Luca esperaba pacientemente reclinado en el auto, había escogido algo poco escandaloso y luego de pelear con los encargados de su seguridad había logrado quitárselos de encima por lo menos de manera temporal. Los guardaespaldas habían intentado hacerle ver lo peligroso que era descuidar su espalda, sin embargo, el menor de los italianos entendía que posiblemente esto cohibiría a Gabriella y había decidido regresar y salir a cenar con un bajo perfil. —No vamos a dejarlo—Había dicho el líder del equipo. —Nadie abandonara su posición, lo seguiremos a una distancia prudente. Si lo dejamos les puedo asegurar que terminaremos con una bala en la cabeza, no podemos descuidar las instrucciones del señor Salerno, ninguno de sus hermanos debe de caminar por las calles sin un escudo que les cuide la

