Mis hombros suben y bajan suavemente al compás de mi respiración, mis manos se mantienen estáticas sobre mis rodillas y mis ojos medio abiertos apenas reparan en la realidad. El estudio está en absoluto silencio, Brenda tiene su ceño apretado, su nariz arrugada y los labios entreabiertos sin perder de vista el pincel que se mueve con lentitud en su mano sobre el lienzo. La observo atento, descubriendo en sus facciones similitudes a mis rasgos y a los de su madre, unos que se han marcado con los años. Los recuerdos me embriagan y me renuevo incomodo sobre mi lugar. Me pongo en pie y me dirijo a uno de los lienzos cubierto con una tela blanca, dejo caer ésta al suelo con gracia y observo con cierto asombro el hombre desnudo allí pintado. Es Damian. Taylor me lo recomendó hace unas semana

