Obsesión de otoño

Miro con nerviosismo a las personas que se aglomeran en pequeños grupos alrededor de mis pinturas colgadas en las paredes blancas. Juego con las manos nervioso entre mis bolsillos, procurando mantener una expresión serena y desinteresada, ¿qué importa si piensa que soy un engreído? No necesito revelar mis emociones, mantener la calma en estos momento es una prioridad para no demostrar la angustia y desespero que me carcomen día a día por dentro. El sol se ha ocultado, se ha despedido dejando tras de sí un frío que cala en mis huesos, un frío tan similar como el que siento en las noches de ausencia en las que la pintura es mi único medio de escape. Doy unos pasos hacia una de mis pinturas, veo que algunas miradas se posan en mí pero le resto importancia, quiero sumergirme de nuevo en ese arte, revivir las emociones adormiladas que despertaron con el pincel en mi mano. "¿Cómo te parece?" Escucho una voz tras de mí, observó aquellos colores que se revuelven en planos y líneas de una manera abstracta. Vacilo un poco, me detengo en el rojo que parece predominar en ese momento en el lienzo. Es un completo desastre, los movimientos no logran expresar esa verdadera complicidad de los amantes. Alzó mis hombros esbozando una sonrisa "Creo que pudo haber sido mejor"  La mujer a mi lado me golpea con el hombro "No seas modesto" Me la recuerda a ella, a esa sonrisa tímida que logró enamorarme y convertirse en el símbolo de mis pinturas. La mujer que me abandonó revive en su figura y se dibuja en mi mente en pinceladas que por un momento me desmoronan, pero lo logro controlar. Pienso en ella, esa mujer que ahora se dibuja en mi hija que debe esperarme emocionada en casa para abordarme con cientos de preguntas acerca de mi exposición. Alejo de mí esos pensamientos y me concentro en ella, en la dulce Alice, esa amiga incondicional que me ha extendido su mano en esos momentos donde las lágrimas no parecen cesar. "Sabes que no lo estoy siendo" Mi respuesta le parece divertida porque sonríe suavemente, eso logra tranquilizar un poco el mar embravecido que es ahora mis emociones. Observó de nuevo la obra, la he llamado rencontre, el nombre de ello es sencillo, y la vez complicado, es simplemente en trazos lo que significa el encuentro entre dos personas que se aman, esas conversaciones que significan un idioma comprensible solo para aquellos que se aman y saltan de alegría ante la presencia del otro. Suelto un suspiro un poco cansado, me duele un poco el cuello a causa del estrés de los últimos días. No he podido dormir pensando en los resultados de esta exposición, en los comentarios que surgirán y me pondrán en el juicio ajeno. El amor ha sido siempre el concepto que he trabajado, en mis pinturas he reflejado desde la agonía hasta la felicidad que produce el sentimiento. ¿No es un concepto romántico de pintar? Lo sé, suena tan patético como se ve ¿Pero quién soy yo para intentar definir lo que es patético o romántico? El ser humano invierte esfuerzos fútiles en definir aquello que se sale de las palabras, que ni siquiera las acciones logran alcanzar. El amor no tiene definición, nunca la tendrá. "¿Te encuentras bien?" Me giro a la voz de Alice, ella me mira con sus ojos negros fijamente a lo que niego "Parecías bastante concentrado, ¿hay algo que te incomode?" Claro que hay algo que me incomoda, algo que trasciende mis propios límites humanos y me arrastra a un vórtice de incertidumbre. Ya ni sé qué quiero en cada pintura que nace, no sé qué quiero dar a entender. ¿Amor? ¿Angustia? ¿Lo reprochable que resulta este sentimiento? Mi cabeza se perfora ante estos pensamientos. El amor para mí desapareció el día en que ella decidió abandonarme con Brenda, dejándonos a la deriva de un mundo voraz y malvado. La cuidé como un cristal, la dejé reposar en la nubes de mi amor y vivir en la serenidad de mi presencia. Se marchó entre llantos y lamentos, le di el último adiós en medio de mi propia confusión para nunca más volver a verla. "Voy a ir a la sala contigua, quiero moverme un poco" Digo, apartándome de mi compañera que me mira con ternura. Me muevo, las manos que permanecen en mis bolsillos se mueven inquietas todavía y sudan entre la tela. Veo mujeres ataviadas con trajes elegantes, hombres que se mueven con elegancia y miran con ojos ignorantes mis obras que recopilan la complejidad del amor. Odio que personas como ellos miren mis obras, no las entiendes, no logran hacerlo. Es complejo, confuso. A veces ni yo mismo lo entiendo. Me muevo hacia la salida de la galería, quiero fumar un cigarrillo para recuperar un poco la tranquilidad que he perdido y alejarme de la masa que se reúne entre cuchicheos.  "Pero mira qué bonito pinta" "Son pinceladas bastante delicadas" "Tiene futuro como artista" "Le falta pulir ciertos aspectos, nada que el tiempo no puedo lograr" Mis pasos se mueven con lentitud, como  una cámara lenta que escucha en una voz en off los comentarios de los asistentes. Todo es lejano, ajeno a mi mundo en el cual me he encerrado en los últimos seis años. Brenda no hace parte de él, mis padres tampoco. Nadie lo hace. De pronto, una figura se empieza dibujar en la oscuridad de la calle, la silueta se dibuja bajo la luz de las farolas y se completa al atravesar las puertas de cristal. Mi corazón se detiene para latir de nuevo, pero ahora es de una manera diferente.