CAPITULO 3|LA DEMOSTRACIÓN

1679 Words
Con pasos largos Fiore ingreso dentro de los vestidores, su pecho bajaba y subía de manera incontrolable recordando esa mirada grisácea sobre ella, tenía ropa, pero con un simple gesto por parte de Leonard Salerno se sintió desnuda, expuesta ante él y la sensación le provocó un hormigueo en la espalda. Una decena de ojos se posaron en ella, las demás mujeres la observaron extrañadas. —¿Estás bien Fiore? —preguntó una de ellas con preocupación, esperaba que ningún borracho se hubiera atrevido a propasarse con ella. Rápidamente la pelinegra negó con la cabeza, estaba bien, aunque aún impactada ante el atractivo del hombre para quien bailó. —Cómo no va a estar bien—Soltó Nicoletta una de las bailarinas y prostitutas más famosos de todo Palermo. Se regodeaba de haber estado en la cama de varios hombres importantes y nada la enorgullecía más que ser la estrella del Paradiso, sin embargo, el título no le había durado mucho. Cuando se enteró de la llegada de los Salerno había pedido que se le permitiera estar con ellos, bailar para ellos y atenderles, Agatha lo había intentado, pero como siempre Vittorio había hecho de las suyas para anteponer a Fiore—Si ha danzado exclusivamente para los hombres más importantes de Italia. —Tranquila, llegará tu turno—Contestó la chica encaminándose al espejo y buscando nueva ropa en los grandes y numerosos percheros. —Si, siempre dices eso. A veces pienso que te follas a Vittorio para que te de tantos beneficios—La chica no pudo contener la rabia ante esa insinuación, no era la primera vez que la escuchaba y antes de darse cuenta su mano había terminado abofeteando a la mujer que la había ofendido. —Sé que esto es un prostíbulo, pero nunca manches con tu asquerosa cabeza lo que tengo con Vittorio. No lo comprenderías y tampoco voy a explicarlo, pero quiero que sepas que hay gente que se relaciona sentimentalmente y no solo cuando se unen los miembros. Si la única forma en la que puedes tener a alguien es abriendo las piernas que jodida pena por ti, pero no pienses que todos hacemos lo mismo—Atacó haciendo a la mujer ponerse roja de rabia. —Espero verte en el auto de los Kuznet, no sabes cuánto me agradaría ver que ese momento llegará este año, zorra—Fiore siempre había estado viviendo en ese ambiente, en un lugar tan competitivo como Palermo debías ser astuta y ganarte un lugar, ella, tenía algunos privilegios y eso enfadaba a las demás. El primero de ellos era que sin acostarse con nadie había obtenido uno de los mejores lugares, sus habitaciones eran dignas de una princesa, ante los ojos envidiosos, Fiore era una princesa en aquel bar y eso era suficiente para odiarla. —¡Eres un maldito desgraciado Vittorio! —La voz de Agatha fuera las hizo apartarse la una de la otra, ninguno de los dos regentes del lugar admitía peleas entre las mujeres así que era mejor no enfadarse. Las enormes puertas automáticas se abrieron dejando ver a una pareja discutir con fiereza—¡Siempre haces lo que te conviene y lo que le conviene a ella! Vittorio no se amedrentó a pesar de que la mujer intentaba intimidar acercando lo más que pudo su rostro al de él. —Ya esto ¿Qué quieres que haga? —Preguntó sabiendo que obtendría esa reacción por permitir a Fiore ingresar a un V.I.P con Leonard Salerno, ese fue su plan, Agatha no podría oponerse, nadie podía oponerse ante la voluntad de uno de esos hombres. Solo había dos opciones para Fiore, dejar de ser virgen esa noche para quedar a salvo de los Kuznet, aunque esa no le agradaba tanto pues después de ello perdería su inmunidad y tendría que comportarse como las demás y la segunda, que le agradaba mucho más, era que lograra seducir a Leonard y encontrara la forma de que se la llevara a casa, usualmente el instinto posesivo de los hombres los llevaba a sentirse excitados ante lo exclusivo y al tomar algo por primera vez, lo hacían suyo para siempre—Si tanto deseas ponerte ¡Ve y ponte de frente a Leonard o Luca Salerno y diles que no les daremos a Fiore! La mujer tragó saliva sabiéndose derrotada, en ambos dedos, Vittorio cargaba una elegante tarjeta de metal color negra. No había forma de oponerse. —No olvidaré esta artimaña que haz dicho. ¿Le dijiste que era una Vergine? Negó. —No vi razones, lo sabrá dentro de poco—Respondió sin mucha preocupación. —Perderemos dinero Vittorio, has mantenido pura a Fiore para lanzarla dentro de una jaula a ser devorada. No veo más que un intentó por librarla de los rusos. Pero virgen o no virgen entrara en la lista, me importa una mierda que la maten por no serlo—Vittorio no le respondió y volteo a mirar a Fiorella quien le devolvía la mirada con un poco de miedo. Ya estaba, tendría que entrar al V.I.P con aquel hombre que le había hecho temblar con solo mirarlo. —Ve a vestirte, entraras a un V.I.P por primera vez, recuerda todo lo que te han enseñado, la meta principal es complacerlo si lo logras obtendrás lo que deseas—Esto último no se refería a la paga ni a los privilegios si no a algo mucho más profundos que ya habían estado conversando con anterioridad: La meta era que Leonard Salerno quedara tan encantado con ella que decidiera llevarla consigo. Asintió sin cuestionar demasiado. Rápidamente fue escoltada por dos de las mujeres encargadas de prepararla para entrar a las habitaciones. Su cabello fue dejado suelto porque según la psicología las mujeres se veían mucho más hermosas de esa manera, su cuerpo fue cubierto por una extraña crema que la hizo mucho más suave y dejó un olor afrodisiaco en ella, sus curvas fueron vestidas por una seductora lencería, ligueros decoraron sus piernas y el sostén parecía hecho principalmente para hacerlos ver mucho más prominentes. Cuando terminaron le colocaron una corta bata de seda color negra con rojo ocultando el traje seductor de debajo, el último en colocarse fueron unos pequeños pendientes en sus orejas y un collar de piel en su cuello, tenía una ligera cuerda del mismo material que funcionaba como agarradera, había mirado muchas veces como se usaban y al cerrar los ojos tragó saliva cuando se encontró imaginando al hombre que había acaparado toda su atención, sujetándola a través del cincho para conducirla a sus seductores labios. Dominio. El punto final fueron dos toques de perfume Ange ou Demon de Givenchy en su cuello. Las mujeres la colocaron delante del espejo corrigiendo su bata de seda. No podía ocultar que tenía miedo, intriga, pero más allá de todo eso excitación. Las enormes puertas de caoba labrada eran de doble hoja, como ellas había posiblemente diez pero la principal estaba a final del pasillo, con enormes puertas de las de tres metros con un nombre brillante en letras doradas que informaban su nombre Secondo cerchio porque según Dante Alighieri era allí donde terminaban los lujuriosos, era una metáfora un tanto extraña que desapareció de la cabeza de Fiore al estar dentro de ese lugar. Las mujeres que la acompañaban solo le hicieron compañía hasta la entrada, luego ellas mismas fueron las que cerraron las enormes puertas detrás de sí. Lo primero que detecto en el aire fue el aroma a Afrodisia, un aceite esencial diseñado para estimular el libido y provocar la excitación lo conocía bien pero dudaba que fuera algo necesario aunque era un aroma gratificante ante el olfato. La habitación era oscura pero los tonos de luz eran rojos dándole un ambiente mucho más seductor, más lascivo. Sus pies vestidos con largos tacones de suela roja resonaron en el suelo mientras su corazón bombeaba sangre de manera presurosa. ¿Dónde estaba? Los ojos temerosos de Fiorella recorrieron la habitación sintiéndose como un cervatillo siendo cazado. Tragó saliva al darse cuenta que sus ojos no captaron a nadie en esa rojiza pero seductora habitación. El nerviosismo le provocó un nudo en el estómago. Estaba dispuesta a irse, pero al girar sobre sus tacones se encontró chocando con un pecho fuerte y firme. Unos ojos grises la miraban de manera dominante desde arriba pues a pesar de sus largos tacones seguía siendo mucho más baja que él. ¡Dios! Su fragancia debía ser un pecado, un aroma varonil y amaderado. —Fiorella Rinaldi la donna più seducente di Palermo (Fiorella Rinaldi, la mujer más seductora de Palermo) —susurró el italiano inclinándose cerca de su oído, haciendo que sus vellos se erizaran al instante. Leonard detectó el seductor aroma de su cuello e intentó contener una sonrisa, iba a disfrutar de ella esa noche. Armándose de valor la siciliana le respondió. —El plan es demostrarle porque tengo ese título, señor Salerno. Leonard la miró de arriba abajo, le gustaba, tenía largas piernas, caderas anchas y por lo que podía mirar grandes pechos, también. —Si como bailas montas a un hombre no tengo dudas de que eres buena en lo que haces. Esta noche vas a darme una demostración ¿Cierto? Ese tono seductor fue acompañado de un agarre ligeramente violento a su cuello. Cuando impactó contra su pecho y abrió los ojos asustada, se encontró a unos escasos centímetros de los labios de aquel hombre, mojo los suyos de forma inevitable tentada a acercarse, pero la regla número uno era no tocarlos hasta que ellos dieran el primer paso. Sintió su cálido aliento, tenía un casi imperceptible toque a alcohol y a menta por lo que posiblemente había estado bebiendo algún Martini. Leonard Salerno acarició su labio inferior con su pulgar, haciéndola suspirar de expectación. Las paredes de Palermo siempre estaban resguardando lascivia, pero si esa noche tenía éxito seduciéndolo lograría escapar de esas cuatro paredes y ¿Por qué no? También convertirse en mujer del capo de Sicilia, Leonard Salerno.
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