El deseo es traicionero, aquella ráfaga de fuego subiendo por todo el cuerpo termina calcinando el corazón dejando fuera de batalla al cerebro. El deseo es el alcohol del cuerpo y aquel que doblega el alma y los preceptos, desear a alguien más que a la propia vida era peligroso porque del deseo nacía la obsesión. Leonard recordaba fervientemente la primera vez que había mirado a Antonella Greco, fueron sus sustanciales curvas, sus ojos llenos de avidez y de seducción y esos labios carnosos que más tarde terminarían pegados a su cuello manchando su camisa de labial carmesí. El sexo con ella era simplemente incomparable, tenia una destreza, un gozoso anhelo por complacerlo que calentaba su sangre en cada pasional encuentro donde unían sus cuerpos. Así era ella, nada comparado con los ojo

