CAPÍTULO 7

1432 Words
El estilista trabajó muy rápido, le hizo un peinado y un maquillaje sencillo pero elegante a Mía, quien se puso rápidamente el vestido y los zapatos para ir al salón de eventos junto a Erick. Erick subió a una camioneta con chófer en compañía de Mía y Kira. Mía se sentía muy nerviosa, lo único que quería era arrojarse del auto y correr lo más lejos posible de ese hombre. —Vamos tarde por tu culpa. Odio la impuntualidad —dijo Erick, lleno de rabia. —Pues debiste haber buscado a otra para casarte, otra que sí quisiera hacerlo —respondió Mía, sin bajar la cabeza. Una cosa era que la obligara a casarse con él, pero otra muy distinta que ella fuera a obedecerlo sin protestar. —Lo haría si tu querido padre tuviera otra hija, pero para mi mala suerte solo te tuvo a ti, así que debo conformarme contigo —Erick detestaba que la chica no se quedara callada. —En realidad, es solo tu padre, porque a mí no me reconoció. Legalmente, ese hombre y yo no somos familia, así que no vuelvas a decir que es mi padre, porque no lo es. Él solo cumplió con el anuncio contigo y tus hermanos. Él es su padre, no el mío —esa respuesta de Mía dejó sin palabras a Erick. La chica tenía razón: El Diablo no era su padre legalmente. Aunque llevara su sangre, ella no lo conocía y él no le había dado su apellido. En cambio, Erick y sus hermanos habían sido adoptados por ese hombre y habían crecido junto a él. Ellos eran más hijos de ese hombre que la propia Mía. Kira observó en silencio la discusión de la pareja y pensó que ambos podrían terminar enamorados. Eran tal para cual, tenían el mismo carácter y ninguno iba a dejar que el otro ganara, así que le parecían una pareja interesante. —Llegaremos en cinco minutos —el chófer rompió el incómodo silencio que se había generado tras la fuerte discusión de la pareja. —Espero que al menos aquí te comportes. Estarás vigilada todo el tiempo, así que no intentes nada —dijo Erick. No quería que esa celebración terminara en desastre por culpa de su futura esposa, la cual ya le estaba causando demasiados dolores de cabeza en tan poco tiempo. No se imaginaba lo que pasaría cuando llevaran meses o años juntos. Él no creía poder soportarlo; simplemente lo intentaba por cumplir la última voluntad de su madre. —No puedo prometer que no intentaré escaparme si veo la oportunidad, porque es lo que más deseo en esta vida —Erick apretó los puños, conteniendo la ira que sentía por culpa de esa chica. Nadie comentó nada más hasta que el chófer se estacionó y abrió la puerta para ayudar a bajar a la novia y a Kira. Erick bajó solo y le ofreció su brazo a su futura esposa. Ella quiso negarse, pero sabía que no tenía caso, así que finalmente accedió y entró tomando el brazo de Erick. Erick la guió hasta el salón de eventos, donde, al verlos entrar, todos aplaudieron. Ahí estaban reunidos los mafiosos más importantes de toda Alemania. Por supuesto, nadie fuera de ellos sabía a qué se dedicaban. Si un policía se enterara de que estaban todos ahí reunidos, harían el arresto del siglo, pero eso no iba a pasar porque tenían a policías comprados. Si alguno llegaba a presentarse con la intención de arrestarlos, terminaría muerto. —El juez y su asistente ya están listos, pueden comenzar cuando tú digas, hermano —Jack se acercó a Erick para informarle. —Hagamos esto de una vez. Mientras más pronto comience, más rápido terminará —Jack asintió y avisó a todos que la ceremonia iba a comenzar. Todos parecían muy felices, menos la novia, que solo miraba a su alrededor, buscando una forma de escapar de todo eso. —No podrás salir de aquí, al menos no viva, así que resígnate y deja de luchar —aconsejó Erick a la chica, que lo observó con desprecio. —Jamás dejaré de luchar. Aun cuando creas que ya acepté este destino, por dentro seguiré luchando por alejarme de ti y de toda esta porquería de vida que llevas —para Mía, el hecho de que estuvieran haciendo todo eso únicamente por poder le daba asco. Le parecía caer muy bajo solo por un poco más de poder. Esos mafiosos no se conformaban con nada, siempre querían algo más que tenía otro y siempre tenían excusas nuevas para enfrentarse. Así que ella siempre lucharía por alejarse de todo eso y, aunque le tomara algo de tiempo, lo lograría, porque esa era su meta en la vida. —Entonces veremos quién se cansa primero: si tú, de luchar contra todos, o yo, de intentar dominarte —Erick se arregló el traje para avanzar hacia la mesa donde los esperaban el juez y su asistente. —Veremos —Mía caminó a su lado, pero su rostro no reflejaba nada de felicidad y no iba a fingir solo para complacer a Erick y sus hermanos. Mientras Mía caminaba hasta estar frente al juez y enfrentar su destino, en un salón cercano Noah y Marie salían de un evento empresarial de última hora. La chica se había ofrecido a acompañar a su padre en lugar de su madre, ya que esta volaría con sus hermanos menores a Nueva York a una fiesta de cumpleaños. Originalmente, tendrían que haber viajado todos, pero ese evento surgió de repente y Noah debía volver a Alemania, así que su hija mayor lo acompañó en lugar de su madre. —Todo estuvo muy lindo, papá —comentó Marie mientras caminaba del brazo de su padre hasta la salida del lugar. —Lo mejor fue mi acompañante, fui la envidia de todos —comentó Noah, haciendo sonreír a su hija, quien se distrajo con el evento de otro salón por donde iban pasando. —Mira, papá, una boda, qué lindo —Marie se detuvo en la puerta de ese salón y observó el evento maravillada. —Sí, hija, las bodas siempre son hermosas —comentó Noah, observando a su hija. —Pero esta novia no se ve muy feliz —comentó Marie cuando los invitados aplaudieron y los novios se dieron un rápido y frío beso. En el rostro de la novia se podía ver la gran tristeza que sentía. —Seguramente son solo los nervios por casarse. Ese es un gran paso en la vida adulta, así que es posible que esté nerviosa y nada más —Marie observó a los recién casados un momento y, por alguna razón que ella desconocía, sintió tristeza en su corazón. —Seguro es eso, papá. Mejor ya vamos, tal vez podamos alcanzar a mamá y a mis hermanos en Nueva York —Marie tomó la mano de su padre para caminar a la salida. —Sí, espero llegar a tiempo con ellos —Noah se fue feliz con su hija. Mientras tanto, en el salón de eventos, la novia lo único que deseaba era encerrarse en una habitación y llorar sin parar. En sus ojos se podían ver las lágrimas contenidas, amenazando con salir, así que Erick decidió hacer algo. —Kira, llévala a la habitación del fondo y no la traigas hasta que se controle —Kira obedeció y llevó a Mía adonde su jefe le ordenó. Al llegar allí, la chica se echó a llorar sin cesar. Kira la dejó sola y se quedó de pie fuera de la puerta. Esa era la única salida, así que Mía no escaparía, aunque lo intentara. —¿Por qué demonios me pasa esto a mí? —Mía lloró con todas sus fuerzas por un largo rato y, cuando por fin logró calmarse, Kira llevó al maquillador para que la ayudara a ocultar que había estado llorando. —Abrirás la pista de baile junto a tu esposo, luego será el banquete, se tomarán unas fotos y cortarán el pastel. Solo entonces se dará por finalizado el evento y se podrán ir —informó Kira. Mía no dijo nada. Ella ya no sabía qué era peor: quedarse ahí y fingir que todo estaba bien, o volver a esa mansión que era su prisión y, además, tener que cumplir con su noche de bodas con un hombre que no amaba. Sentía su alma vacía y no sabía qué era lo que debía hacer. Solo rogaba por un milagro y que Erick no la tratara mal a la hora de hacerla su mujer.
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