Decir que había frío era poco, pero aquello no parecía ser suficiente. Fiorella permanecía con la vista fija hacia el techo de madera mientras se recuperaba aún de aquel fogoso encuentro que le había dejado el rostro rojo y el cuerpo temblando de placer de manera literal. Leonard recorría la sala recogiendo su ropa, se colocó los pantalones y la camisa de lino y luego se dirigió a la mujer para darle una mano y ayudarla a ponerse de pie. Se inclinó un poco, tomó su gabardina del sofá donde la había dejado luego de recogerla del suelo y luego la colocó sobre los hombros desnudo de Fiore. Sus grandes manos se colocaron en su rostro mientras analizaba lo bonita que se veía así, con el cabello revuelto, los ojos brillantes y con unas ligeras gotas de sudor resbalando por su clavícula debido

