Al llegar a Los Ángeles, Diego nos esperaba en la salida del aeropuerto. Desde lejos lo vi buscarme entre la multitud, hasta que su mirada se cruzó con la mía. Una sonrisa se dibujó en su rostro, la misma de siempre, esa que me hacía sentir en casa sin importar dónde estuviera. No lo pensé dos veces y corrí a abrazarlo. —Bienvenidos a casa —me susurró mientras me envolvía en sus brazos y me daba un beso en la frente. Sin embargo, su expresión cambió al notar que llegaba tomada de la mano con Darío, con Tamara en mis brazos y Edith siguiéndonos con las maletas. —¿Quién es él? —me preguntó al oído, sin dejar de observar a Darío de arriba abajo. —No empecemos, Diego —contesté con una sonrisa ligera, tratando de desviar su curiosidad. Luego tomé a Darío de la mano y lo acerqué—. Amor,

