Una llamada. Luego dos. Lucían observaba con una leve sonrisa como su prometida parecía estar enfadada con él y le llamaba otra tras hora y el siempre negaba a responder sus llamadas por la sencilla razón de que escucharla lo llevaría a desear regresar antes de tiempo. El enojo de Leisel era claro, a ella solía evitarla y a todos, incluso a su hermano parecía responderle al mínimo tiempo. Enfadada por esta situación la alemana tomó el teléfono de su hermano, que por suerte no tenía contraseña y luego el suyo, primero llamó de su número, no hubo respuesta… Eso la enfadó. Luego llamó del número de Franco y tan solo un timbre más tarde la voz de Lucían irrumpió en el altavoz haciéndola apretar el teléfono con fuerza. —¿Qué pasa, Franco? ¿Algún problema en Sicilia? —preguntó Lucían espera

