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En la playa

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Wanda Mejía no aparenta ser la típica chica que se apasiona por la moda o por llevar mucho maquillaje en su bello rostro o ser lo que dice las personas que la rodean: toda una señorita. Ella es todo lo opuesto, era una mujer rebelde y muy extraordinaria.

Al ser la primera hija de una familia promedio de Honduras, tuvo más libertad que su hermana durante su infancia y adolescencia. Ambas compartían un mismo padre, pero madres diferentes.

Mientras que la madre de Wanda fue conocida por ser dulce y gentil, su madrastra era malvada, como las que se encuentra en los cuentos.

Aunque todos creen que no es más que una mujer rebelde y sin educación, en realidad es una heroína, gracias a sus acciones heroicas como teniente coronel de aviación en Honduras. Y en una de sus tantas misiones, conoce a un apuesto hombre quien destaca por su riqueza y, por supuesto, por su apariencia. Pues su belleza resaltaba por donde iba.

¿Qué pasaría si tu vida da un giro de más de 180 grados? ¿Qué pasó en aquella misión para que las vidas de Wanda y el apuesto Noah Campbell se unieran para siempre?

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¡Corre Wanda! ¡Corre!
Mi día era increíble, aunque papá no estuviera con nosotras todo el tiempo como queríamos, las dos estábamos siendo felices. —¿Te estás divirtiendo? —¡Sí! —¿Quieres helado de chocolate? —¡Eres la mejor mamá del mundo! —Todo sea por mi pequeña hija. Mamá siempre era la mejor, sabía lo que su pequeña hija de tan solo cinco años quería. Hoy habíamos ido al parque de diversiones por mis cumpleaños y me la estaba pasando fenomenal. —Mami, ¿papá vendrá a mis cumpleaños esta vez? Ella me mira y decide agacharse para quedar a mi altura, aunque tenía cinco años, era una niña muy inteligente y demasiado astuta, según mi mamá. —No cariño, lo siento. Papá, no podrá venir para tu cumpleaños, pero mami está aquí contigo. —¿Está salvando al mundo? —Si mi preciosa hija, papá, está salvando al mundo para que tú y muchos niños puedan vivir tranquilamente. —Lo extraño. —También yo, pero ya verás que muy pronto vendrá con nosotras. La sonrisa que ella tenía en su rostro, hace que me contagie y sonría al igual que ella. Me lanzo a sus brazos y me refugio en ella. Estar en sus brazos, era lo mejor del universo. Mi mamá no solo era la mejor, ella siempre ha sido muy cariñosa conmigo. Es muy bella, muy inteligente, baila muy bien y ni hablar de su cocina. Se caracteriza por ser muy amable y gentil con las personas, todos nuestros vecinos la amaban. Cuando volvimos a casa luego de haber disfrutado de muchos juegos, me sorprendo cuando todos nuestros vecinos vinieron a nuestra casa para darme muchos regalos y muchos dulces. Estaba tan agotada por todo lo que había hecho hoy por mis cumpleaños, que no me di cuenta de cuando me quedé dormida en brazos de mamá. Ella siempre me acunaba en sus brazos, acariciaba mi largo cabello y me cantaba para que me durmiera más rápido, pero lo mejor, era que se sentía a gusto, se sentía a hogar. Dormía plácidamente, hasta que comienzo a escuchar a mi mami llamarme varias veces. Me levanto con pereza y llevo una de mis manos hasta mi rostro para sobar con delicadeza mis ojos. —¿Qué pasa mami? —Escúchame mi preciosa hija, jugaremos a las escondidas. ¿Está bien? —Pero es tarde. —Ven, vamos. ¡Rápido! Iba a quejarme, puesto a que tenía mucho sueño. Sin embargo, el que ella estuviera tan nerviosa y asustada, hace que me quedé callada. Ella camina despacio conmigo entre sus brazos y con mucho cuidado se dirige a la cocina que era lo más cerca que estaba a nosotras. Cruzamos la puerta y ella me baja de sus brazos, me arrastra hasta los gabinetes de la cocina y abre las puertas. —Juguemos a las escondidas, ¿sí? —Está bien. —Escúchame cariño, pase lo que pase, no salgas de aquí y no hagas ruido. ¿De acuerdo? —Sí. —Sabes qué mamá te ama, ¿verdad? —Lo sé. Y Wanda ama a mami. —Mami ama a Wanda. Luego de decir esas palabras, me besa en la frente y me mete con rapidez dentro de aquel gabinete para esconderme. —Prométeme que serás fuerte, que no dejarás que nadie te lastime y que ayudarás a quien lo necesite. —Lo prometo. —Te amo, no lo olvides. ¡No salgas! Ella cierra las puertas de aquel gabinete que estaba debajo del lavaplatos y me quedo en silencio para cumplir mi promesa. No podía ver nada, la oscuridad me aterraba y lo único que podía hacer, era escuchar lo que pasaba. De la nada, escucho a mi madre gritar y cosas que caían, me cubro la boca para no hacer ningún ruido. Cierro mis ojos con fuerza y comienzo a cantar en la mente para no prestar atención a lo que pasaba afuera de aquellas puertas. No sé cuánto tiempo dura sus gritos. Al no escuchar nada, abro las puertas con mis pequeñas manos y salgo de mi escondite con mucho cuidado. Camino despacio y en silencio como lo había hecho mamá antes de traerme a mi escondite. Miro a todos lados y mi pequeño cuerpo tiembla ante el silencio y la oscuridad. —Mami... mami... Susurro con suavidad para saber si ella estaba aquí y en dónde estaba. Camino despacio, era difícil ver dónde estaban las cosas en su lugar, debido a la oscuridad. No podía ver nada, caminaba a ciegas, cuando de repente tropiezo con algo y escucho un ruido. —¿Mami? —M-mi... ni... niña. —¿Qué te pasa mami? —¡Corre! —¡No! No me iré sin ti. Comienzo a llorar al saber que mi madre estaba herida. Beso, su rostro y al apoyar mis manos en el suelo, siento un líquido que cubre mis pequeñas y blancas manos. Alguien me sujeta del cabello y yo comienzo a gritar por la sorpresa. Golpeo a quien fuera aquella persona e intento hacer que me suelte. Tenía miedo, mucho miedo. El sujeto que me tenía, consigue encender las luces de la casa y de la nada me sorprendo al ver a mamá tirada. Había sangre a su alrededor, ella se levanta como puede y corre a nosotros con toda su fuerza, lo cual hace que aquella persona me suelte y caiga al piso. —¡Corre Wanda! ¡Corre! Hago lo que me dice, aunque me doliera mi cuerpo por caída. Salgo corriendo con mis cortas piernas y al salir de casa comienzo a gritar por ayuda. Corrí hasta la primera puerta que vi y toqué la puerta con todas mis fuerzas por ayuda. —¡Ayúdenos! ¡Por favor! ¡Ayuden a mi mami! ¡Por favor! Corro hasta la otra casa y vuelvo hacer lo mismo. Toqué la puerta sin dejar de gritar por ayuda. Varios vecinos salen tras escucharme y se acercan a mí para ayudarme. —¡Oh por Dios! ¿Qué pasa cariño? ¿Dónde está tu madre? —Herida. Lloro y señalo mi casa, la mujer que corrió a mi ayuda, me toma en sus manos y comienza a mirarme con pesar. —¡Pide ayuda! No pude dejar de llorar y gritar «mami». Quería volver a ella, pero la mujer no me soltaba. Me sujeta con fuerza y me mete en su casa. Luego de esperar, varias personas llegan a la casa de la mujer y hacen muchas preguntas. —Hola, me han dicho que te llamas Wanda. Soy el oficial Garren, ¿ves a esos hombres de ahí? Miro a los hombres que él menciona y asiento sin decir nada. —Ellos y yo hemos venido a ayudarte a ti y a tu madre, necesito que te quedes aquí conmigo y qué me cuentes que pasó con tu mami. ¿Sí? Dejó de llorar para contarle lo que ha pasado con mamá y la persona desconocida. —Alguien entró y lastimó a mami, ella me escondió en la cocina. Gritaba y rompían cosas, me sujetaron y mami corrió hasta nosotros para qué me soltará y corrí por ayuda. —Buena niña, ¿te quedarías aquí un rato? Vuelvo a llorar al no saber qué ha pasado con mi mami, pero obedezco como una buena niña. La familia que me había ayudado hablaba con el hombre de uniforme en voz baja. —¿Qué ha pasado? —La mujer fue asesinada, por suerte la niña consiguió huir. —Su sangre... Ellos me miran preocupados y bajan más la voz. —La sangre no le pertenece, no tiene heridas graves. Creemos que toda la sangre de su ropa es su madre. —¿Cómo es posible? Su madre siempre ha sido muy amable y gentil, ¿cómo pudo pasar esto? Observo a la mujer que me había ayudado y me doy cuenta de que ha empezado a llorar. Me levanto de dónde estaba en silencio, mientras ellos hablaban y camino hasta mi casa. Todas las luces estaban encendidas, había muchas personas adentro, caminaban de un lado a otro. Nadie me presta atención, entro en la casa y lo primero que veo es a mami tirada en el suelo, mirándome a los ojos. —¡Mami! —¡Wanda! Estaba por ir a donde estaba mami acostada y abrazarla, hasta que el hombre de antes, me alza en sus brazos y lo impide. Me saca de la casa y yo no pude evitar llorar. Todo estaba mal, yo no podía dejar de llorar. Mami y papi no estaban conmigo y yo tenía miedo, mucho miedo... —Mami... —Tranquila, preciosa, hemos avisado a tu papi para qué venga por ti. ¿De acuerdo? —Mami... ¿Está muerta? Aquel hombre de uniforme no respondía a mi pregunta, aunque era pequeña y no tenían en cuenta nada de lo que he dicho, soy muy inteligente para mi edad. Eso era lo que siempre mi mami me repetía todo el tiempo y luego se reía por mis constantes preguntas. —Lo siento mucho, preciosa... tu mami ha ido al cielo. Después de confirmar que mami había muerto, no pude dejar de llorar y pedir que me la regresarán.

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