El ambiente en Palermo era desbordante, había decenas de personas caminando de un lado a otro con una hermosa mujer al lado.
Leonard bebía una copa de vino tinto mientras miraba a todas aquellas mujeres danzar de manera seductora en aquellos tubos. Sus ojos no se despegaban ni un solo segundo de aquella tentación andante que significaban todas y cada una de ellas. Sus caderas, su cintura y esos bailes tan afrodisíacos que podrían hacer sucumbir a cualquier hombre. Durante todo el día había estado analizando documentos, mirando rutas, sacando números, todo le había empeorado el dolor de cabeza que arremetía una y otra vez contra su cerebro. Estaba siendo atormentado por la resaca, pero luego de un café y alguna infusión milagrosa hecha por el ama de llaves logró regresar a la vida para pod
