1.- Caterina.

1751 Words
Corro todo lo rápido que me dan los pies, siento el dolor en mi entrepierna, sin embargo no le presto atención, debo huir de él. Está helando fuera y mis pies descalzos se tornan duros a cada golpe contra el asfalto. Tiemblo, mis dientes castañetean, el dolor es más intenso, cala hasta los huesos y aun así… no me permito detenerme, debo llegar a la casa donde me siento segura y protegida.   Llego a la verja de la Mansión Hudson, mi segundo hogar, aunque ya pienso que es el primero. Trepo y salto hacia el otro lado dentro de la casa; Fox y Capitán me reciben como siempre a pesar de la hora, Laica debe estar cuidando los cachorros porque no siento su presencia cerca. Observo la ventana de d**k, la luz se encuentra encendida y la ventana abierta como siempre. Sonrío a pesar de que no dejo de llorar. Trepo el árbol y mi cuerpo resiente el esfuerzo, no me puedo derrumbar, no ahora, no cuando ya estoy tan cerca del calor y la protección que me proporcionan sus fuertes brazos. Siento que mis fuerzas flaquean, llego a la ventana subiendo al alfeizar. Me rompo, sollozo con fuerza y lo veo sentado frente al ordenador. Lloro tan avergonzada que mis sollozos llaman su atención. Gira en la silla y su sonrisa se borra de súbito.   — ¿Pequeña? – Nunca ese apelativo me había dolido tanto — ¡Dios mío! ¿Qué sucedió? ¿Qué te hicieron? – salto a sus brazos llorando a gritos, rodeando su cintura como siempre y llenando de mi sangre su impoluta camiseta blanca.   Escondo la cara en su cuello y lloro, lloro todo el dolor, toda la humillación y la vergüenza de la que he sido víctima y él lo nota.   Dickson Hudson.   Salta a mis brazos temblando asustada, se encuentra helada, su rostro está golpeado; no para de llorar y la arrullo para que se calme. Recuerdo la primera vez que saltó por esa ventana, fue hace nueve años y tenía siete. Me dio el susto de mi vida, sus enormes ojos amarillos la hacían ver como un gatito en un árbol. Sonrío. Sus padres no le prestaban atención y bueno… no tenemos hermanas así que Caterina De Santis se encuentra entre nosotros como parte de la familia, entrando y saliendo de esta casa por mi ventana desde que era una cría.   Siento humedad en el abdomen y el olor a sangre me golpea en la nariz. Detallo su rostro y al mirar hacia abajo entre nuestros cuerpos, noto la sangre que se concentra a la altura de su sexo manchando mi camiseta. Quedo petrificado. Un temblor de pánico y rabia a la vez me recorre el cuerpo, trato de separarla y no me lo permite, se encuentra en estado de shock. Grito a mi madre para que me presten ayuda, no quiero que piensen que yo lo hice, tiene catorce años y yo… he dormido mil veces con ella ¡maldita sea! ¿Quién le hizo esto? Grito de nuevo y siento más de un par de pasos. Mi madre entra a la habitación con mi padre, afectados por mis gritos de auxilio, giro para que me ayuden con la Pequeña Cat, mi madre se escandaliza al ver mis lágrimas y es cuando me entero que estoy llorando.     La niña no suelta mi cuello, pero mi madre le susurra palabras dulces al oído y al mirarla se suelta poco a poco y la puede controlar. Su estatura es baja y está muy delgada para su edad, me atrevo a asegurar que le falta peso. Mi madre baja la vista hasta mi camiseta y la mancha de sangre, niego frenético. Soy un hombre de veintiún años, estudio ya el último año de medicina en la universidad y soy el mejor en mi clase, no voy a dañar mi futuro por hacer eso que cree mi madre ¿lo cree? Mi padre sabe que no lo haría. Palmea mi hombro tranquilizándome, diciéndome con la mirada que sabe quien soy y que yo no le haría daño.   — No la asees aun, voy a llamar a Marck – señala mi padre refiriéndose a su hermano que es abogado y trabaja para la policía de Nueva York.   Cuando mi tío llega con un efectivo de la policía ya mencionada, me interroga y de inmediato llama un forense. Yo aún me encuentro en la alcoba, sentado en el sillón al lado de la cama cuidando el sueño de Caterina cuando escucho a mi padre rugir por teléfono algo ininteligible en italiano y el apellido De Santis. Nickolas entra a la habitación, aprieta los puños y la mandíbula con tanta fuerza que al parecer va a romperla, impulsivo, salvaje e indomable, pero también astuto y malicioso solo tuvo que ver la mancha de sangre en la camiseta que aún llevo puesta y a la Pequeña Cat hecha un ovillo en mi cama para adivinar la situación.   — ¡Nick! – pero al levantar la cabeza ya no se encuentra en la habitación.   Mi padre grita y escucho el motor de su Ferrari rugir…     Nickolas Hudson.   Ser el hermano mayor apesta. He pasado todo el día en reuniones por el Consorcio y todo lo que concierne a la construcción de los parques temáticos en toda la ciudad, el nuevo club deportivo y la casa hogar que madre “necesita” – eso me dijo antes de salir esta mañana – que esté edificada para finales de año.   ¡Joder, la amo con locura!   Recibo un mensaje de cierta jovencita a quien amo también y sonrío al ver las caritas y emoticones que envía. Me invita a salir de farra luego de una cena romántica. Pongo los ojos en blanco y me rehúso por supuesto. Dice que invitó a d**k y le dijo que si, le digo que miente, me envía una foto donde me hace un mohín y muero de risa. Le devuelvo una foto mía con ojos entrecerrados y me devuelve la misma con labios y ojos pintados de rosa ¡es una arpía! Pero me alegró el día entre reunión y reunión, pregunto cómo va en la escuela y me responde con stickers de gatos ahorcados y perros desangrados ¿lúgubre no? Creo que necesita terapia.   Son casi las siete de la noche y me marcho de la oficina hacia un bar a tomarme una copa, relajarme y ¿Por qué no? Buscar algo de compañía sin compromiso. Ya llevo cuatro whiskeys y no encuentro nada que me guste. Una mujer rubia con un vestido n***o que me grita “fóllame en los baños” se acerca, es mayor, de treinta a treinta y cinco. Coquetea y sonríe, tiene los ojos verdes, capta mi atención; senos grandes obviamente operados, piernas torneadas y un cutis muy cuidado, aceptable; pero mi teléfono vibra y cometo el error de sacarlo. Es un mensaje de mi padre “a casa, ahora” ¡mierda, debe ser grave! Sonrío a la chica y saco unos billetes para que el barman le ofrezca dos o tres tragos más, pagar los míos y retirarme a mi hogar.   Al llegar encuentro dos autos policiales en el frente y el Volvo V60 de mi tío Marck parqueado frente a la terraza ¡Joder, me siento asustado! Bajo corriendo del auto sin siquiera cerrar la puerta y al entrar en la casa me encuentro con que mi padre está furioso hablando en Italiano con De Santis, subo de inmediato a la habitación de mi hermano porque según lo que entendí pasó algo con Cat ¡maldita sea me tiemblan las piernas! Y la puta escalera no termina.   Asomo la cabeza por la puerta y encuentro a d**k sentado en el sillón al lado de la cama con las manos en la cabeza y la Pequeña Cat hecha un ovillo temblando y llorando. Mi vista cae en la camiseta de mi hermano, veo una mancha de sangre y llega a mi mente el recuerdo de sus palabras “no me gusta que mi tío me abrace”, “no lo hace con cariño”, “muero de asco”. La cabeza me da vueltas, aprieto los puños y la mandíbula hasta que los dientes traquean, mi hermano sube la cabeza, sus ojos se ven apagados y yo regreso sobre mis pasos, escucho cuando llama mi atención y lo ignoro, mis oídos zumban, ignoro a todos y entro al auto encendiendo el motor, Marck grita, pero cuando mi padre llega ya he salido.   Entro a la Mansión De Santis como el propio Lucifer llamando a Adriano y Rogelio baja la escalera. Al verme sabe que vengo por su hermano, voy a buscarme un tremendo lío, pero amo a esa niña como mi familia y si le sucede algo, yo respondo por ella.   — ¡No está, se ha ido! – niego.   — ¡Sabes perfectamente que si está, por su bien y el tuyo! Sácalo de donde se esconde – el desgraciado sale con un arma en la mano, pero tiembla y no dispara — ¿qué, eres tan cobarde que temes enfrentarme desarmado, maldito engendro? – sus ojos se abren como platos al ver que me acerco.   — ¡No te acerques, te mataré! – ignoro las voces a mi alrededor, es un maldito cobarde que se aprovecha de las chicas ¡voy a matarlo!   Salto encime de él y el arma se detona asestándome el tiro en el hombro mientras le destrozo la cara con mi puño derecho, nadie interfiere, nadie lo hace. Hasta que mi padre llega, alejándome del imbécil que no se mueve, Lía llora y Cala también, pero no lo hacen por Caterina, lo hacen por Adriano a sabiendas de que la ha lastimado.   — Son unos sinvergüenzas, ese desgraciado lastimó a su propia hija ¿y no hacen nada? – le grito a Rogelio mirándolo con una rabia desconocida para mi hasta hoy.   — ¿Quién nos asegura que no fueron ustedes que la violaron? – siento como el color escapa de mi rostro.   — Vigila tus comentarios Rogelio, no acuses a mis hijos de algo que te puede costar caro – mi brazo sangra y empieza a doler.   — ¡Me están atacando en mi propia casa! – grita — ¡lárguense de aquí! – es lo último que escucho.   La vista se emborrona y el cuerpo me tiembla, intento levantarme sin éxito y de pronto todo es n***o.
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