En otra habitación una mujer enterraba las uñas con fuerza entre las sábanas, su pecho se rozaba con las sábanas de seda mientras su prometido entraba en ella con fiereza, le sujetaba el cabello haciendo que su rostro dejara de afirmarse sobre el colchón. Su cuerpo se mecía levemente ante el vaivén de las fuertes embestidas que le estaban propinando. Sus piernas temblaban como si se trataran de gelatina, acababa de tener un orgasmo, pero el italiano no parecía querer soltarla aún. La sujetó violentamente por el cabello para luego chocar su espalda contra su pecho y sujetarla del cuello con fuerza. Apretó poco, pero el sexo posesivo fue notorio, Leisel mordía su labio conociéndolo perfectamente, si emitía algún sonido iba a colocar sus manos sobre su boca y la penetraría con más fue

