CAPITULO 2|FIORELLA RINALDI

2042 Words
El tintineo del gran portón anuncio la entrada de nuevos autos a la enorme construcción cuando cayó la noche, las palabras Palermo resaltaban en todo su esplendor como insignia grabada en una caligrafía elegante y cursiva de color dorado en el arco superior que protegía la entrada. El rugir de los autos anunció que los clientes más esperados de la noche habían llegado. Los cuatro sedanes de Maserati recorrieron el suelo de piedra hasta colocarse en la entrada de la enorme construcción, había sido inspirada en los casinos de Monte Carlo en Mónaco y hecha una realidad gracias al dinero que le inyectó Lucían Salerno cuando el proyecto se le fue comunicado, por fuera era la excelencia convertida en un lujo arquitectónico que solo podía ser obra de una familia poderosa como la de los Salerno. Los guardaespaldas inmediatamente bajaron de los autos abriendo las puertas del hermoso sedan color n***o que acababa de estacionarse, un lustroso zapato n***o anuncio la llegada de Leonard, un elegante traje de Brioni hecho a medida cubría su musculoso cuerpo, solo que, sin corbata, dejando ver el perfecto tatuaje que decoraba su cuello por el que era conocido: Una enorme cobra. Con ojos analíticos observó la inmensa residencia, había estado allí solo dos veces y todas durante el día pues para su lamentar, siempre pasaba el mayor tiempo posible en la capital siciliana para centrar sus atenciones en una sola mujer y esa era Antonella Greco. Pensar en ella le hizo apretar la mandíbula, había aceptado visitar aquel gran palacio para complacer a Luca quien parecía más emocionado que él en todo sentido, su hermano descendió del auto con una sonrisa en sus labios, sería una grandiosa noche. —Benvenuti a Palermo (Bienvenidos a Palermo) —Saludó Andrea Di Marco quien ya los esperaba, se habían encontrado temprano por la mañana cuando los dos italianos aterrizaron en suelo siciliano. Rápidamente se apresuró a darle la mano a Leonard quien le respondió el apretón con un agarre seguro. —Un placer verlo de nuevo Di Marco. —El placer es mío. Supongo que ya han estado aquí, pero sin duda espero que nunca hayan bajado al Paradiso—El Paradiso como era llamado era la planta subterránea de aquella enorme mansión, según lo que los hermanos habían escuchado lo que se encontraba debajo era placer absoluto—Para que pueda darme el placer de mostrárselos. Después de los saludos de cortesía los hombres entraron, a primera vista era todo glamour, definitivamente aquel bar no le envidiaba nada a otros en los lugares más exclusivos del mundo, la etiqueta parecía ser respetada y solo los más adinerados podían entrar a beber los costosos y exóticos tragos que allí se fabricaban. Andrea parecía conocer el lugar a la perfección y es que debía ser de esa manera porque ahora él controlaba todo lo que ocurría en aquel lugar, esto era solo una parte del poder que le había conferido Lucían, pues aquel bar era uno de los muchos negocios que antes dominaban los Greco y a pesar de lo que todos hubiesen pensando estaba constituido de manera legal, por lo que era uno de los negocios legítimos de la familia italiana, claro, lo que ocurría arriba porque lo que había debajo era solo conocido por un escudriñado pequeño número de cliente G.M.I (Personas exclusivas, de alto escalafón social ) —Me han dicho que en el Paradiso hay mujeres hermosas—Comentó Luca sintiéndose como un niño pequeño en una tienda de dulces y es que para el menor de los Salerno las mujeres en su vida eran tan numerosas que le era imposible contarlas, Luca amaba a las mujeres, tanto, que no podía tener solo una. —Claro que las hay, te aseguro, son la perdición de muchos—Afirmó con confianza llamando a una mesera y otorgando dos de los mejores tragos a sus invitados, cuando en las manos de los hombres hubo un buen Martini la diversión comenzó, con pasos largos y confiados entraron a un enorme ascensor y antes de que se cerrará Andrea marcó el piso, tan solo comenzó a moverse la música también se hizo presente. Una melodía seductora sedujo a Luca haciéndolo sonreír, no pensaba salir de allí sin antes haber saciado sus más bajos deseos con una o varias de las mujeres que tenían fama de enloquecer a los hombres como si se trataran de sirenas. Las puertas del ascensor se abrieron dejando ver el tono rojizo y azulado de las luces, había una leve oscuridad que era mermada con una iluminación erótica. Cuando Leonard colocó un pie fuera un olor entró a su sistema, era un olor tentador, fragante y afrodisíaco, a lo largo del enorme salón había diferentes tubos subiendo desde el suelo, en ellos varias mujeres bailaban de manera especial para cada una de las mesas exclusivas. Varios hombres miraban a las bailarinas con lascivia posiblemente deseando continuar la diversión en una de las habitaciones VIP que era un lujo visitar. —Me gusta—Comentó Luca mirando todo con detenimiento, no había errores, dio un trago a su Martini para luego seguirles el paso a su hermano mayor y a Andrea, la mesa central esperaba exclusivamente para ellos, delante parecía levantarse un gran puente color rojo que tenía las orillas iluminadas de un brillante color dorado. La mirada de Luca se perdía entre los cuerpos semidesnudos de las mujeres que bailaban a los demás hombres que observaban la escena complacidos. Leonard no compartía en absoluto el sentir de su hermano, de hecho, parecía ser el más serio de ambos y eso no parecía provocar un buen sentimiento en Andrea quien se sentía presionado a regalarles una buena noche. Vittorio apareció con su frialdad característica a saludar a los hombres que todo el bar parecía estar esperando, pues incluso algunos de los invitados parecían curiosos al escuchar que los hermanos Salerno se encontraban allí. —Palermo no parece agradarle demasiado señor Salerno—Soltó sin poder evitarlo Vittorio luego de saludar y de obtener un asiento en los mullidos asientos de terciopelo—Espero que no sea por mis mujeres o porque no le agrada el ambiente. Su mirada analizó el lenguaje no verbal de Leonard, esperaba tener una oportunidad y que las cosas no se le tornaran difíciles, había escuchado que el carácter de Leonard lo hacía más accesible que Lucían, pero por la mirada que ahora tenía el italiano no pensaba que fuera una tarea tan sencilla. La verdad era que Leonard si había cambiado un poco, estaba herido, como pocas veces y las cosas que antes parecían divertirle ahora solo le parecían aburridas, cuando miraba a una mujer solo podía pensar en Antonella y en los cientos de formas en las que terminaría traicionándolo. —El ambiente es justo como lo espere, solamente que no me encuentro de buen humor—Respondió con sinceridad y con la mandíbula apretada. Luca miró de reojo a su hermano observar hacia el frente donde varias mujeres parecían disfrutar de un sensual baile. —Leonard es un poco difícil de seducir Vittorio, mucho más cuando está indispuesto, pero puedo asegurar que entre tus mujeres hay alguna que tiene la habilidad para hacerlo caer y comenzar a disfrutar de la vista y del ambiente—Soltó Luca con una brillante sonrisa—Aprovecho la oportunidad para infórmate que posiblemente en dos días regresamos de nuevo, es el cumpleaños de Leonard y estoy segura que Lucían viajará de Florencia para festejarlo. Antes de que pudiera continuar las luces se apagaron y una nota plagada de sensualidad inundó el lugar, el enorme puente se iluminó de rojo y la luz enfocó a una mujer que parecía estar desparramada en el suelo. Al mirar su largo y lacio cabello n***o Leonard centro sus ojos en ella, entonces Vittorio musito unas palabras que llamaron la atención del italiano. —Fiorella Rinaldi es la estrella de Palermo—Informó haciendo que Leonard la mirara con interés, mucho más cuando comenzó levantar su cuerpo, sus enormes pechos fuero lo primero que acaparó la vista del italiano, cuando la mujer giró su rostro sus ojos color miel miraron a los ojos al hombre que llevaba observando desde que se sentó en el mullido sofá de la mesa VIP. Los ojos grises de Leonard Salerno parecieron dejarla sin aliento, pero eso no impidió que sus caderas dejaran de moverse, en la cabeza de Fiorella sólo resonaban las palabras de Vittorio, debía bailar, pero debía bailar solo para él, haciéndolo perder el juicio. Un traje seductor cubría su cuerpo, era poca ropa, pero no era vulgar, de hecho, era sumamente elegante, ropa de seda, la oscuridad era engañosa, jugaba con la mente de los hombres haciéndoles creer que la mujer bailaba solo para ellos, con ese cuerpo les deducía, con la mirada les hacía perder la voluntad y con sus movimientos sensuales los terminaba dejando como bestias carnales que solo deseaban una cosa: Poseer. —Por dios—Susurro Luca mirándola darle la espalda dejando a la vista ese lindo trasero que tenía, Leonard sintió la garganta seca cuando su conciencia pareció ceder ante el baile y sus instintos masculinos amenazaron con ocupar su cabeza, rápidamente dio un trago a su bebida. Sus labios rojos estaban entreabiertos, colocó su mano izquierda sobre su pecho mientras su perfecto abdomen se movía con fervor. Entonces para la sorpresa de Leonard la mujer se acercó tanto como podía a ellos. Vittorio sonrió porque sabía que era lo que la sensual Fiore estaba por hacer, la chica descendió al suelo, su cabello n***o cubrió su rostro lo bajo hasta casi besar el suelo, el italiano la miro arquear su cuello y apartar el cabello de su rostro, sus ojos miel lo buscaron y al encontrarlo paso sus largas uñas por sus labios rojos hasta colocarse en el monte de sus pechos. Aquel acto pareció una invitación mucho más cuando al mirar los ojos del italiano brillar con excitación ella le regaló una sonrisa, sus pelvis chocó con el suelo imitando el movimiento que se le había enseñado a hacer cuando estuviera arriba de un hombre, su trasero pareció rebotar y entonces el m*****o de Leonard intento no despertar libidinosamente. Tentadora como el diablo, sin duda. Los planes de Vittorio parecieron ir de maravilla, mucho más cuando Luca hizo algo que cambiaría el destino de sus planes y los hizo más sencillos. El menor de los italianos observó los ojos de su hermano mirar a la mujer con un deseo latente, Leonard había tenido un terrible mes y quien era él para no ofrecerle a su hermano un regalo que le haría olvidar los hechos que no le eran gratos. —¿Cuánto por un VIP con esa mujer Vittorio? —preguntó intrigado—Te ofrezco cincuenta mil euros, será un regalo para Leonard así que espero que como baila sepa complacer, te daré cien mil euros si resiste la noche. Leonard sonrió ante lo último. Cuando se trataba de la mujer que amaba como fue el caso de Greco, podía ser demasiado complaciente, deseoso de que ella también disfrutara del encuentro reduciendo de nivel de dureza durante del sexo, pero las mujeres que eran solo utilizadas como merma para su libido no corrían con tanta suerte. Cuando su cuerpo estaba al límite, cuatro mujeres podrían no ser suficientes. Vittorio miró a Fiore que continuaba con su baile con un poco de preocupación. Era arriesgado, muy arriesgado, mucho más porque sería la primera vez que entrara a un VIP y además porque sabía lo que podía acontecer, sin embargo, confió plenamente en Fiore para sacar ventaja de ese encuentro, aunque no terminara de la manera como Luca esperaba. —Serán cien mil entonces—Sentenció haciendo a Luca meter las manos en sus bolsillos para sacar su cartera, la reluciente tarjeta negra terminó en las manos de Vittorio, el hombre la aceptó ante la atenta mirada de Andrea. Leonard no se opuso, la mujer le había gustado, además esos ojos claros le intrigaron, sus ojos llenos de seducción lo habían engañado pues estaba por colocar sus manos en un cuerpo virgen, cosa que desconocía pero estaba por descubrir en unos minutos.
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