Mía seguía observando el exterior de su nueva prisión desde la ventana de la habitación. Su rostro reflejaba tristeza y no pudo evitar derramar algunas lágrimas mientras esperaba la decisión de su futuro esposo.
—Aléjate de esa ventana, eres un blanco fácil ahí, no seas tonta —El hombre la tomó del brazo con fuerza y la alejó.
—Quizás eso sea lo mejor —A Mía no le importaba el mal carácter de ese hombre con el que inevitablemente se casaría. No pensaba complacerlo en todo sin discutir solo porque su vida estaba en sus manos. Si se preocupaba tanto por mantenerla con vida, eso significaba que él no estaba interesado en asesinarla.
—No te dejaré morir porque eso le daría al “diablo” la seguridad de que no podré quitarle el trono que le robó a mi madre y eso no lo voy a permitir —El hombre, por primera vez, volteó a ver a los ojos a la mujer que sería su esposa.
—¿Por qué razón debo casarme contigo? Explícame —preguntó la chica, a pesar de ver directamente a los ojos al hombre que parecía querer matarla con la mirada. No tenía miedo; su destino era cruel, pero ya no quería seguir sufriendo. Si tenía que pelear, lo haría sin miedo. Su vida ya era una prisión, morir sería una forma de ser libre.
—En nuestro mundo, solo una unión matrimonial con la familia del actual jefe podría darme el poder para pelear por el trono. Tu padre se casó con mi madre para lograr estar donde está. Su poder habría sido absoluto si ambos hubieran tenido un hijo de sangre, así nadie podría quitarle el trono, pero para su mala suerte, mi madre no pudo darle un hijo. Así que nos adoptaron a mis hermanos y a mí. Cuando mi madre murió, él negó ser nuestro padre y así se aseguró de que no pudiéramos acceder al poder, pero lo que él nunca supo hasta ahora es que sobreviviste —La chica escuchó atenta al hombre, sin saber qué pensar de la locura en la que la habían metido.
—Por eso me tengo que casar contigo, para que puedas pelear por el trono del “diablo”. Esto es una locura —Mía no podía creer que todo eso fuera por poder y nada más, sin importarles la vida que estaban destruyendo.
—No solo casarte, tú me darás un hijo, el próximo heredero. Pero mientras él crece, yo seré el jefe —Mía retrocedió ante las palabras del hombre.
—Yo no quiero tener un hijo, y mucho menos suyo. No quiero traer otro mafioso a este mundo que venga a destruir la vida de los demás sin importarle nada más que el poder —Mía se atrevió a gritarle, sin importar que la discusión terminara mal.
—Eso no es algo que te esté preguntando, pequeña. Debes hacerte a la idea de que después de la boda serás mi mujer y la madre de mi hijo —El hombre la arrinconó contra la pared. Ella se puso muy nerviosa, pero fue salvada por la campana.
—Erick, encontramos al traidor en la cocina —Mía respiró aliviada de que el hombre tuviera que irse.
—Jack, pídele ayuda a Javier, llévenlo al sótano. En un momento los alcanzo —Erick habló sin dejar de mirar a la chica.
—Te veremos allá —Jack se fue, dejando nuevamente a la pareja a solas.
—La puerta estará abierta, puedes ir a comer algo a la cocina. Kira probará todo lo que comas antes que tú, ya sabes por lo que acaba de pasar. Tienes dos días para acostumbrarte a que después de nuestra boda serás mi mujer —Erick le dio un beso a Mía, beso que ella no respondió, y se fue de la habitación tal y como lo dijo, dejando la puerta abierta.
—¡Imbécil! —gritó la chica, y Erick alcanzó a escuchar, pero se limitó a sonreír con malicia.
Aunque Mía estaba molesta, tenía hambre. No había comido nada por el incidente, así que salió de la habitación. Ahí se encontró con Kira, quien la siguió hasta la cocina.
Una empleada, al verla entrar, le sirvió de comer inmediatamente porque así lo había ordenado el jefe, pero antes de que Mía pudiera probarlo, Kira lo hizo primero.
—¿No te molesta arriesgarte a morir por una desconocida? —Kira mantuvo el silencio ante la pregunta de la chica. Mía no le dio importancia a su silencio, pues ya estaba acostumbrada a eso.
Mía por fin pudo comer tranquila y tomar jugo, no sin antes ser probado por Kira, quien permanecía a su lado como la sombra que había sido ese último año para ella.
Cuando Mía terminó de comer, una de las puertas de la cocina se abrió y salió Erick con la ropa manchada de sangre, dejando a Mía asustada.
—¿Vas a comer algo más? —le preguntó Erick a Mía, y esta negó con la cabeza; la impresión de verlo todo lleno de sangre la dejó muda.
—Perfecto. Kira, ve a ayudarles a mis hermanos, ella puede estar sola unos minutos —Kira no dijo nada; se limitó a irse por la misma puerta por donde apareció Erick. Y Erick salió de la cocina hacia las habitaciones.
Mía se quedó un rato en la cocina, pero escuchó a unas personas hablando en el jardín, así que caminó con curiosidad.
—Ya descubrieron a la cocinera, tenemos que irnos antes de que nos descubran a nosotras, mamá —Un par de mujeres hablaban nerviosas, una más mayor que la otra.
—Sería sospechoso si nos vamos ahora, nos buscarían para matarnos —Mía sonrió, porque vio en esas mujeres la oportunidad de su vida.
—O si yo hablo, las asesinarán ahora mismo —intervino Mía. Las mujeres la miraron como si hubieran visto al "diablo".
—Señora, haremos lo que usted quiera, pero no nos acuse con su esposo —Mía sonrió y se acercó a ellas.
—Es su día de suerte. Casualmente necesito algo sin que se entere mi esposo —Mía no estaba dispuesta a ser madre, y mucho menos de un bebé del hombre al que no amaba.
—Lo que usted pida, señora —Las mujeres no tenían otra opción que ayudarla.
—Anticonceptivos. Ustedes trabajan con la comida, pueden colocarlo en mi bebida todas las mañanas, no me importa. La única condición es que mi esposo no se dé cuenta, y si lo hace, jamás digan que fue idea mía o le diré que las enviaron a matarme —Mía no quería un hijo, pero tampoco pensaba arriesgarse a ser blanco de la ira de su futuro esposo.
—Todo será como usted diga, señora —Mía volvió a entrar a la casa, feliz porque ya había conseguido la forma de evadir un embarazo.
Estar íntimamente con Erick era algo prácticamente imposible de asimilar, pero si se resistía, él podría tomarla por la fuerza y no quería vivir una experiencia traumática con él. Así que se estaba haciendo a la idea de que él sería el primer hombre en su vida, pero no el último. Cuando consiguiera la oportunidad, se alejaría de él para siempre.