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Latidos Corazón de Hierro Libro 5

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Blurb

Con determinación, Isabella se va convirtiendo en una figura poderosa. Estudia y aprende todo lo que necesita para cumplir con la prueba que el consejo le ha impuesto.

Se ha endurecido. Se ha blindado. Ya no ama, ya no confía. Solo gobierna a fin de apoyar a Viktor que le ha dado su confianza.

Viktor la apoya incondicionalmente, permitiéndole desarrollar al máximo su potencial mientras el vínculo se profundiza en ambos. Y, aunque él la ha amado como una sombra silenciosa, Isabella tiene miedo de volver a sentir.

Con el poder otorgado por el duque Vodrak, Isabella comienza a preparar su venganza, pero al mismo tiempo su redención frente a los Ashcombe.

El corazón es de hierro. No se rompe… pero tampoco se permite sentir.

Todos Los Derechos Reservados

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Lecciones Para La Duquesa El invierno aún no tocaba Viena con su aliento helado, pero el aire ya olía a cambio. Viktor Vodrak se detuvo frente al ventanal del despacho principal, el mismo que daba al ala privada de la mansión. Las enredaderas habían comenzado a marchitarse y el reflejo del sol de mediodía se estrellaba sin fuerza contra los cristales gruesos. No había dormido bien, otra vez. Y no porque Isabella lo hubiese mantenido despierto - ella era lo único que podía calmar la inquietud que lo perseguía desde hacía semanas - sino porque Tharion Vodrak seguía allí. Su abuelo. Una sombra arcaica con ojos que todo lo veían y una lengua tan afilada como la daga que llevaba oculta en el bastón. No tenía intenciones de partir. Al contrario. Había solicitado una habitación, luego un escritorio, luego informes del movimiento de los Vodrak residentes en las ciudades… y Viktor había entendido que su presencia sería permanente por los próximos dos años. Un suspiro silencioso escapó de entre sus labios. - ¿Ya preparaste los horarios para su instrucción? - preguntó Markel al entrar sin tocar, como de costumbre. Llevaba una carpeta de cuero bajo el brazo y la mirada escéptica de quien no aprobaba interrupciones matutinas… especialmente si eran familiares. Viktor asintió. Tomó el papel cuidadosamente doblado sobre el escritorio. - Austríaco tres veces por semana. Historia del ducado, dos. Economía básica de la mansión, organización doméstica, y etiqueta para eventos formales. - ¿Y descanso? - Markel alzó una ceja. - Dormirá cuando se aburra de mí. - respondió Viktor sin pensar, y luego apretó los labios. Markel lo observó con un deje de sonrisa. - Entonces no dormirá nunca. Viktor no contestó. Caminó hasta el perchero y se colocó el abrigo oscuro de solapas bordadas. Su gesto era severo, como de costumbre, pero los sirvientes que se cruzaban con él comenzaban a notarlo más humano. Más presente. Quizá era culpa de Isabella o del lazo invisible que lo unía a ella desde aquella primera noche en la posada, cuando la sangre de ambos selló un destino que él aún no se atrevía a nombrar. - ¿Elsa está con ella? - preguntó mientras avanzaban por el pasillo hacia la sala de lectura que había sido adaptada como aula. - Desde temprano. Le llevó un desayuno que apenas tocó. Está nerviosa. Viktor se detuvo ante la puerta. Cerró los ojos un instante. Podía olerla. No su sangre - aunque esa esencia seguía siendo un tormento amable en su sistema - sino su presencia, su pulso leve, su atención puesta en los libros dispuestos frente a ella. La imaginó con el cabello recogido, los labios fruncidos en concentración y los dedos jugueteando con el borde de las hojas. Sintió un nudo en el estómago. Empujó la puerta. La sala había sido redecorada. Cálida, de tonos dorados y madera oscura. Cortinas espesas filtraban la luz y una lámpara de aceite colgaba sobre la mesa central. Isabella estaba sentada con la espalda recta, vistiendo un vestido burdeos que resaltaba su piel clara. Elsa le señalaba un libro abierto, pero al notar su entrada, ambas se levantaron. - ¿Cómo va la duquesa? - preguntó Viktor suavemente. - Intentando no parecer una completa inútil. - respondió Isabella, bajando la vista. Pero no se movió. No retrocedió. - Tienes tiempo. - le dijo él - El idioma no es fácil, pero tus avances son notables. Nadie espera perfección... excepto tú. No debes demostrarle nada a nadie. Sólo a ti. Isabella levantó los ojos. Había determinación en ellos. Y también una llama tímida de orgullo. La misma que lo había hecho sentir que ella era su igual desde el primer instante. - Quiero ser útil. No decorativa. - Lo serás. Más de lo que crees. - dijo Viktor, acercándose. Depositó el horario cuidadosamente doblado sobre la mesa - Pero no intentes hacerlo todo a la vez. No tienes que demostrar nada. - Claro que sí. - susurró Isabella - A ti. A tu abuelo. A los tuyos. - A mí no. - respondió Viktor. Y fue sincero - A mí solo me basta con que sigas eligiendo quedarte y ser lo que desees. Te apoyaré siempre. Elsa carraspeó, incómoda y Markel fingió que leía algo en su libreta. Pero Viktor no se inmutó. Estaba cansado de no decir lo que pensaba. - Hoy estudiarás con Fräulein Adelheid. Es estricta, pero no cruel. Te enseñó a pronunciar correctamente el título completo. Isabella repitió en voz baja, concentrada: - “Ihre Gnaden, Herzogin Elira von Vodrak.” - Perfecto. - sonrió Viktor. Solo un poco. Pero no fue su sonrisa la que heló la habitación. Un paso resonó en el pasillo. Un bastón golpeando la madera. Elsa palideció. Markel murmuró una maldición. Y luego la puerta se abrió. - ¿Interrumpo? - preguntó Tharion Vodrak, su silueta erguida y solemne como una estatua del viejo imperio. - Siempre lo haces. - murmuró Viktor - ¿No se suponía que te quedarías en tu ala de la mansión? - Vengo a ver si la Sangre del Viento ha aprendido a decir “buenos días.” - dijo el anciano, con una sonrisa apenas curvada. Isabella lo miró… y dio un paso al frente. Se inclinó con gracia. - Guten Morgen, Lord Vodrak. Willkommen in meinem Zuhause. - Vaya… - el anciano ladeó la cabeza- . Tal vez no sea tan inútil después de todo. Y antes de que Viktor pudiera abrir la boca, Isabella giró hacia él. Tomó su brazo con firmeza y dijo: - Tengo clases, mi señor esposo. No me retrases. Viktor parpadeó. Tharion soltó una carcajada gutural. Y así, comenzó el reinado de una duquesa nacida del viento… y del fuego lento de una historia apenas en ciernes. La Hermana de Hierro La luz del atardecer teñía los pasillos del ala este con un resplandor cálido y polvoriento. Markel caminaba a paso rápido tras Viktor, los talones de sus botas resonando con impaciencia contenida. No estaba acostumbrado a ser llamado sin aviso, menos aún con ese tono particular que Viktor había usado. Demasiado calmo. Demasiado neutral. Cuando entraron al despacho, Isabella ya estaba sentada en uno de los sillones, hojeando un cuaderno con anotaciones y diagramas del sistema de calefacción de la mansión. Levantó la vista con una sonrisa cuando los vio entrar. - ¿Algo grave? - preguntó Markel, cruzando los brazos. Viktor no respondió de inmediato. Se acercó al aparador, sirvió dos copas de vino oscuro y le tendió una. Markel lo observó como si esperara que saliera humo. - Prefiero estar sobrio para lo que sea que vas a decirme. Sólo usas ese tono cuando no va a gustarme. - Entonces siéntate. Markel obedeció, aunque a regañadientes. Viktor se mantuvo de pie, las manos detrás de la espalda. - He hecho llamar a Adelheid. - ¿Qué? - Markel se irguió como si le hubieran clavado algo en la silla - ¿Aquí? ¿A esta mansión? ¿A vivir? - Sí - replicó Viktor, sin alterar su tono - Será instructora de idiomas para Isabella y la asistirá en las funciones sociales. - ¡Pero es mi hermana! - Lo sé. Isabella frunció el ceño, sorprendida por el estallido repentino. Markel rara vez se permitía emociones fuera de lo funcional. - Markel… ¿Hay algún problema? - preguntó, con la voz suave, pero firme. El hombre la miró, sus ojos grises algo desbordados. - Duquesa… le ruego que reconsidere. Mi hermana puede parecer dulce y frágil, pero es un torbellino disfrazado de doncella. No respetará el protocolo, la estructura de la casa, ni… ni la privacidad de nadie. Y… ¡No ha cambiado nada en cuatro siglos! - No ha cambiado, es cierto. - interrumpió Viktor - Pero sabe lo que es lealtad. Markel se volvió hacia él, incrédulo. - ¿Lealtad? ¡La última vez que vino a una corte Vodrak, le lanzó un jarrón a un embajador de los Grendhal porque la llamó “niña”! - No murió, ¿o sí? - ¡No! Pero desde entonces los Grendhal insisten en que los Vodrak somos salvajes con modales de establo. Isabella presionó los labios para contener una sonrisa, lo que no pasó desapercibido para Viktor. Él se inclinó ligeramente hacia Markel. - Ella será su dama de honor, Markel. Y tendrá autoridad para hablar en mi nombre si la situación lo requiere. Markel pareció atragantarse. - ¿La… dama de honor de la duquesa? ¡Viktor, por Neriam! ¿Quieres entregar la diplomacia de esta casa a Adelheid? Viktor se acercó con calma. Se detuvo frente a él, su presencia imponiéndose no con ira, sino con una fuerza silenciosa que no requería alzar la voz. - Necesito a alguien que la proteja como tú me proteges a mí. Con fanatismo, si es necesario. Y no puedo separar a una escolta de los guardias sin levantar sospechas. Adelheid será su escudo en sociedad. Si alguien osa ponerle un dedo encima, perderá la mano. Y si intenta manipularla… perderá la cabeza. Markel desvió la mirada. Su mandíbula tembló por un instante. - Mi familia ha servido a los Vodrak desde que el primer jefe de clan se sentó en el trono de sangre. Somos asistentes, consejeros… no bufones, Viktor. - Y por eso. - dijo Viktor - te estoy dando una orden con la deferencia que mereces. No te estoy pidiendo permiso. Te estoy advirtiendo por respeto. Tu hermana llegará mañana al anochecer. Isabella intervino entonces. Se puso de pie y caminó hasta Markel. Lo miró con esa mezcla de serenidad y dulzura firme que estaba empezando a dominar a la perfección. - Confío en tu juicio, Markel. Y si tienes razón y ella es tan caótica como dices… te haré responsable de moderarla, pero te daré la autoridad también. Markel resopló con cansancio y se pasó la mano por el rostro. - Dama de honor… esto va a terminar en fuego y diplomacia rota. - Ya sobrevivimos a peor - murmuró Viktor. Markel se levantó, recogió su copa de vino y se la llevó de una vez. - Voy a tener que advertir a los cocineros… y a los mozos de limpieza. Esa mujer no puede ver un uniforme sin arruinarlo. Y salió del despacho sin mirar atrás. Isabella rio por lo bajo. Viktor suspiró y se dejó caer en el sillón junto a ella. - ¿Estás seguro de que esto es una buena idea? - le preguntó ella. - No - respondió Viktor - Pero es la que tenemos. Adelheid puede ser imprudente, pero es porque ha vivido a la sombra de Markel. Si le damos algo con lo que demostrar su valor, se moderará. En eso te pido ayuda…Tienes toda la autoridad de mi nombre para guiarla y formarla de la mejor forma a fin de que se acomode a tu estilo. - ¿Puedo hacerlo? Aunque tenga 400 años. - Eres la duquesa, todos deben respetar tu palabra, aunque tengan 1000 años. - ¿Hay miembros Vodrak tan viejos? - preguntó con curiosidad. - Unos cuantos… Mi abuelo tiene 850… - Vaya, no representa más de 60… - Tenemos buena genética. – se burlo Viktor levantándose. – sigue leyendo. Contestaré tus dudas. Isabella asintió y volvió a los documentos mientras Viktor volvía a su escritorio.

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