Los Preparativos Para Navidad
Estudio de Isabella, Mansión Vodrak – fines de octubre
La luz tenue del atardecer se colaba por los altos ventanales del estudio, tiñendo de ámbar los pesados cortinajes de terciopelo granate. Entre estanterías cubiertas de volúmenes antiguos y una chimenea apenas encendida, el aire olía a madera pulida y té de manzanilla. Isabella se había instalado en su sillón favorito, con las piernas cruzadas y una carpeta de notas en el regazo. Elsa, siempre puntual, permanecía de pie junto al escritorio, con las manos entrelazadas y una expresión de tranquila paciencia.
Adelheid entró como una ráfaga de viento travieso, sin tocar la puerta. Llevaba el cabello recogido de cualquier manera y un lápiz mordido entre los labios. Su andar despreocupado hizo rechinar levemente el suelo de madera.
- ¿Tarde para la reunión navideña? - preguntó con una ceja arqueada, quitándose el lápiz de la boca y lanzándolo sin ceremonia sobre el escritorio.
Isabella ni levantó la vista de su carpeta.
- Me lo dejó Lord Tharion. Dijo que sería… educativo. Necesito ayuda.- respondió, con un tono neutro.
Adelheid bufó, girando sobre sus talones y dejándose caer en un sofá cercano.
- Claro. Porque nada dice “progreso y disciplina” como elegir cintas para coronas de ramas. - murmuró, cruzándose de brazos -¿Qué tanto puede complicarse decorar un árbol?
- Mucho, si lo haces mal. - intervino Elsa, alzando la mirada con una leve sonrisa - Así que presta atención. Le explicaremos lo básico. Yo rellenaré los silencios con lo que Adelheid se calle por no haberlo preparado nunca.
Adelheid suspiró, pero asintió con una leve inclinación.
- Bien. Las festividades aquí empiezan oficialmente el seis de diciembre, con el Nikolaustag, el día de San Nicolás. No te preocupes, esa parte se celebra en la plaza del pueblo. No te corresponde organizarla, pero Viktor podría llevarte. San Nicolás va con su túnica de obispo, reparte dulces a los niños… y su ayudante, Knecht Ruprecht, lleva un manojo de varas y asusta a los que se portaron mal.
- ¿Perdón? ¿Llevan a un tipo con varas a asustar niños en público? - interrumpió Isabella, divertida - ¿Y esto es normal?
- En Austria, sí. - dijo Adelheid sin inmutarse - Es una mezcla de castigo simbólico y tradición para los que se han portado mal. Pero tú solo asegúrate de no olvidarte del seis. Aunque no lo organices, será la señal para que todo lo demás esté en marcha.
- Apuntado: niños asustados y chocolate. ¿Qué sigue?
- La corona de Adviento. - respondió Elsa, dando un paso hacia el centro - Hay que prepararla antes del primer domingo de diciembre. Se hace con ramas de hoja perenne, cintas, pequeños adornos, y lleva cuatro velas. Una se enciende por semana, hasta llegar a Navidad. Podemos ponerla en el salón familiar.
- ¿Y si enciendo todas juntas? - preguntó Isabella.
- Entonces no entiendes el concepto de espera, ni de progresión. - dijo Adelheid con sequedad.
Isabella no respondió. Solo le sostuvo la mirada, imperturbable, hasta que Adelheid se removió en su asiento con una sonrisa torcida.
- Sigue, Elsa. Me está empezando a gustar esto.
- El veinticuatro de diciembre es la Nochebuena. En la ciudad hay mucho movimiento, pero aquí lo hacemos al estilo tradicional. - explicó Elsa, con una calma que no parecía afectada por la interrupción - Decoramos los establos con las iniciales de los Reyes Magos: C, M y B, para proteger a los animales. También puedes organizar la Herbergsuche, si te atreves: grupos que van de casa en casa recreando la búsqueda de refugio de María y José.
- ¿Eso todavía lo hace la gente? ¿No es mucho drama?
- Aquí sí. Es importante para los mayores del pueblo. - dijo Elsa - Y si organizas bien la logística, puede volverse una especie de obra viviente. Puedes involucrar a los jóvenes del pueblo. Y no, no es drama. Es memoria.
Adelheid soltó un silbido bajo.
- Vale. ¿Algo más que implique disfraces o cantos espontáneos?
- Villancicos, sí. Los coros se forman para cantar en las iglesias y plazas. También se hace una caminata con antorchas desde las casas de las montañas hasta el valle. Aunque en nuestro caso, podríamos organizar una versión adaptada dentro de los jardines.
- ¿Antorchas y nieve? Esto se pone interesante. - dijo Adelheid, empezando a tomar nota en un papel arrugado.
- Después de la misa de medianoche, se sirve la cena de Nochebuena. - continuó Elsa - Tradicionalmente, se come Gebackener Karpfen, carpa frita. De postre se sirve Sachertorte y una variedad de galletas caseras. Las Weihnachtsbäckerei.
- ¿Y el árbol?
- Ah, esa es la parte clave. - intervino Adelheid - El árbol se mantiene oculto de los niños hasta la Nochebuena. Solo cuando suena una campana pueden entrar y verlo decorado por el Kristkindl, el Niño Jesús. Nada de Papá Noel. Aquí baja un ángel rubio del cielo y lo deja todo resplandeciente mientras tú te aseguras de que nadie entre a espiar.
- ¿Un ángel rubio decora el árbol en secreto y trae los regalos? - repitió Isabella, incrédula - Eso es… raro.
- También mágico. - añadió Elsa, en voz baja - Si se hace bien a los niños les encanta.
- ¿Y el seis de enero?
- Dreikönigstag. Los niños se visten como Reyes Magos y van casa por casa cantando y bendiciendo los hogares con tiza. C, M, B, otra vez. Puedes organizar que pasen por la mansión. Es bonito para cerrar la temporada.
Hubo un momento de silencio. Adelheid miró su hoja, garabateada con símbolos, fechas y una caricatura mal hecha de un San Nicolás con gafas de sol.
- Te iremos ayudando con lo que necesites. - le dijo la joven.
- Está bien. Gracias a ambas. - dijo al fin - Parece más un festival teatral que una celebración. Pero puedo con eso. Lo haré a mi manera.
Elsa se inclinó levemente hacia adelante.
- Hazlo bien, no solo a tu manera. La Navidad no es solo espectáculo, mi señora. Aquí todavía significa algo.
- Lo entiendo.
Estudio de Viktor - Final de la tarde
El reloj marcaba las seis, pero la penumbra ya se adueñaba del estudio. El crepitar del fuego en la chimenea apenas atenuaba el frío que filtraba la piedra. Viktor se mantenía de pie, de espaldas al escritorio, observando por la ventana el bosque inmóvil bajo la nieve. No sabía con certeza cuánto tiempo llevaba allí, ni cuántas veces había repasado en su mente los detalles del día.
Markel entró sin anunciarse, como era habitual. El ruido sordo de sus botas resonó sobre la alfombra gruesa.
- Ya volvió Adelheid. - informó con tono sobrio - Me entregó la lista.
Viktor no se volvió aún.
- ¿Y?
- Cuatro familias Vodrak en Viena. Dos tienen hijos en edad escolar, una vive en los márgenes con papeles falsos y la cuarta es una viuda con un hijo mestizo, probablemente no registrado. En el ducado hay seis núcleos más, la mayoría en aldeas dispersas. Todos bajo discreta observación, como pediste.
Viktor asintió en silencio. No era la cifra la que le inquietaba, sino lo que implicaba. Isabella no solo quería organizar una festividad, estaba construyendo una red. Un plan. Algo más grande.
- La duquesa también pidió revisar los registros del último censo del ducado y compararlos con los informes médicos. Está cruzando datos para verificar qué linajes permanecen activos… y si hay patrones.
- ¿Desde cuándo? - preguntó Viktor, finalmente girándose.
Markel sonrió apenas, ladeando el rostro.
- Desde el desayuno. No ha parado ni un momento. Solo se detuvo para subir al ático con Adelheid. Estaban revisando las decoraciones, clasificando qué puede usarse y qué hay que restaurar.
Viktor frunció el ceño y se pasó una mano por la mandíbula con un suspiro contenido.
- También encargó la cena. - añadió Markel antes de que hablara - Le dictó a la cocinera el menú completo. Enviamos por ingredientes al valle y le pidió a los gemelos que acondicionaran el salón de lectura para las actividades de interior.
- No puede exponerse al sol aún. - murmuró Viktor, más para sí que para su interlocutor.
- Lo sabe. Y lo está manejando.
- Esto es demasiado trabajo. - insistió Viktor, cruzando los brazos - No está lista. No del todo.
- Y aun así lo está haciendo.
El tono de Markel no era desafiante, pero sí firme. Viktor lo conocía demasiado bien.
- Mi abuelo se pasó de la línea. - dijo con dureza - Sabía que no estaba preparada para recibir esta carga y aun así…
- La empujó a elegir. Y eligió.
Viktor se acercó al escritorio y apoyó ambas manos sobre la madera tallada.
- ¿Y si se rompe otra vez? ¿Y si…?
- No la has visto como yo hoy. - interrumpió Markel, más suave ahora - Está enfocada. Atenta. Da órdenes con claridad, escucha, anota. No le teme al trabajo, Viktor. Lo busca. No había visto a la señora tan viva desde el cambio.
Viktor bajó la mirada hacia el mapa extendido sobre el escritorio. La tinta aún fresca de algunas marcas señalaba rutas, aldeas, círculos rojos en los límites del ducado. Lo había hecho ella misma.
- Y sin embargo, sigue sin dormir bien. Evita los espejos. No soporta las luces brillantes. No se ha permitido llorar desde que volvió.
- Porque está ocupada siendo, no recordando.
El silencio entre ellos se volvió más denso, pero no incómodo. Solo cargado de cosas que no podían decirse fácilmente.
- Confía en ella, Viktor. - Markel dio un paso atrás - No es la misma que trajimos envuelta en mantas, con la mirada vacía.
Viktor cerró los ojos un momento, como si pudiera alejar así el peso que le oprimía el pecho.
- Confío… más de lo que debería.
Markel no respondió. Solo se inclinó levemente a modo de respeto y salió del estudio, dejando la puerta entreabierta.
Viktor se quedó en pie, escuchando el eco distante de voces femeninas en el pasillo. Risas. Órdenes suaves. El tintinear de cajas de madera al ser movidas. Y entre todas esas notas, una más clara, más firme, que lo hizo alzar la cabeza.
La voz de Isabella.
Y por primera vez en días, sintió que quizás -solo quizás- podía creer en lo que Markel había dicho.