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POV ELIZABETH El roce de la convivencia se hizo presente desde el primer amanecer en casa de Adam. Desperté con el aroma a café recién hecho invadiendo el enorme departamento. Me desperecé, recordándome que estaba ahí solo por seguridad, no porque quisiera estar cerca de Adam. Pero el calor que aún quedaba en mi piel del beso de la noche anterior me decía lo contrario. Cuando entré a la cocina, lo encontré de espaldas, preparando el desayuno. Llevaba solo un pantalón deportivo y su espalda ancha y bien definida se flexionaba con cada movimiento. Me mordí el labio sin darme cuenta, maldiciendo internamente la atracción insoportable que sentía por él. —Buenos días —dijo Adam sin voltear, como si pudiera sentir mi presencia. —Buenos… —me aclaré la garganta—. ¿Cocinas a menudo? —No suelo

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