Mejores amigos
Lucía
Hoy, por fin, Franco regresa de Londres y mi corazón late con emoción. Él ha sido el único chico que ha capturado mi interés.
Nuestro lazo se tejió desde la infancia; mis padres y su madre son mejores amigos, somos "casi primos" de cariño. Incluso él se refiere a mis padres como "tíos" igual que yo a los suyos.
La historia de sus padres ha sido dolorosa. Su padre se intereso en otra mujer y abandonó a su madre cuando Fran y su hermana eran muy pequeños. Sin embargo, a pesar de ello, nunca rompió la relación con sus hijos.
Hace más de cinco años él se mudó a Londres con su padre debido a que eso era parte del acuerdo de sus padres, que él viviría unos años por él debido a que en Londres había mejores oportunidades estudiantiles.
Sin embargo, al cumplir la mayoría de edad, Franco decidió regresar a vivir con su madre para completar la universidad aquí. Hoy él finalmente regresa y la felicidad me desborda. No solo es mi crush, sino mi mejor amigo.
Mi mejor amiga Miranda es la única que sabe de mi enamoramiento secreto hacia Franco. Anoche, la enloqueci contándole todo sobre él. Sin embargo, mantener esto en secreto es crucial, ya que mi madre es extremadamente sobreprotectora. No me permite tener novio ni salir, y Franco es prácticamente el único amigo hombre que me permite tener cerca.
Mamá no ve con malos ojos que mi "casi primo" me acompañe porque lo consideraba familia, pero sé que descubrir su verdadero significado para mí sería muy complejo para ella.
A pesar de que Franco es mayor y solo me ve como una prima yo tengo la esperanza de que en los últimos años ha cambiado de opinión. Atesoro en mis recuerdos la última vez nos vimos y cuando él me robo mi primer beso. Tan solo era un juego infantil, pero para mí tuvo un significado muy especial.
Me desperté temprano, me duché y escogí un short y una blusa rosa. Cepillé mis rizos, tardando varios minutos, y luego me dirigí prácticamente corriendo a la casa de mi tía Marina.
Los sirvientes me permitieron esperarla y me senté en el sofá. Estuve un rato allí; mi corazón se aceleró cuando escuché que se abría la puerta, sabía que era él.
Ambos se sorprenden al verme. Fue muy tonto venir sin avisar; me dejé guiar por mis impulsos.
— Hola, tía, no pude aguantar las ganas de... — me congelo en cuanto veo esos hermosos ojos que extrañé tanto.
— No me vas a saludar — me dice Franco mirándome.
Sus ojos brillaban con intensidad; era mucho más guapo que antes. Recordaba a un niño hermoso, pero ahora es todo un hombre; no creí que fuera posible que me gustara más.
Su cabello es oscuro y desordenado, sus ojos verdes; es más alto que yo por media cabeza.
— No puedo creer, eres tú
Lo abrazo con fuerza, sintiendo la calidez de su cuerpo contra el mío. Sus brazos rodean mi espalda, y por un instante, el tiempo parece detenerse. Puedo percibir el aroma familiar de su colonia, mezclado con un matiz de nostalgia que flota en el aire. Cierro los ojos, dejando que la familiaridad del abrazo me envuelva, recordando momentos de la infancia que compartimos.
Al separarnos, sus ojos verdes encuentran los míos, revelando una chispa de complicidad. Es como si ese abrazo hubiera desencadenado un torrente de recuerdos y emociones compartidas. En ese instante, la habitación parece cobrar vida con la presencia vibrante de Franco, y me doy cuenta de lo mucho que había anhelado este reencuentro.
— Los dejo solos, envíale saludos a tu madre, Lucía — Se despide mi tía antes de subir las escaleras
— Claro, tía — Pronuncie— Cuéntame todo, ¿qué tal tu padre? ¿Cuánto tiempo te vas a quedar?
— Calma, niña, es evidente que no has cambiado nada.
— Ya no soy una niña.— Afirme
— Para mí siempre lo serás.
— Solo eres dos años mayor, ¿sigues siendo el mismo patán o ya maduraste? — me burlo.
Desde que somos pequeños, Franco siempre ha sido un mujeriego. Ha tenido como diez "novias" en menos de dos meses, bueno, no novias. Solo se acuesta con las chicas y luego las deja. Creo que soy la única chica que ha estado siempre con él por una sola razón, nunca le he gustado de esa manera, a él ni a nadie, de hecho.
Aunque tengo el cabello rubio que cae en suaves ondas y unos ojos celestes que reflejan la luz, nunca me he percibido como la típica mujer que atrae a los chicos. No me considero fea, pero siempre he llevado conmigo una especie de reserva, una timidez que parece envolverme.
Mi madre, con su amor incondicional, ha tejido un manto de sobreprotección a mi alrededor. Aunque mi apariencia podría atraer miradas, la libertad de salir y explorar el mundo siempre ha sido limitada por su preocupación constante. Cada intento de independencia se encuentra con un cálido pero firme recordatorio de que la seguridad está en quedarme cerca de casa. Es como si las alas que podrían llevarme más allá estuvieran constantemente recortadas por el cuidado maternal.
— ¿Y tú ya tienes novio? Estás más hermosa que nunca.
Me sonroje y no puede responder. En ese momento entra Carlos, es el mejor amigo de Franco y es muy amigo de mi amiga Miranda.
— Qué gusto verte, amigo — lo saluda Carlos.
— Veo que te nos adelantaste, amiga — se burla Miranda quién viene al lado de él.
La conexión entre Carlos y Miranda es palpable para todos los que los rodean. Cada gesto, cada mirada, está impregnado de una complicidad que va más allá de la amistad. Las chispas de la conexión romántica son evidentes.
Carlos, claramente enamorado, lleva consigo la luz de la devoción en sus ojos cada vez que la mira. Sin embargo, a pesar de su deseo de formalizar la relación, Miranda se aferra a la libertad de la no definición. Aunque se besan y se tratan con la ternura de una pareja, ella resiste darle un nombre a lo que comparten.
Mi amiga nunca ha creído en las relaciones. Ella disfruta de llamar la atención de varios hombres, sin atarse a ninguno.
— ¿Y cuántas chicas conociste? — le pregunta Carlos a Franco como si nosotras no estuviéramos aquí.
— Muchas — presume él.
— ¿Qué tal? Yo soy Miranda, mejor amiga de Lucía.— Se presenta ella
Observo los ojos de Franco recorren cada centímetro de su figura con una intensidad que no puedo ignorar. Una sonrisa pícara se dibuja en su rostro. La forma en que la mira es diferente, como si cada detalle de ella fuera una obra de arte que merece ser apreciada.
Es una mirada que nunca he experimentado de su parte.
— Lu, ¿por qué no mencionaste que tenías una amiga tan guapa?— Inquiere
No ha cambiado nada, sigue igual de patán.
— Así que tú eres el famoso Franco, Lu me habló mucho de ti.— Responde ella con una sonrisa
— Espero que bien.
— ¿Tú qué crees? — alzo una ceja.
— ¿Qué les parece si salimos esta noche? — propone Carlos.— Debemos celebrar que mi mejor amigo ha regresado.
— No sé si me permitan salir — Pronuncie
— Vamos, Lu, no seas aburrida.— Insiste Miranda
— Conoces a mi madre — le recuerdo.
Mi madre nunca me deja salir sola con Miranda a su casa o al cine.
— Yo me encargo de ella — propone Franco.
A pesar de las restricciones habituales de mi madre, Franco desplegó sus habilidades persuasivas y logró convencerla, argumentando que él estaría a cargo de cuidarme. Siendo el sobrino favorito, su influencia sobre ella era incuestionable, y así obtuve la libertad para salir.
Opté por un look natural; dejé mi cabello suelto y decidí no recargar demasiado mi rostro con maquillaje. Vestí un atrevido vestido corto que dejaba al descubierto mis piernas, aunque mi elección estaba lejos de igualar la audacia de Miranda, quien lucía una indumentaria aún más reveladora.
Al llegar al bar, la emoción de mi primera salida se mezclaba con la impresionante escena ante nosotros. El lugar era expansivo, rebosante de gente animada y luces que parpadeaban en armonía con la música pulsante.
Franco, siendo el epicentro de la celebración, saludó efusivamente a sus amigos, generando una ola de alegría a su alrededor. En ese ambiente vibrante, una chica morena de ojos cafés se aproximó a nuestro grupo con un vestido n***o tremendamente escotado, integrándose perfectamente en la atmósfera de exuberancia y diversión del bar.
— Hola guapo, soy Vanesa — se presentó con una sonrisa, sellando su saludo con un beso juguetón en la mejilla de Franco.
— Hola, soy Franco, mucho gusto — respondió él, aunque sus ojos parecían momentáneamente atrapados en el sugerente escote de Vanesa.
— Hola, sigo aquí — interveni tratando de llamar la atención.
— No quise molestar a tu novia — dijo Vanesa con una risa coqueta.
— Solo es mi prima — aclaró Franco, desviando la mirada hacia mí, como si quisiera tranquilizarme con esa afirmación. La tensión momentánea se disipó, pero dejó una sombra de incomodidad en el aire.
Durante las siguientes horas franco se dedico a bailar con esa chica llamada Vanesa y en un momento se marcharon a la parte de atrás del bar. Por mi parte yo me quedé bebiendo con Miranda.
Ella me presentó a un amigo suyo, quien me sacó a bailar. En un momento de vulnerabilidad, me pareció patético no poder conseguir un chico por mí misma.
Gastón, el amigo de ella, fue mi compañero en la pista de baile. Mientras observaba a Franco danzar con Vanesa, Gastón se acercó, pegándose a mi cuerpo y tomando firme mi cintura.
Aunque mis movimientos seguían el ritmo de la música, mi atención estaba dividida, con los ojos buscando involuntariamente a Franco en medio de la multitud. La ironía de la situación resonaba en la pista de baile, mientras intentaba disfrutar el momento con Gastón, pero mi mente seguía siendo prisionera de otra presencia.
Cuando me cansé, me dirigí a la barra y le pedí al mesero un jugo. Sin embargo, su respuesta fue firme: solo servían alcohol o agua. Salí de mis pensamientos cuando alguien tomó mi brazo con fuerza.
— ¿Por qué te desapareciste así? — dijo Franco, su mirada lanzando llamas.
— No me desaparecí, estabas ocupado con tu "amiguita" y no me viste.
— ¿Celos? — preguntó, dejando el vaso con un gesto brusco.
— Claro que no, primo. Si me permites, voy a bailar — me dirigí a la pista.
— Sí, conmigo — me agarró del brazo antes de que me pudiera soltar
En ese momento, Gastón se acercó.
— Estaba conmigo — espetó Gastón.
— Ahora está conmigo, ¿algún problema? — respondió con determinación, enfrentándose a la mirada de Gastón, Fran hasta a mí me provocó cierto temor.
Franco no se apartó de mi lado durante toda la noche. Bailamos hasta altas horas de la madrugada, y casi estaba amaneciendo cuando decidió llevarme a casa. Nos quedamos charlando en la entrada de mi casa.
— Mamá me va a matar.— Exprese
— Por lo visto, tía Adriana sigue tan sobreprotectora como siempre.
— Sí, no cambia. ¿Y tu padre, cómo está?
— Feliz con su nueva familia — noté tristeza en sus palabras.
— ¿Y qué tal te llevaste con ellos el tiempo que viviste allí?
— Normal, me soportaban y yo a ellos, pero los extrañaba demasiado.
— Y nosotros a ti, eres muy importante para mí, yo — estaba a punto de confesarle lo que siento por él.
— Tú eres mi mejor amiga, mi única amiga. Te quiero tanto, Lu — besa mi frente — adiós, preciosa.