POV ELIZABETH
El restaurante destilaba lujo. Candelabros colgaban del techo, reflejando destellos dorados sobre las mesas impecablemente vestidas. La música de fondo era suave, lo suficiente para envolver las conversaciones en un velo de elegancia. Yo jugueteaba con el tallo de mi copa de vino, con una sonrisa calculada en los labios, mientras el hombre frente a mí reía por algo que acababa de decir.
Gabriel. Alto, atractivo, encantador, con una sonrisa de esas que prometen más de lo que deberían. Habíamos cenado juntos varias veces en las últimas semanas, un juego peligroso que mantenía más por conveniencia que por interés real. Porque, aunque él era fascinante, mis pensamientos siempre terminaban en el mismo lugar. En el mismo hombre.
Adam Carter.
Tres meses. Tres meses de encuentros
