Esa noche Helena esperaba con ansias la llegada de su hijo. Contaba con que le dieran una buena explicación de lo que estaba pasando con Adriana. La mujer aguarda sentada en el comedor de la casa; desde luego que no espero que Bastián llegara a la hora de la cena, pero si tenía esperanzas de que se apareciera a la hora que fuese. Gracias a dios no tuvo que esperar mucho para verlo entrar al comedor, y a juzgar por su expresión de mal humor no parecía que hubiera tenido un muy buen día. —Bienvenido, hijo —lo saluda secamente. —Madre —se sienta a dos sillas de ella picándose el puente de la nariz —. ¿Qué es lo que pasa ahora? Sé que falte el otro día, pero sabes bien que tengo mucho trabajo en la empresa. —Sí, ya me he dado cuenta del exceso de trabajo que tienes —Helena lanza la revi

