¡Maldita sea! ¡Que le dieran al jodido whisky! Leonard se movió sobre la cama y como era costumbre palpó a su lado solo para encontrarse con una cama vacía y con olor a ella. Maldijo entre dientes una y otra vez, sin poder abrir los ojos debido a la intensa resaca que tenía, no tenía que abrirlos para saber que la luminosidad del día se colaba por los gruesos y grandes ventanales de la habitación. La próxima vez tendría que decirle a la servidumbre que cambiará las cortinas por unas menos traslúcidas. Bajó de la cama. —¡Con un demonio! —casi tropieza, hacía tiempo que no debía de esa forma, puede que no hubiera tardado demasiado tiempo haciéndolo, pero la cantidad lo había rebasado. A duras penas se metió a la ducha para quitarse el olor a alcohol que embargaba su cuerpo. Al salir, sola

