ORIANA —¿Otro trago, señora? —pregunta el mesero. —¿Eh? —miro mi copa vacía de cóctel. ¿Cuándo la terminé? Una ligera brisa sopla en el patio exterior del hotel, levantándome el cabello. —Estoy bien, gracias. Solo tráigame la cuenta. —Está todo cubierto. Todo se cargará a ThornvaleTech, cortesía del señor Thornvale. —Oh —parpadeo—. Está bien. Gracias. El mesero se aleja y mi mirada se pierde en el asombroso atardecer. Probablemente sea el escenario más romántico en el que he estado, y aquí estoy, completamente sola. Se me pasó brevemente por la cabeza invitar a Leandro a cenar, pero ese pensamiento no duró más de un par de segundos. Sin embargo, mientras contemplo cómo los hermosos tonos naranjas y rojos se funden en el cielo, no puedo evitar sentirme un poco triste. No he tenido

