Bajo de forma sigilosa la escalera huyendo de él, lo escucho azotando puertas buscándome. Estoy sola y siento miedo de que me hiera de nuevo. Sus pisadas se hacen más cercanas y mis pies descalzos ayudan a que no me encuentre, me escondo, respiro profundamente para recobrar el control de mi cuerpo y apaciguar los latidos erróneos de mi corazón.
Tengo miedo.
Él me lastima.
Ya no quiero esto, dice que lo hace porque me ama, pero duele, duele cada que lo hace y es más intenso. Duele el cuerpo y mi corazón, duele también. Ruge mi nombre y quedo petrificada, se acerca, tira de mi muñeca con una fuerza que magulla mi piel, grito y me azota la mejilla, siento el sabor a sangre en la boca y sé que ahora… si estoy perdida.
— ¡Noooo por favor! – golpeo su rostro con el puño e insiste, me aplasta con su cuerpo.
Tomo un bastón del paragüero que se encuentra al lado de la escalera, lo golpeo con todas mis fuerzas, gruñe y afloja su agarre facilitándome el poder soltarme. Salgo de debajo de su cuerpo, siento dolor, siento humillación, pero sobre todo siento miedo. Pateo su rostro y huyo… lejos, lejos de él.