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LA AMANTE SECRETA DEL JEQUE

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ชายจีบหญิง
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Una amante, una venganza, y un futuro, que se ve truncado, por las decisiones apresuradas...

Descubre el mundo de Kaled y Sashad, envueltos en la oscuridad y la traición.

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CAPÍTULO 1
Aisha sintió un fuerte dolor en el vientre cuando estaban en la mesa, en una importante cena junto con su esposo, el actual Jeque de Dubai. Kaled Abdulazi. Ella se dobló un poco colocando la mano en su vientre, mientras Kaled frunció el ceño, observando con detenimiento su queja pasiva. —¿Te encuentras bien? —preguntó en susurro y ella asintió rápidamente. —Sí… creo que tengo que retirarme un momento… —Te acompañaré… —No es necesario… —ella apretó los dientes de forma ruda, para disimular su dolor, y con permiso de todos los presentes en el escenario, ella se retiró mientras Kaled quedó un poco preocupado. Aisha casi corrió por los pasillos del gran palacio, pero se detuvo llegando a la entrada de su habitación, mientras otro dolor, mucho más fuerte que los anteriores, la sacudió con fuerza. —¡Ahhh…! —su gemido fue delicado, y justo en ese momento, Tara, su criada personal de confianza, llegó a ella con rapidez. —Majestad… ¿Qué le ocurre? —Ayúdame, Tara… entrame a la habitación y cierra las puertas… Con dificultad, ambas llegaron a la cama, y solo en ese momento, Tara se dio cuenta de que su señora tenía las piernas ensangrentadas. Así que se puso las manos en la boca. —No… —Aisha bajó la mirada alzándose el vestido, y sus manos temblaron junto a su mandíbula. Rápidamente, sus ojos se llenaron de lágrimas, y su pecho comenzó a hipar. —Déjeme buscar un médico con urgencia… por favor… —Aisha reunió el valor y la tomó del brazo con fuerza, impidiendo que su criada se fuera. —Llévame a la tina… Tara la observó con terror, y luego asintió. Ella la sentó con cuidado, desnudando a su señora, y supo que la cantidad de sangre que estaba fluyendo, era importante. Pronto debía buscar a un médico, y avisarle al Emir. —¿Ya le había dicho al señor? Quiero decir, que estaba embarazada… —Aisha negó. —No… pero pensé… —Aisha miró a Tara con las lágrimas rodando por su mejilla—. Pensé que esta vez… Tara bajó la cabeza. —¿Cómo es posible Tara…? ¡He perdido cuatro embarazos! ¡Cuatro bebés! La mandíbula de Aisha tembló significativamente, y un sollozo desgarrador salió de su garganta. —No lo sabemos hasta que el médico la vea, mi señora… por eso es mejor que lo llame… —¡Basta Tara…! —la amargura en la voz de Aisha cada vez era más profunda—. Este es un castigo… pero no sé qué hice en la vida… amo a mi esposo, y soy una mujer correcta… ¿Qué hice, Tara? ¿Por qué? ¡Por qué! Tara saltó por un momento, pero tenía la confianza necesaria parta abrazar a su señora, y dejar que llorara en sus brazos por unos minutos. Sin embargo, su secreto no duró mucho, porque en medio de todo el caos en el baño, Tara se separó de su señora, cuando vio una figura masculina que estaba abriendo la puerta. Aisha se giró de golpe y cubrió su cuerpo, pero para Kaled fue muy notoria la sangre en el agua. —¿Qué está sucediendo? —Aisha temblaba en cuerpo completo, el aliento salió de su boca, tratando de reprimir sus emociones, pero prontamente se desvaneció. *** —Lo siento, señor… ella ha perdido al bebé… —Kaled apretó la mandíbula mirando en dirección de la cama, donde Aisha estaba completamente dormida, y ahora estaban pasando un tipo de suero para hidratarla. —Ya lo sabe… nadie debe saber esto… —El médico asintió con respeto, y luego le dijo. —Estamos haciendo todos los exámenes… determinar lo que… —Han hecho miles de exámenes, esto es de nunca acabar, nunca saben qué es lo que pasa… déjenos solos… El doctor se retiró de la suite privada, de toda una planta reservada para la realeza, y Kaled esperó que cerrara la puerta, para pasarse la mano por la cara. Si algo odiaba en este mundo, era ver una lágrima en el rostro de Aisha. Odiaba su sufrimiento, y detestaba ver esa cara cuando la miraba, esos ojos que le decían que ella había fracasado, cuando lo único que le importaba era ella. En pasos largos llegó a su cama y se sentó tomándole la mano para besarla. No sabía qué estaba pasando, ella se veía cada vez más débil, y no había forma de saber, por qué perdía a sus bebes. Este último, solo lo había descubierto hace unas horas, y estaba seguro de que Aisha se lo había ocultado por temor de que pasara de nuevo. Él la sintió removerse, y sus ojos se conectaron con ella cuando lo miró. —Kaled… —Shuuu… descansa… —ella negó rápidamente. —¿Qué han dicho? Yo… no te lo pude decir… tenía la esperanza… —Kaled acarició su frágil rostro y negó. —Nada de esto es tu culpa… buscaremos una solución, por ahora, solo me importa que tú estés bien. Los labios de Aisha temblaron un poco. —Lo siento… —Y Kaled apretó la mandíbula con impotencia. —No, nunca… no es tu culpa. ¿Sabes que te amo? ¿Qué eres la mujer del Emir? Mi mujer… —Kaled intentó sonreír para ella, pero la tristeza en el rostro de Aisha no podía desaparecer. —¿Qué vamos a hacer Kaled? Son cuatro… cuatro embarazos fallidos… ¿Y tu reunión? Se supone que debería estar a tu lado… era una reunión importante. Kaled negó todas las veces. Apretó su rostro y besó su boca. —Lo sabes Aisha… y todo el mundo lo sabe. Tú eres lo más importante para mí, y nunca, escúchame bien, nunca nada nos separará, ni esto, ni nada… Aisha cerró los ojos cuando los labios de Kaled besaron su frente y luego ella tomó su rostro para hacer que la mirara. —Kaled… creo que es hora… —¿De qué estás hablando? —Sabes de lo que hablo… sabes la situación del palacio… tu padre… Arabia… —Aisha… —Es hora, Kaled… solo yo sé que me amas, y nada me hará dudar de ello. No hay nada que pueda hacerme dudar de ti… —Escucha, cariño. —Kaled, por favor, escúchame a mí —Kaled frunció el ceño y pasó un trago grueso—. Tenemos diez años juntos… los años más hermosos que he vivido en toda mi vida… tengo treinta, y… —Y eres demasiado joven… —Y no quiero ver, ni sentir que pierdo otro bebé… —continuó Aisha—. Yo me moriría del dolor… y creo que no puedo soportarlo más… —A Kaled le ardieron los ojos—. Debemos buscar otra esposa para ti, amor… es lo que tenemos que hacer… —No… —Kaled arrojó las palabras como si fueran de hierro—. Escúchame bien Aisha, yo nunca tendré una segunda esposa, y no pienso cambiar de opinión, jamás… eres y serás la única esposa del Emir de Arabia Saudí, y es mi última palabra…

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