todo. Todo esto viene de mi tatarabuela, ella era una gran bruja en sus tiempos, me contó que hacía grandes cosas y que yo he heredado todo su poder, ya que ha saltado varias generaciones. Al principio pensé que solo se estaba riendo de mí y que todo era mentira: ahora sé que no.  —Valentina, hay una carta para ti. —Tira una carta sobre mi cama. Mi madre entra a mi habitación otra vez sin tocar: me tiene frita con eso. —¡Mamá, te he dicho cincuenta veces que toques antes de entrar! ¡Qué pasa si me estoy cambiando! —respondo cabreada. —Cariño, soy tu madre y entro a tu habitación con tu permiso o sin él. —Yo resoplo—. Mira a ver que es esa carta, a ti nunca te mandan ninguna, es muy extraño. —Igual es de algún admirador secreto que tengo. —Levanto las cejas, sonrío, miro a mi madre y piso tierra de nuevo—. Imposible, vamos a ver. —Abro la carta y comienzo a leerla. —¿Y bien? ¿De qué se trata? —Mi madre intenta leer la carta, pero se la aparto de inmediato. —Es una broma. —Arrugo la carta y la tiro a la papelera—. Es una broma que me han gastado, eso es todo, seguro que es de algún imbécil de mi clase que se aburría. —Suspiro y agacho la mirada—. No tienen otra manera mejor de pasar el tiempo que gastando bromas estúpidas. —Pues sí que se han trabajado bien la broma, porque la carta parece de un instituto de verdad, está muy bien hecha y escrita por lo que he podido ver. —Sonrío a mi madre. —Sí, se apañan muy bien, para que veas, son tontos, yo no le doy importancia. —¿Se siguen metiendo contigo, hija? Porque si es así, voy al instituto y hablo con tu tutor de nuevo, o con el director si hace falta. —Se sienta a mi lado. —No mamá, tranquila, no te preocupes, no hace falta, yo me las apaño bien sola, además, hacía mucho tiempo que no tramaban algo así, pensaba que ya me habían dejado tranquila... —Si el lunes pasa algo en tu clase me avisas corriendo —exclama bastante preocupada, yo sonrío y le abrazo. —No va a hacer falta, ya no tengo catorce años, sé defenderme sola. Todo esto viene porque, cuando tenía doce, trece y catorce años, sufría acoso escolar, me tenían como la rara, la chica que hacía cosas extrañas; me marginaban y se metían conmigo todo el tiempo. Cuando tenía doce años entré nueva al instituto como todos los niños de mi edad, hice un pequeño grupo de amigas, les contaba todo lo que puedo hacer con mis poderes, pero ellas empezaron a decírselo a todo el mundo, todas las personas de mi curso y más mayores comenzaron a mirarme mal, a decirme cosas muy feas, me discriminaban, se reían de mí, y bueno... Pasé unos años bastante duros. También se me juntó con la muerte de mi padre y no tengo apoyo de nadie, solo de mis cinco amigas que luego resultaron ser todas unas falsas. Mi madre tuvo que intervenir y ya se solucionó todo, con catorce años hice dos amigas nuevas, muy simpáticas y agradables, en ellas sí que puedo confiar, pero, aun así, no les digo nada de lo que puedo hacer. También este año he conocido a tres chicas estupendas: por fin la suerte me sonríe. O eso pensaba yo... Mi madre me protege mucho, desde que mi padre falleció hace seis años nos hemos quedado las dos solas; tengo una hermana mayor, pero está viviendo fuera por razones de trabajo y viene dos veces o tres al año a visitarnos. Hoy es sábado, esta mañana me quedaré adelantando unas cosas de la clase, hace apenas una semana que hemos comenzado, pero yo necesito organizarme desde el principio. Mi madre hoy no está en casa, ya que va a salir todo el día con una amiga; a mí me encanta que salga, ya que así tengo la casa para mí sola.  Ya son las seis de la tarde y he terminado todo. Estoy muy cansada. Me echo sobre la cama, pero algo pasa: ¡la cama comienza a moverse! —¡Dios mío, un terremoto! Me dispongo a levantarme para poder esconderme debajo de mi escritorio, pero antes de que pueda incorporarme la cama me absorbe. Comienzo a chillar y cierro los ojos, cuando los abro estoy en una habitación con mucha luz. Miro a mi alrededor, parece la oficina de un cartero. Pego un gran grito cuando noto que hay un hombre sentado mirándome fijamente con una gran sonrisa. —¡¿Quién es usted?! —pregunto muy asustada. —Buenas tardes, Valentina. Me llamo Magnus, encantado de conocerte. —¿Co-cómo sabe usted mi nombre? Cada vez estoy más y más asustada. —Espera un segundo. —Se acerca a mí, yo retrocedo asustada—. Esto es para ti —me entrega un paquete y lo abro. —¿Esta carta qué es? —Cuando veo la carta abro los ojos como platos—. Es la carta que mis compañeros de clase me mandaron para burlarse de mí. —Él me mira sorprendido y comienza a reírse. —No. Valentina, no, estás muy equivocada, esta carta no está escrita por un niño, por favor, léela. —Señorita Evans, un placer conocerla. Tenemos una gran noticia que darle, ha sido usted admitida en nuestro instituto de magia Zeus. —Le miro con cara de pocos amigos—. ¿Y esto qué es? Otra broma, ¿verdad?, os voy a denunciar; habéis sido capaces hasta de drogarme y secuestrarme en este sitio solo para reíros de mí. Vais a ir a la cárcel. —Por Dios, niña, no es ninguna broma: eres una maga, Valentina; una bruja, una hechicera; llámalo como quieras. —Me está tomando el pelo, seguro que... —No me deja continuar hablando ya que saca lo que parece ser una varita mágica y hace flotar las cartas que hay en la mesa. Me quedo patidifusa—. ¡Eres un mago! ¡Hay más gente como yo! —Me tapo la boca con la mano. —Por supuesto que hay más gente como tú, claro que... En otro mundo, y además te llevan años de ventaja, tú deberías de haber empezado a estudiar en nuestro instituto desde que cumpliste doce años, y tendrías que estar en el último curso este año, pero no ha habido forma humana de localizarte, hasta hoy. Menos mal que ya te hemos localizado, no puedes estar sin recibir clases. —¿De verdad qué no me está engañando? —pregunto con un hilo de voz. —¿Qué más pruebas quieres? Me mira con las cejas levantadas, hace un movimiento con su varita y arregla un jarrón que está roto en el suelo. —Por favor, comience a explicarme todo.  Magnus, comienza a contarme cosas increíbles del otro mundo. Además de nuestro mundo existe otro donde existe la magia, las sirenas, las hadas, los dragones, las brujas, los hechiceros… Solo se puede ir si eres uno de ellos. Yo estoy alucinando, no me creo que haya tenido la suerte de poder ser una hechicera con grandes poderes, ya sabía que algo me pasaba, pero esto supera todo lo que había imaginado. —Bueno, Valentina, no hay tiempo que perder, vámonos ya, el instituto Zeus te está esperando. —¡Pero tengo que contárselo a mi madre! —Está bien, yo te acompaño y se lo explico todo. Coge lo que parece ser un palo de mi estatura y lo coloca en el suelo. —Ahora tienes que darme la mano, no te preocupes, no te pasará nada —me informa. Hago lo que me dice y a los pocos segundos, comienzo a gritar cuando noto que la habitación se mueve como si hubiera un terremoto. Cuando abro los ojos estamos en mi casa. Mi madre se asusta muchísimo cuando nos ve aparecer, y se sienta en el sofá para no desmayarse. —Mamá, ¿te encuentras bien? —Me acerco a ella muy preocupada. —Hija, pero, ¿quién es este señor y cómo habéis aparecido así de la nada? —Está muy pálida. —Voy a por un vaso de agua. —No, espera, ya traigo yo el vaso de agua. —Magnus me para con la mano. Saca la varita y veo cómo sale volando de la cocina un vaso con agua. Sonrío de oreja a oreja asombrada. Mi madre pega un grito de sorpresa y se desmaya. A los pocos segundos despierta y Magnus le cuenta todo sobre el otro mundo y lo que yo soy. —¿Se tiene que marchar ya? Pero, no me ha dado tiempo de despedirme de mi niña, además tiene que hacer la maleta —exclama mi madre muy preocupada. —Por la maleta no se preocupe, la hacemos en menos de cinco minutos. —Hija, pórtate muy bien, has caso de los profesores, no te metas en líos, y come mucha fruta. —Comienza a llorar—. Tápate bien que por las noches hará frío, aliméntate bien, come de todo y bebe mucha agua, y por favor usa bufandas; porque tiene que hacer mucho frío allí. Te voy a echar muchísimo de menos cariño. —Mamá, por favor, no llores. Te enviaré cartas todas las semanas; te echaré mucho de menos. —Yo también estoy llorando—. Pero esto es una oportunidad increíble, y tengo la suerte de poder entrar en ese instituto.  —Si cariño, aprovéchalo y aprende mucho, nos vemos en las vacaciones de navidad. —Sonríe cálidamente. Me da un último abrazo y nos marchamos.     Magnus me lleva al otro mundo con el “palo mágico” para comprar todo lo necesario. Ya me he comprado todos los libros y todo lo necesario para las clases. Estoy en un sueño, ¡todo esto es tan increíble y mágico! Veo a hadas volando por todas las calles, a personas de mi edad o incluso más pequeñas con sus varitas haciendo magia. ¡Estoy en un sueño, un sueño del que no quiero despertar! —Te tengo que explicar una cosa Valentina, este palo es un bastón teletransportador, solo lo tenemos unas pocas personas. Yo lo tengo porque soy el cartero y mensajero del instituto y tengo que ir a vuestro mundo para casos como el tuyo, pero las personas que ves aquí no pueden tenerlo, tú no podrás tener uno nunca, te lo digo porque no vas a poder ver a tu madre hasta que no acabe el primer trimestre en el instituto, no te puedo dejar el bastón. —Le miro algo triste, pero lo entiendo. —¿Y qué personas lo tienen? —Eso es secreto —dice sonriendo—. Otra cosa, solo te queda comprar una varita, es obligatoria para poder entrar al instituto, puedes elegir entre tener una varita, un bastón mágico, que funciona igual que la varita, o un libro mágico, pero ese no te lo recomiendo mucho, es bastante gordo y tienes que llevarlo siempre encima. Los de tu edad usan varita, los más pequeños suelen usar el libro y los de catorce y quince años suelen comprarse el bastón; para mí la varita es mucho mejor, más pequeña y pesa menos, pero hay mucha gente que prefiere el bastón. —De acuerdo, te voy a hacer caso y me voy a comprar una varita —respondo muy ilusionada y feliz. —¿Puedes ir tu sola a comprarla? Es que me acabo de acordar que tengo que ir a un sitio urgente; nos vemos cuando termines en la esquina de allí. —Yo asiento con la cabeza y entro a la tienda. Nada más entrar me choco con un chico y caigo al suelo; se me ha olvidado decir que soy muy torpe y patosa. —Lo siento —digo aún en el suelo. Desde aquí abajo puedo contemplar mejor al chico: es alto, muy varonil y fuerte, con unos enormes ojos verdes hipnotizadores; la verdad es que es realmente apuesto y atractivo. Me pongo seria al ver que me está mirando con cara de pocos amigos y desagrado. —Fíjate por donde vas, mocosa —espeta con desprecio. El muy estúpido se marcha y ni me ayuda a levantarme del suelo; es culpa mía por no darme cuenta de que él estaba saliendo de la tienda, pero él tampoco se estaba fijando por donde caminaba. Compro mi varita y al salir, Magnus ya está en la esquina donde hemos quedado. Me lleva a un sitio que parece ser un aeropuerto, pero para mi sorpresa, solo hay un avión y muchos coches. Comienzo a entrar en pánico, ya que voy a estar sola y no conozco a nadie, me han dado explicaciones de todo, pero yo no me adapto a los sitios nuevos fácilmente, y menos en este lugar. Magnus, me ha explicado que todos los alumnos del instituto Zeus tienen que subir a este avión, ya que es la única manera de poder llegar al instituto. Hay más institutos en este mundo, pero no son tan importantes como al que voy a ir yo. También, me ha comentado que hay cuatro institutos mágicos más además del nuestro: hay uno que solo se puede llegar en submarino; otro que solo se puede llegar en tren; otro que solo se puede llegar en un gran autobús; y el último se puede llegar en barco. La verdad es que me parece increíble que todos los alumnos de un instituto puedan caber en un avión, pero para algo es un mundo mágico. —Bueno, Valentina, aquí me quedo yo, nos vemos en el instituto Zeus. Tú tranquila, no estés nerviosa, mira, hay niños de primero que tienen doce años y están aún más asustados que tú, así que tranquila.  —Vale, muchas gracias por todo, Magnus, nos vemos en el instituto.  Muy decidida, cojo mi maleta y me dispongo a subir al avión, pero de repente alguien me empuja por detrás, y por los pelos, no caigo de nuevo al suelo. —No puede ser, ¡otra vez tú! —Pongo las manos en mis caderas, molesta—. Esta vez ha sido tu culpa, pídeme perdón.  El chico me mira de arriba a abajo y me pongo colorada. —Tú no sabes con quién estás hablando, ¿verdad? Fuera de mi camino —responde de mala gana, mirándome fijamente. —Eres un maleducado y un completo imbécil. —Le fulmino con la mirada. Él imbécil me echa una última mirada de odio y se marcha como la última vez en la tienda de las varitas. Ojalá no tenga que verle más la cara a ese idiota… Subo al avión y todos los asientos ya están ocupados, me sorprendo al ver que los asientos están de tres en tres y hay una gran separación entre cada fila. A mi lado hay una niña de unos doce años buscando un asiento vacío. —Estamos las dos igual. —Nos sonreímos—. Me llamo Valentina, ¿y tú cómo te llamas, pequeña? —Me llamo Diana, encantada de conocerte. —Me da la mano—. Que bien, al menos voy a tener una conocida antes de entrar al instituto; es que no conozco a nadie, y encima mis padres no son magos y no tengo ni idea de nada de esto. —Ya somos dos, yo estoy en las mismas condiciones o peor, porque yo tendría que estar en el último curso y no sé ni un hechizo.  —Vaya... Que mal entonces, bueno, mira el lado bueno, igual nos ponen juntas en la misma clase, aunque tengamos diferentes edades, como tú no sabes nada, igual que los que vamos a entrar a primero. —Sigue mirando asientos—. ¡Mira, aquí solo hay un chico! Nos sentamos aquí, ya que hay dos asientos libres. Diana me mira un poco raro, hace un gesto con la cabeza para que nos sentemos. —¡Esto es una broma! Otra vez tú... Mira que hay tantos asientos y tienes que estar tú aquí. Diana me da un codazo para que me calle. El chico levanta la cabeza, ya que está leyendo un libro de pociones mágicas por lo que puedo leer en la tapa.  —Si no te gusta mi presencia. lárgate, a mí tampoco me gusta la tuya, vete por donde has venido —dice fríamente. —No, nos podemos ir porque están todos los asientos cogidos, solo quedan estos dos —Diana responde tímidamente, mirando al chico imbécil. Yo resoplo y me siento sin mirarlo a la cara, menos mal que Diana se ha sentado en el medio, no me apetece nada tener que sentarme al lado de ese estúpido. Pero él, para mi suerte, no levanta la cabeza del libro. Comienzo a hablar con Diana, ella me está contando la historia del instituto Zeus, ya que yo no conozco nada de este mundo y mucho menos del instituto al que voy a ir. —¡¿En serio no sabías que hay cinco hogares en el instituto?! —exclama ella muy sorprendida. —No sé ni de que me hablas, Diana. —Tranquila, yo te explico; menos mal que el viaje es largo. Diana, me ha explicado que nada más entrar al instituto Zeus hay una gran llama de fuego en la puerta, que cuando te ve, se pone de un color dependiendo de la persona, esa llama se puede poner de cinco colores distintos. Si cuando te ve la llama, se hace grande y se vuelve de color blanco, significa que tu hogar, es el hogar del hielo; ahí van las personas que son muy serias, poco sociables pero muy responsables y las más inteligentes en los estudios y en la vida; si la llama se vuelve mediana y de color azul significa que estás en el hogar del agua, donde van las personas muy intuitivas y con una personalidad muy amigable y sensible, les gusta mucho ayudar a los demás y nunca te van a poner mala cara cuando necesites algo de ellos; si la llama se vuelve muy grande y roja significa que tu hogar es el hogar del fuego, ahí van las personas que tienen un carácter fuerte, dominante, manipulador y peligroso, siempre se tienen que salir con la suya, no son sociables, pero son los más astutos y listos de los cinco hogares del instituto; el antepenúltimo hogar al que puedes ir es el hogar del aire, la llama se vuelve gris, son personas que no se toman muy en serio las cosas, pero tienen buena suerte en casi todo, son los más sociables y parlanchines de todos los hogares; les encanta estar con todo el mundo, cuanta más gente mejor, pero no son muy de fiar, ya que tienen muchas caras; y por último el hogar que a mí me ha llamado más la atención, es el hogar de la tierra, la llama se vuelve de color verde, solo van personas muy trabajadoras y constantes en los estudios y en la vida, personas de fiar, agradables y cautelosos, siempre con los pies en la tierra. —Pues yo quiero ir al hogar de la tierra, me parece que es el mejor de todos —menciona Diana, el imbécil suelta una risa fría. —A mí también me gusta, la verdad.  Me gusta el hogar de la tierra y el hogar del agua. —¿Tú a qué hogar vas, chico? —pregunta Diana, mirando curiosa al imbécil, él no levanta la vista de su libro. —Al mejor hogar, por supuesto. —Ambas le miramos sin saber que decir—.  Al del fuego. —¡Eres del fuego! Pues a mi ese es el que menos me gusta —responde Diana, yo comienzo a reírme. El camino ha pasado rápido, estoy un poco incómoda porque de vez en cuando el imbécil levanta la cabeza para mirarme, pero yo solo me concentro en lo que me está diciendo Diana; es una niña encantadora y muy alegre, la verdad que me encantaría estar con ella en el mismo hogar.  Cuando llegamos, hay una profesora que llama a los de primer curso, yo me voy con ellos, por supuesto. La gente me mira raro, sobre todo el imbécil; es normal, verán raro que alguien con mi edad esté con los de primer curso. Todos miramos atentamente a la profesora, ella comienza a hablar. —Me llamo Woodward y seré vuestra profesora aquí, primero os enseñaré el instituto por dentro, después miraréis el fuego y sabréis vuestro hogar. Cuando entramos al instituto, no puedo dejar de mirar atónita hacia todos lados, ¡es enorme! Es un instituto enorme, parece un gran castillo encantado, incluso hay hadas que vuelan por todos lados: todo es tan mágico y alucinante. Cuando entramos en lo que parece ser el salón principal, mis ojos casi se salen de su sitio: hay muchísima gente, las mesas son enormes y todos los ojos están puestos en mí. El director del instituto, llamado Tolbert, comienza a hablar. —Y bien, como todos habéis podido comprobar, hay entre nosotros una alumna llamada Valentina Evans, ella tiene diecisiete años, es su primera vez en nuestro instituto. —Todo el mundo comienza a mirarme, yo casi me muero ahí mismo—. Señorita Evans, usted irá con los alumnos de su misma edad, estará en último curso con sus compañeros, no se preocupe si no sabe nada, todos le ayudaremos para que pueda tener el mismo nivel que sus compañeros. —Me quedo petrificada. Todos comienzan a hablar y a cuchichear cosas, sobre todo las personas que están a la derecha del todo, algunos van con jerséis rojos y otros con jerséis negros; Diana me ha explicado que los de fuego tienen dos colores, el rojo y el n***o, por eso hay personas que tienen el jersey rojo y otras que tienen el jersey n***o; el hogar del hielo llevan jerséis blancos; las personas del hogar del agua llevan jerséis azules; el hogar del aire llevan jerséis grises y el hogar de la tierra son jerséis verdes. En todos los hogares las chicas usan falda negra y los chicos pantalones negros. —¡Silencio! —Grita el director, haciendo que todos se queden en silencio—. Acérquese, señorita Evans. No puedo moverme, todo el mundo me está mirando y yo odio ser el centro de atención. Diana me da un pequeño empujón y poco a poco me acerco hacia el director, miro a todo el mundo, me entran ganas de vomitar.  La profesora Woodward me mira sonriendo. —Esto es una excepción, normalmente la llama de fuego elige el hogar del alumno en la entrada del instituto, pero como usted es especial, vamos a traer la llama aquí para que le elija su hogar. Aparece la llama como por arte de magia, delante de mis narices, la miro fijamente, comienza a hacerse muy grande y de color rojo. ¡No puede ser, al hogar del fuego no quiero ir, ahí no! —¡No! —exclamo preocupada, la profesora me mira sorprendida. Pero, ocurre algo, la llama de fuego cambia, se hace más pequeña y el color rojo va desapareciendo poco a poco. —¡En nuestro hogar, no la queremos ni muertos! —grita uno con un jersey rojo. Todos los demás le siguen y comienzan a gritar estupideces que ni yo misma entiendo, excepto uno, el imbécil, que me mira muy fijamente, pero no dice nada, solo me mira. Él lleva un jersey n***o; la verdad es que está increíblemente atractivo. De repente, la llama se vuelve verde en un abrir y cerrar de ojos, abro los ojos sorprendida y feliz. Todas las personas que llevan el jersey verde, comienzan a aplaudir. Yo me siento muy aliviada y contenta, en este hogar voy a estar muy bien, todos me miran sonrientes, me aplauden y me dan la bienvenida.  —Bienvenida a nuestro hogar, preciosa, me llamo Alfred, vas a estar genial, los demás pueden parecer más fuertes, pero para nada, la tierra es la mejor, ya lo comprobarás tú misma.  —Sí, que bien, estoy muy contenta, Alfred, yo quería estar en el hogar de la tierra, cuando la llama se ha puesto roja casi me da algo. Por cierto, ¿sabes cómo se llama el chico ese de ojos verdes que tiene cara de pocos amigos? El de fuego que lleva un jersey n***o. —Sí, ¿el que te está mirando ahora mismo? —me pongo colorada y asiento. —Se llama Tom, Tom Blake, te recomiendo que no te acerques a él, es peligroso. —¡Como que peligroso! —digo algo alterada. —Sí, él no tiene amigos, siempre está solo, y solo habla con los de su mismo hogar y no con todos, eso sí, es brillante, es el mejor alumno de todos los hogares con diferencia, y eso que los del hogar del hielo son muy inteligentes. No te acerques a él, es lo mejor. —Lo miro por un segundo y él quita su mirada de la mía, me entra mucha curiosidad y quiero saber más sobre, Tom Blake. Diana, ha entrado al hogar de la tierra, como ella quería, yo estoy muy contenta la verdad, Alfred es un encanto de chico y está en mi curso, él no es muy inteligente, pero me va a ayudar en todo lo que pueda, y yo se lo agradezco a más no poder. No quiero, ni imaginarme que hubiera sido de mí sí me hubieran mandado al hogar del fuego con los del fuego... Hubiera muerto en menos de cinco minutos, o mejor dicho, me hubieran matado en menos de cinco minutos. Cuando terminamos de cenar, nos dirigimos a los dormitorios, mis dos compañeras de cuarto se llaman Candy y Jessa, Candy es morena con gafas, muy alegre y risueña; Jessa tiene el cabello corto y es medio pelirroja, con unos preciosos ojos verdes, tiene un carácter más fuerte y es muy leal y atenta con todo. Esta noche, voy a dormir con una gran sonrisa en el rostro, imaginando todo lo que me puede pasar este año aquí.

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