Las mujeres miraban con curiosidad a Fiore, parecía hablar poco, pero era porque en el fondo se sentía cohibida. Sus ojos estaban provistos de unas pestañas espesas y abundantes, era hermosa, Leisel pensaba que sentaba de maravilla a lado de Leonard. Ludmila caminaba confiada en la delantera mirando la casa con el marcado desagrado con el que la había mirado desde que había llegado. —No me gusta esta casa Leisel, sigo apoyando a Leonard, deberíamos buscar otro lugar. —No le veo nada de malo, más que aquí vivió Antonella. Fiore escuchaba la conversación de manera atenta pero aún no se sentía con la confianza de preguntar. —Espero que hayan quemado los cuadros de esa maldita familia de una vez por todas, no soportaría tener que mirarla nunca más—Prosiguió la Ludmila hastiada de la decora

