POV ELIZABETH El aire en la habitación estaba cargado de tensión, de deseo contenido y de preguntas sin respuesta. Adam me miraba con esa sonrisa ladina que me volvía loca, pero esta vez había algo más en su expresión: diversión. —Me encanta verte celosa —murmuró contra mi oído, con esa voz ronca que me erizaba la piel. Lo fulminé con la mirada. —No estoy celosa, ¿qué te pasa? Pinche loco. Se echó a reír, esa risa profunda y masculina que hacía que mi estómago diera un vuelco. Pero antes de que pudiera decir algo más, me atrapó entre sus brazos y me besó. Y no fue un beso cualquiera. Fue un asalto descarado, un reclamo, un castigo y una rendición al mismo tiempo. Mis manos se aferraron a su camisa mientras nuestros cuerpos se fundían en un juego peligroso de control y entrega. Adam m

