CAPITULO 4| EL ENGAÑO

1606 Words
Sintió que sus piernas flaquearon, entonces el italiano se acercó a sus labios para colocar un casto beso en ellos que hizo a la parte baja de su vientre colapsar ante la extraña sensación que comenzó a formarse. Sus labios sintieron aquella textura suave y carnosa de los labios de Leonard, era la primera vez que sentía algo así y le había agradado. Era como un cosquilleo excitante que la hacía removerse incómoda, mucho más cuando la tela de su vestido rozaba con aquel costoso traje de Brioni y su nariz captaba las notas de una costosa, extravagante y masculina colonia. Suspiró cuando Leonard tomó sorpresivamente la cuerda que mantenía cerrada su bata y dejó al descubierto su cuerpo. —Por dios—Susurró haciendo una expresión de placentera sorpresa. Ella no podía despegar sus ojos de los del hombre, ese mar grisáceo la mantenía pegada con fuerza a él como una pequeña polilla a un foco de luz incandescente. Esos largos dedos resbalaron por sus piernas hasta posarse en su trasero, lo apretó levemente y después con marcada violencia apegó su pelvis a la suya dejándola sentir la erección de su pantalón. Las manos de Fiore provistas de largas uñas color carmesí se posaron en el pecho del italiano recorriendo de manera marcada sus pectorales, estaba duro, sabía que debajo se encontraría con una buena imagen, la imagen de un hombre fuerte y masculino. Como si se tratara de una niña apunto de ingresar a un parque de diversiones quitó el primer botón mientras miraba a Leonard desde abajo esperando que un regaño de su parte, pero este nunca llegó, eso la instó a proseguir, segundos más tardes el costoso saco cayó al suelo y ella ocupada no se había dado cuenta que habían llegado a las orillas de la cama, no lo supo hasta que sus pantorrillas chocaron con el colchón. Al sentir el cuerpo seductor de aquella chica junto al suyo Leonard perdió su paciencia y tranquilidad, terminó impactando sus labios con violencia en los de ella, besándola con deseo. Su ávida y amaestrada lengua ingresó en su boca arrebatándole un gemido a la chica que despertó su libido, sus pantalones comenzaron a molestarle, pero ante ese arrebató de pasional lujuria se dio cuenta de algo: Fiore no sabia besar, o bueno, no es que no supiera, de hecho, lo hacía bien pero no le la forma en la que debía hacerlo una mujer que llevaba la clase de vida que ella. No mencionó aquello, pero con las dudas creciendo en la cabeza prosiguió al segundo paso, por la luz no pudo notar que las mejillas de la mujer estaban encendidas. La italiana se aferró a su camisa blanca de lino quitando torpemente los botones mientras sus labios seguían atrapados entre los del hombre que parecía realmente bueno en lo que hacía. Temió fallar, Vittorio la asesinaría, aunque metafóricamente y además terminaría en Rusia enterrada en la misma tumba que su madre. Abrió los ojos, no eso no iba a pasar, entonces intentó controlar el temblor de sus dedos y arrebató los botones abriendo esa camisa blanca y dejando al descubierto un abdomen y pectorales marcados, decorados con prominentes tatuajes, sin poder evitarlo sus largas uñas subieron por toda aquella dura zona hasta acariciar levemente el cuello del italiano, el tatuaje más llamativo que portaba en su cuerpo era esa cobra, una imponente cobra decoraba su cuello de manera amenazante dándole un aire peligroso. Leonard estaba pasmado. La mujer era hermosa, pero en sus ojos había algo que algún estaba descifrando y que comenzaba a colocarlo nervioso, era inocencia, pero Leonard aun no lo había descubierto, si bien la mente de Fiore estaba llena de una inmensa cantidad de teoría, esa no funcionaba del todo bien a la hora de colocarle las manos encima a un hombre. Para Leonard parecía ser como si fuera la primera vez que colocaba sus manos sobre un hombre, no hacía con pasional deseo si no con una tranquilidad que lograba incomodarlo. Sin darse cuenta se vio comparando su tacto con el de Antonella, no era parecido, este era mucho más cálido y sus ojos mucho más sinceros. Suspiró y para alejar esos pensamientos la lanzó sin delicadeza sobre la cama para luego subir sobre ella, sacó su camisa de lino dejando su torso descubierto y después sujetó las manos de Fiore acercándolas a la hebilla de su cinturón, las manos de la chica lo destrabaron con destreza hasta sacarlo y lanzarlo a alguna parte de la habitación, después pasó al botón del pantalón y allí ya sus manos temblaron con más ímpetu. Cuando parpadeó miró aquellas largas y rojas uñas convertirse en unas más cortas y blancas y entonces su respiración se agitó. El corazón pareció detenerse y maldijo entre dientes haber tenido esa pequeña divagación. Al mirar sus manos temblar de esa manera tan tierna encontró que realmente algo andaba mal con ella. No era una mujer de compañía normal y menos parecía haber estado como un hombre, pero como bailaba. Dios mío cómo bailaba. En ese momento Leonard ya no pudo callar las palabras que tenía atoradas en la garganta y las varias preguntas que tenía por hacer, apartó sin delicadeza sus manos de él para luego sujetarla del cuello haciendo a la chica abrir los ojos con pánico. —Bien linda y dulce Fiore—Le susurró contra de su oído—¿Qué clase de bailarina exótica y prepagó tiembla cuando coloca sus manos sobre un hombre? Pero lo mejor de todo ¿Qué clase de mujer que lleva tu estilo de vida besa con tanta delicadeza? Mierda. Lo había echado a perder. Para su sorpresa el italiano ingresó su rodilla en su entrepierna rosando su sexo y haciéndola ahogar un gemido de satisfacción, la italiana se sujetó del brazo del hombre enterrando sus uñas para luego mirarlo con temor en sus ojos. ¿Qué debía decirle? —¿Qué quieres decir? —Preguntó casi en un gemido con un claro temblor en su voz. Se miró dentro del auto de los Kuznet siendo obligada como su madre y eso la llenó de pánico y con la voz hecha un hilo le respondió—Lo siento, yo…sono vergine (Soy Virgen) Leonard apartó sus manos de ella como si se quemara. A él no le iban esas mierdas de los fetiches con las vírgenes, según su percepción eso importaba poco, le había gustado como había bailado, Luca se la había obsequiado y él había aceptado divertirse con ella, pero tener a una virgen entre sus manos le llenaba de impotencia, no le agradaba eso de ser tierno con las mujeres, tampoco su inexperiencia, tenía poca paciencia. La realidad era completamente diferente a lo que él pensaba para encubrir lo que realmente estaba pasando. Fiore era bonita y en caso de no desearla desde el primer momento en el que detectó sus labios inexpertos la hubiera dejado, pero decidió continuar y al mirarla sacar su cinturón sintió que sin importar nada iba a follarla, pero luego, su mente se vio nublada por el recuerdo de la rubia, no, nuevamente se juró que nunca jamás una mujer le haría perder el control. Aprendería a dominarse. Bajo de ella y comenzó a recoger sus prendas, claramente estaba furioso. —¡Oye! ¿A dónde vas? —preguntó ella presa del pánico. Con una voz fría le respondió. —No me agradan las vírgenes y menos el fetiche de la exclusividad—Respondió haciéndola sentirse terriblemente mal—Pensé que podríamos pasar un buen rato, pero me he equivocado, no deseo una virgen. ¡Maldita sea! ¡Mil veces maldita sea! —¡Espera! —Gritó la chica bajando rápidamente de la cama—¿He hecho algo mal? ¿Te he molestado? Yo aprendo rápido y puede que no tenga experiencia porque siendo sincera es la primera vez que toco un hombre, puede que mis manos tiemblen, pero juro que es porque me colocas nerviosa y además realmente me agradaría hacer esto contigo, también pienso que no me quejare, posiblemente dolerá, pero…—Habló tan rápido que a Leonard le pareció tierno internamente, pero por fuera su rostro parecía impasible. —Si, si haz hecho algo mal—Dijo inmediatamente—He sido engañado. —Lo lamento tanto. Yo realmente no tenía intenciones de hacerte sentir incómodo. —¿Incómodo? No estoy incómodo—Mintió y allí se vio en una situación complicada, estaba dispuesto a follar a esa mujer y ahora conversaba con ella con poca ropa. Realmente le incomodaba la situación, aunque por dentro deseara continuar, siempre se había dicho que las vírgenes no le agradaban, pero ella sí le había gustado—¿No pensabas decírmelo? —Pensé que no era importante. —Esto es increíble—Soltó tomando su saco. Estaba molesto, el recuerdo de Antonella le había nublado la mente impidiéndole continuar y utilizó el pretexto de la virginidad como excusa para detenerse. Eres un idiota Leonard, maldita Antonella, mil veces maldita. Pasó las manos por su cabello. Había sido una mala pasada y al mirar los ojos preocupados de la chica no pudo evitar sentirse como un patán. Había pagado, pero claramente, tenía entendido que las vírgenes valían millones o eso era lo que muchos capos pagan solo por tener a una mujer que podrían decir era solo de ellos. Antes de salir se detuvo en la puerta y volteo a mirarla—La próxima vez que estés con un hombre dile tu pequeño secreto, puede que no se detenga como yo y te haga pasar una mala experiencia.
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