Cory Shane es una mujer optimista y dulce, dotada de una belleza que evoca a la mismísima diosa Afrodita. A lo largo de su vida, ha anhelado un amor digno de cuentos de hadas: un príncipe azul que la rescate en cada momento de necesidad. Sin embargo, todo cambia cuando conoce a Ithiel. Aunque desde el principio intuye que él no es lo que buscaba, se ve atrapada por sus encantos y termina enamorándose. Cory comprende que Ithiel es una contradicción, una mezcla entre pecado y encanto principesco. A pesar de todo, el amor que siente por él es tan poderoso que se niega a dejarlo ir. Por su parte, Ithiel siempre ha sido consciente de su habilidad para cautivar y dejar a las mujeres destrozadas después de prometerles el mundo. Sin embargo, Cory es única en comparación con todas las demás, incluso distinta a la mujer que le rompió el corazón en el pasado. Ella es un ángel caído que ilumina su existencia hasta que, trágicamente, su propia luz se apaga. El destino entrelaza sus caminos, pero las pasiones y las mentiras los desgarran, llevándolos hacia el desenlace de una historia que nunca llegó a comenzar realmente.

En un arrebato, el rubio me tomó el rostro y acercó el suyo al mío. Veía su desesperación, su dolor por mí y todo esto. —¡Carajo! Eres, fuiste y serás la única mujer que me hizo descongelar mi corazón— Me musitó, su voz estaba afligida, pero era dura y severa. —Toda mi vida he sido un maldito idiota, y lo fui contigo porque tenía miedo, me daba temor sentir todo esto por ti y salir lastimado... Pero ¡Joder! Te llevé por un inhóspito camino y destruí tu vida como lo hice con muchas otras. Soltó mi rostro y observé cómo bajaba la mirada, unas cuantas gotas de lágrimas se resbalaron por mis pómulos y cayeron al asiento ocasionando un pequeño sonido al chocar con este. —Tienes razón— Musitó, su voz más ronca que antes. Volteó ligeramente a verme y sus manos se apoyaron entrelazadas sobre sus labios —Me rindo... Eres libre, Layla.