CAPITULO 1|PALERMO

1843 Words
Con un andar seguro, pero a la vez marcado la mujer emprendió una caminata molesta, sus ojos irradiaban furia mientras sostenía el documento que se le había sido otorgado por uno de los administradores de Palermo, sus pasos furibundos se marcaron en el suelo y el hombre que permanecía dentro de la oficina mirando la ventana supo lo que se avecinaba con tan solo escucharlos. Vittorio Pietrelli suspiro esperando la entrada de la mujer y que ésta rompiera su tranquilidad. Agatha Santoro ingresó portando un imponente vestido rojo con sus hombros cubiertos con una gabardina exclusiva de Dior, con rabia lanzó los documentos sobre la mesa. —¡Otro maldito año, Vittorio! —Gritó con la garganta ronca, el hombre giró su silla para encararla—Las Hienas llegan de Rusia en dos días y Fiorella no está en la jodida lista, no tolerare que intentes protegerla este año, lo he tolerado dos veces, pero ninguna más. —Fiore no está en venta para los rusos, aún no está lista. Las Hienas como eran apodados eran los hombres de Lukyan Kuznet, era un grupo de hombres de confianza destinados por el Glavny (Líder) para viajar a Italia, especialmente a Sicilia en busca de mujeres que pudieran complacer a su jefe, sin embargo, había rumores de que el destino de aquellas chicas no era el esperado. —¿No está lista? —preguntó haciendo un mal gesto—Fiore es la atracción de Palermo, la mujer más deseada del Paradiso ¿Aun así te atreves a decir que no está lista? No he mirado a un hombre que se resista al mirarla bailar. Estás loco, por lo tanto, exijo que coloques su nombre. En Palermo no toleraremos preferencias. Agatha Santoro era una mujer poderosa dentro del bar, controlaba a las mujeres, las preparaba y en tiempos pasados ella misma fue una reconocida bailarina, se extasiaba de haber tenido intimidad con los magnates y políticos más importantes de Italia y porqué no, también de Europa. Durante décadas, las Hienas habían llegado a Palermo, llevándose a muchas mujeres, pero la obsesión de Kuznet eran las vírgenes, lamentablemente, Vittorio en todos esos años había protegido a Fiore alegando que no era momento. —Parece que te aprovechas de tu posición y del poder que te he conferido Agatha… —No, yo solo exijo equidad, todas las que entran a Palermo saben cual es su camino y si terminan en las manos de un sádico ruso es el destino que tenían trazados, sin embargo, a todas les otorgó las mismas posibilidades. Hay cinco Vergine (Vírgenes) y todas serán presentadas a las Hienas en dos días. —Tengo cosas más importantes de las que preocuparme como para poner importancia a tus reclamos sobre equidad. Los hermanos Salerno visitarán esta noche Palermo y es mi deber ofrecer un buen servicio cuando son ellos los que le inyectan dinero a esto—Señaló la lujosa oficina, imponentes sofás de cuero, bar propio y suelos de mármol, además de las incrustaciones de oro en las paredes que afianzaban en glamour—Déjate de tonterías. Vittorio tomó su encendedor de uno de los cajones y encendió un cigarrillo, lo tomo entre su dedo índice y medio y después se encaminó hacia su costoso abrigo de Armani, pasó de largo a la mujer, estaba cansando, no iba a seguir discutiendo con ella. Cuando estaba por salir la voz de Agatha lo hizo cerrar de un portazo y regresar adentro. —Si no quieres que participe como todas en la selección entonces que esta noche deje de ser virgen—Sentenció—Me encargare de que así sea, no voy a tolerar que ninguna mujer sea desperdiciada por tu jodido instinto paternal. —¿Instinto paternal? No digas estupideces—Dio una calada a su cigarrillo—Ya lo he dicho, Fiore no se irá a Rusia, por lo tanto, prepara a tus mujeres para la selección, pero déjala fuera de la lista, tengo otros planes para ella. Los Kuznet eran perfectamente conocidos por Vittorio, hacía ya varias décadas había tenido un encuentro con Egor Kuznet, un ruso de cabello rubio brillante y ojos azules intensos, con solo mirarlo tenías claro que no era gente con la que pudieras jugar y cuando se obsesionó con la madre de Fiore no hubo manera de salvarla, término en los brazos del líder criminal ruso y nunca más se volvió a saber de ella más que había muerto cuando este se aburrió de su compañía. Fiore Rinaldi había nacido en el antiguo club que precedió a lo que ahora era Palermo, al principio fue mirada como un error, porque se desconocía quien era su padre, a pesar de que insistieron en que lo prudente sería abortarla, su madre, Mariella Rinaldi, insistió que le permitieran tenerla, la pequeña niña nació y creció en un ambiente que no era para ella y las cosas se tornaron mucho más complicadas cuando su madre fue apartada de su lado cuando tan solo tenía ocho, fue terrible, pero supo lidiar con ello hasta convertirse en la mujer que era ahora. Agatha no iba a ceder, no le agradaba Fiore, no porque fuera una mala mujer sino porque tenía resentimientos muy antiguos con su madre, por lo tanto, no le concedía ni un solo privilegio a pesar de ser la mujer con más antigüedad allí pues prácticamente había crecido entre ellas. Vittorio no pudo escapar de sus amenazas, Agatha tenía el poder de terminar con la protección que tenía Fiore como Vergine ya que era ella quien colocaba los estatus de las chicas dentro del Paradiso. Para la mujer, Fiore era un número, para Vittorio era prácticamente su hija. —Colócala en la lista si tanto te interesa, sigues siendo la misma mujer celosa de hace más de veinte años—La miro con rabia—Nunca fuiste ni serás nada comparada con la madre de Fiore y al ver que ella también supera a las mujeres que tu misma has preparado eso destruye tu ego. Das pena Agatha, pero da mas pena saber que te ocultas detrás de una causa de equidad cuando tu verdadera inspiración es la venganza y tu percepción personal. La mujer apretó la mandíbula, pero no replicó más. Vittorio cerró con un fuerte portazo mientras soltaba un improperio de maldiciones en dirección a la mujer de vestido rojo. Si de algo estaba seguro era que se encargaría de que Fiore no terminara en manos de los rusos. La chica practicaba sus bailes delante de un enorme espejo, había olvidado cuantas horas lo hacía al día, bailar era su pasión, pero hacerlo tan sensualmente era una obligación, bailaba con un vestido holgado, la única manera para que la hicieran desnudarse era estando delante de un público y eso solo lo hacía por las noches. Vittorio la observó desde la puerta y al mirar su cabello lacio como la noche le recordó a su madre. No era delgada como muchas de las chicas de Agatha, de hecho, tenía un cuerpo voluptuoso con caderas anchas y unos grandes pechos, por algo era la obsesión de muchos hombres. —Es hora de que te vayas despidiendo de ese tubo Fiore—Le dijo el hombre llamando su atención, al mirarlo la chica sonrió. —Creo que nací con él, no puede decirme que me despida de lo que prácticamente es una parte de mi—Bromeo. Vittorio no la había mantenido sin ser tocada para verla siempre bailando con poca ropa, tenía planes muchos más ambiciosos que eso, deseaba mirarla sujetando el brazo de algún hombre poderoso, tenía un rostro lindo, era una diosa s****l y además había sido preparada para no envidiarle nada a mujeres que habían nacido en cuna de oro, tenía un hablar educado, un andar elegante y parecía saber cómo comportarse delante de la sociedad y dejar huella. Vittorio tenía clara la única ruta de escape para Fiore, ya no podía seguir alargando esto más tiempo, así que esperaba poder recibir su ayuda para el plan que había formulado. —Agatha desea que estés en la selección cuando lleguen los rusos—Informó mientras colocaba un mechón de cabello detrás de su oreja, los ojos preocupados de Fiore le encogieron el pecho, no, no iba a permitir que tuviera el mismo destino de su madre ahora con el hijo del desgraciado que le había quitado la vida—Te prometo que haré lo que sea necesario para protegerte Fiore, se lo prometí a tu madre pero debes entender que ya no puedo hacerlo solo, tu destino es inminente debes de salir del jodido domo de cristal que te protege pero debes resguardarte detrás de la espalda de un hombre poderoso, no espero menos para ti. Fiore miraba a Vittorio como el padre que no había tenido nunca, a sus veinte años había sido el único hombre con el que había tenido contacto y su comportamiento siempre fue paternal. —¿A qué te refieres? —Los hermanos Salerno vendrán esta noche a Palermo, debes asegurarte de seducir al mayor de ellos. Tengo entendido que Leonard Salerno ahora administra los negocios de la familia en Sicilia en compañía de su hermano Luca, me encargaré de encontrar la manera de que te compre, pero debes hacer las cosas bien Fiore, es tu único escape posible. No deseo que termines como tu madre. —Y no será así—Vittorio sonrió al escuchar su respuesta, le encantaba que fuera positiva. —Entonces ya sabes lo que tienes que hacer, esta noche te colocaré como la atracción principal del Paradiso tienes que aprovecharlo. Cuando el hombre se marchó Fiore observó con preocupación a la puerta, durante dos años había escapado de esos hombres, el primero gracias a que apenas había cumplido los dieciocho y Vittorio lo utilizó como pretexto, pero con el paso de los años no podía alargarlo más. Los Kuznet eran el temor de todas las mujeres de Palermo, no sólo porque eran rusos con una mirada osca y asesina, sino porque era conocido el sadismo con el que trataban a sus mujeres, ninguna de las decenas de chicas que salieron de Sicilia con destino a Rusia seguían con vida, entre ellas estaba incluida su madre. Mariella no la había dejado nacer para que terminara igual de ella, de hecho, tenía un deseo, un deseo que le dejó claro antes de que fuera empujada dentro del auto. —No deseo que vivas para siempre en estas cuatro paredes mi flor, tal vez a simple vista parezca un infierno, pero la inteligencia de una mujer se reconoce cuando puede cambiar lo malo a su favor. No deseo que un hombre te utilice para saciar sus bajas pasiones si no que seas tu quien se convierta en su pasión—Le dijo Mariella mientras sujetaba su cabeza y depositaba un beso en ambas mejillas de su hermosa hija. Ese era el recuerdo más nítido que tenía de su madre y era el que atesoraba en lo más profundo de su pecho.
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