El día había pasado de maravillas, las muestras y fotos que requería el caso en la capital, estaban como tomadas por arte de magia, Any estaba cansada por tanto esfuerzo puesto en sus muestras, entonces decidió ir con Carlos a comer a algún restaurant que estuviera abierto en el pequeño pueblo. Carlos iba a un lado de la chica mirando al pequeño riachuelo. Su mirada se encontraba perdida sin remedio, su patrona se dio cuenta, pues de la larga conversación que le había puesto no había respondido ni una vocal.
—¿Te pasa algo? —El siguió caminando—Hey Carlos te estoy hablando.
—Perdón Jefa, es que… —Frunció el ceño. Carlos no obstante salió corriendo al arroyo a toda velocidad y salto la barandilla del puente que protegía a los peatones de caer al viejo rio. Dejando sola a Any, el corrió —¿Que pasa Carlos?— Any estaba desconcertada y aterrada por la actitud del chico, ella espero gritándole, pero el siguió bajando por la pequeña barranca. Carlos bajo por una empinada inclinación de tierra, pasando por rocas, arbustos, moras, algunos árboles grandes y un pequeño arroyo. El agua le llegaba a las rodillas, pero seguía avanzando. Any se quedó viendo en la parte superior del puente, la actitud que tenía ahora, como la que tuvo en el tren, atacando a los ladrones, era completamente distinta al Carlos que conocía.
Carlos llego a donde tanto anhelaba y consiguió la silueta de una niña tirada en las rocas, a orillas del rio. La niña estaba magullada y con golpes en el rostro, su cuerpo estaba pálido, y húmedo. Estaba claro que había caído al agua, que las rocas le hubieran golpeado iba a ser el testimonio de Carlos ante la policía. La niña tenía varias lesiones, y por su tamaño tenía como diez años de edad. Carlos con cuidado la saco de las rocas, poniendo sumito cuidado en la cabeza del infante. Evitar un golpe que la dejara peor de lo que estaba sería un grave error. Carlos logro sacar el cuerpo con total cuidado y dedos delicados, después puso a la niña boca arriba. Pudo ver su rostro, y estaba muy golpeada, las magulladuras eran profundas, requería un hospital urgentemente.
Carlos acto seguido, le dio unos primeros auxilios, puso sus grandes manos en su pecho, y empezó a empujar. La niña no respondía, entonces puso su oreja en el pecho de la niña, y pudo escuchar un pequeño latido, pero que era tan frágil como el aleteo de una mariposa. Carlos con esperanzas entre sus puños, puso sus dos manos en el pecho, y empujo más fuerte. La niña abrió los ojos y expulso algo de agua, seguido de tosidos fuertes, —Reacciono— Dijo Carlos emocionado. La niña al instante cerro los ojos y cayo desmayada, Carlos agarro su cabeza para que no se golpeara. Y la agarro entre sus brazos, cargándola paso el rio y subió la barranca. Saliendo a la carretera justamente donde estaba Any. Le hizo una sonrisa a su jefa.
—Te traje otro obsequio. —Mostro a la niña, y el giño el ojo. Any pensaba que aun con las rodillas empapadas de agua, el cuerpo lleno de sudor, y la ropa mugrienta. Seguía siendo lindo. Ella sonrió y se acercó a la niña, —Es linda— Dijo en un susurro constante mientras acariciaba la frente de la pequeña. Acto seguido Carlos llamo a un taxi y se montaron en él. La dirección estaba puesta en el hospital más cercano, Después de recorres algunos kilómetros de carretera pudieron llegar al hospital, un camillero los recibió y pusieron a la niña en una camilla. —Son los padres —Pregunto el Camillero Any negó con la cabeza.
Carlos se quedó afuera impaciente por que saliera el doctor con los resultados, miraba al reloj y en su cabeza repercutía el tic y el tac de las manecillas. Any estaba a un lado de el, sobándole la espalda y dándole consuelo. La cabeza recostada en su hombro y sus manos pasando por el cuerpo de Carlos. Un ambiente que desbordaba sentimientos. Carlos anonadado busco la mano derecha de su patrona, y tomándola entre bambalinas le dio un besillo. —Gracias— Ella frunció el ceño. —¿Porque?— Respondió. —Por todo, jefa— él la miro fijamente a sus ojos. —Gracias a ti—refuto la patrona como siempre indómita. Carlos vio que no había nadie en la sala, y se acercó un poco más a la patrona, lentamente ponía dirección a sus labios. Ella recibió el beso sin ningún problema.
Carlos por fin volvía a probar de los dulces y jugosos labios de la patrona. Esponjosos suaves húmedos, y apetecibles, el los presionaba contra los suyos. La patrona abrió más la boca, y le puso las manos en la cabeza del abogado. El metió su lengua hasta donde más podía, bailaban al compás de la música, y como una danza tradicional en perfecta sincronía. Carlos no paraba seguía, y un calor dentro de él empezó, subía intensamente como un huracán, no paraba era adictiva, los jadeos de su respiración adornaban la sala como nota musical, y el vapor que destilaban de sus poros, hacían que las pequeñas ventanas se empeñaran. Pero la patrona empujo a Carlos para atrás, ella no estaba segura donde pararía esto si no acabara con el beso. Carlos entendió perfectamente lo que ella, sentía por que su entre pierna lo delataba.
Se echó para atrás un poco y arropo su cuerpo con sus brazos, y la empujo a su pecho donde puso su cabeza, y la recostó allí, ella se dejó del todo, ni problemas puso lentamente cerro los ojos mientras escuchaba el aleteo violento de los latidos del corazón de su abogado.
Capítulo 9: Las montañas Amarillas.
Pasaron el resto de la noche, allí. El medico salió como a media noche, y le había dicho a Carlos que la niña estaba fuera de peligro. Muy temprano llego la policía pero con algunas palabras Carlos soluciono todo y le dijo al oficial que del todo se encargaría él. Any ya había despertado y después de un rato ella estaba en la cafetería tomándose un café. Poniendo batería y renovando sus agotadas energías. El abogado estaba en el cuarto de la niña. Sentado al lado de ella, la niña despertó al rato, y ella vio a Carlos de un respingo se asustó y volvió a entrar en pánico. La niña se movía como una bestia y no paraba, Carlos la presiono contra la cama para que no se hiciera daño con las puyas que tenía por el tratamiento.
—Quédate quieta Escúchame soy un amigo no te hare daño. La niña pese a las múltiples explicaciones de Carlos no lograba calmarse. Una enfermera entro por todo el escándalo, y Carlos le dio la señal de que aplicara un sedante. Después de que los gritos sollozantes de pavor que Emitía la niña se detuvieran aunque fuera algo retrogrado tuvieron que amarrarla a la camilla, para que su cuerpo no pagara las consecuencias de un Accidente Cardiovascular. Pasaron unas horas y la niña aun no despertaba, Any entraba una y otra vez para ver cómo estaba Carlos. Ella soltó un suspiro de dolor, al ver como amarraban a pobre criatura. Carlos pudo ver como en los ojos de la chica había compasión, eso le abrió el corazón. Algo que no había sentido en mucho tiempo despertó.
No sabía si era algo que se pudiera explicar, pero entendía que alguien que apenas conoce a una niña pero siente dolor por ella, es más que humano para la era actual que se vivía, estaba claro que su patrona iba a ser muy buena madre, y que si dios lo ayudaba, sus hijos iban a ser de él y ella. —Pobrecilla— fue la primera palabra que dijo Any, en todo el rato que había estado en el cuarto. —¿Tienen que amarrarla tan fuerte? eso le lastima las muñecas— Carlos se acercó y le dio una abrazo, agarrándola por detrás. —Si es por su bien— Le susurró al oído en tono cómplice. —No debes temer la voy a cuidar bien— Ella se acurruco en sus brazos tomaban el papel de una cuna, ella se sentía segura entre la brecha de su pecho y sus brazos.
—Ojala se recupere rápido, para que nos podamos ir ¿ya encontraste a la familia de la chica? Carlos negó con la cabeza.
—Creo que es huérfana… —Ella sollozo— pero entonces ¿qué vamos a hacer con ella?
—Me la llevare a Shangai cuando regresemos, yo la cuidare, no te preocupes por nada, después la llevare a un centro de rehabilitación, para que se reivindique en caso de trauma, que por lo que he visto, sí que lo tiene.
—También te puedo ayudar, bueno nunca he tenido hijos, pero sé que puedo hacer un esfuerzo, además no le caería mal una silueta fémina corriendo por el Bufete Alexandra se va a poner bien contenta.
Carlos al escuchar estas palabras casi salta de la alegría, pero se contuvo para que ella no supiera, tomando ventaja la abrazo un poco más fuerte que antes, estaba claro que debía proteger a la niña, y que encima hacer feliz a Any, y si debía dejarse la piel por hacerlo lo haría.
—Mira está despertando— Señalo Any sorprendida a la camilla, Carlos en un acto rápido se fue a un lado de la niña.
— ¿Estás bien? —La niña afirmo con la cabeza— ¿Cómo te llamas? Apenas con un leve sonido emitido de la frágil y quebradiza voz. Se escucharon en el cuarto las palabras —Vanessa… Heart.
La niña estaba tan débil que no pudo reaccionar más y volvió a caer en sueño profundo que era lo mejor para que estuviera repotenciada el día siguiente y poder salir por patas del hospital. Carlos miro a Any, con esperanza en los ojos y ella le sonrió con todo su espíritu. —Ve a casa— Any no entendía porque él decía esas cosas. —Tienes que descansar bien, yo me quedo aquí— Carlos mostro su lado más inflexible, era una orden más que una petición, pero Any estaba tan cansada que no iba a negar la propuesta.
Cuando Any se fue Carlos casi que cae desmayado del cansancio por no haber dormido nada, el nunca mostro su cansancio era tanto, que cayó sentado en la silla que estaba al lado de la camilla, casi ni podía mover el cuerpo. El agotamiento abrumador hacía que fuera una faena mover un solo dedo. —Te pareces tanto a mi hermana— Dijo Carlos a la dormida Vanessa, el sin poder hacer nada dejo caer sus pesados ojos y cerrándolos se quedó durmiendo una rato. Any había olvidado el celular, y volvió para recogerlo, y cuando entro a la habitación para buscarlo. Vio la imagen de Carlos dormido en la silla, ella inclino un poco el cuello mientras sonreía con amplio afecto. Se agacho un poco y le dio un beso en los labios. —Gracias por cuidarnos baby— sin despertarlo la chica dio un par de besillos más, y antes de que la descubriera alguna enfermera, se fue corriendo a la residencia.
La mañana siguiente Any estaba en el hospital con una tasa llena de comida para Carlos y Vanessa. La pequeña estaba mejor jugando con el celular de Carlos que era parecido a lo más avanzado que había visto en su vida. Carlos estaba más levantado y podía moverse con más libertad, a la vez no sentía tanto el cansancio tan ensordecedor que tenía ayer. Esperaban a que el doctor viniera a la habitación para firmar el alta.
—¡Aquí estoy Carlos!—la puerta se abrió de golpe y un aura de felicidad entro al cuarto— Come. Te traje algo de
—¡Oh! qué bueno que has llegado. Ya estaba por ir al baño, quédate con la niña.
Carlos fue brincado al baño y Any destapo la tapa de la tasita, la niña asoma la cabeza por encima de la barandilla de la camilla, estaba estupefacta en el olor del rico platillo. La niña era tímida con Any, pero la licenciada era inteligente y con la comida fue ganando de apoco la conciencia. Vanessa podía comer mucho Any le dio gran alegría de que se estuviera desenvolviendo tan bien. Su progreso era impresionante, y ya no sufría de esos feroces traumas. Con una sonrisa Any agarro un pequeño bollo y se lo dio en la boca a la pequeña. —AY Que mona quiero una así— Dijo Any conmovida por la chica. Carlos entro en el acto y escuchando estas palabras no tardo en poner a la patrona en su lugar.
—Pues si quieres la cuidaremos juntos y si hacemos los tramites podemos quedárnosla igual para eso somos abogados.
—Lo podremos hacer —Any volteo la cabeza rápidamente.
Carlos afirmo con la cabeza que si podía, y se sentó a un lado de la pequeña Vanessa cavia perfectamente en sus brazos, y ella parecía pasarla bien con sus nuevos representantes, aunque no habían podido conseguir información de ella.
—Dame algo de comer, tengo hambre. Exclamo Carlos mirando la taza llena de apetitosas comidas.
—Goloso. Dijo ella negando con la cabeza.
—Pero no me habías dicho que trajiste comida, para mí. —Ella carcajeo.
—Era para la niña. —Carlos gruñó—Bueno también hay un poco para ti. Ella con unos palillos de cocina, hurgo entre la tasita y saco un pedazo de carne, se acercó a los labios de Carlos y se lo dio para que masticara. Carlos a un no tragaba su bocado pero saco unas palabras de su boca: —Gra… ci… as…— acentuando cada silaba. Any le disgusto eso y jalo de su oreja. —No hables al comer te puedes ahogar tonto— La niña se rio al ver como Any jalaba las orejas de Carlos.
El doctor entro a la sala, una llevaba una bata larga, en su mano una carpeta, Carlos se paró de la camilla al acto y escondió la comida que llevaba Any. El doctor muy rígido y serio tomo las condiciones de Vanessa. Primero la respiración luego las pupilas y finalmente una prueba de temperatura. El doctor hizo una mueca y anoto en el cuadernillo, —¿Pasa algo?— Pregunto Carlos desesperado por el alta. El doctor negó con la cabeza mientras firmaba el acta del alta, ya hecho eso después de un Rato le dio el papel a Carlos y con un estrechón de manos salió de la habitación deseando buena salud a la pequeña y a sus padres, Que en este caso eran Carlos y Any.
Carlos brincando de la alegría tomo las cosas de la niña y llamando a un taxi salió volando del hospital. Vanessa también mostraba algo de avances, ya no le tenía miedo a ninguno de los dos, y Any estaba muy contenta con ello, Fueron a la residencia, donde la vieja de la recepción los recibió con una leve sonrisas: —Felicidades— pero ninguno de los dos entendía porque este recibimiento, Any llevaba el bolso donde tenía el vestido con el que habían encontrado a Vanessa y unas cosillas que había llevado al hospital, Y Carlos cargaba en sus hombros a Vanessa, parecían una pareja de casados que estaba de vacaciones. Any llego a pensarlo y se sonrojaba sola.
Subieron las escaleras y entraron a la habitación, Carlos jugaba con Vanessa mientras la recostó en la cama. Any llego más tarde y como recibimiento lo que consiguió fue una pelota clavada en la cara. Poniéndose roja de tomate cruzo los brazos mientras Carlos contenía la risa innata que emergía de él. — ¡Ja! ¡Ja! Papa se ríe de mama. Dijo Vanessa haciendo la figura de un angelito en la cama Carlos quedo fuera de juego con eso, Mientras miraba a Any y ella echo una risa. —Pues si quisieras a tu mama no le lanzaras una pelota en la cara— Vanessa tras escuchar eso salió corriendo con los brazos abiertos y abrazo el estómago de Any. Ella la levanto en sus brazos.
Any lanzo a la chiquilla un par de veces al aire, jugando con ella, finalmente bajándola y dándole un beso en la mejilla, mientras apretaba un poco sus cachetes. —Niña mala— a Vanessa casi se le pusieron los ojos llorosos por las palabras de su supuesta madre. —Deja a la niña quieta— Abogo Carlos por el bien de su cliente. Carlos llego y con dos pasos fuerte, estiro sus brazos y alas abrazo a ambas, y con el peso de su cuerpo las empujo a las dos a la cama, cayendo acostados todos en el rígido colchón se echaron unas carcajadas. Casi ensordecedoras que por toda la residencia se escucharon.
—¿Oye ya te bañaste jefa? Porque vamos a salir a un lugar nuevo.
—si ya lo hice Carlos, piensas que salgo sin bañarme.
—Papa báñate junto a mama. —Any se sonrojo casi que al cien.
—Pero que niña tan mona. —Dijo Carlos sorprendido— pero creo que ella tiene razón jefa, deberíamos bañarnos juntos. Carlos en un tono sarcástico alzo un par de veces las cejas.
—Sigue soñando. —Respondió Any con una actitud seria.
—Bueno, me voy a bañar para que salgamos a ese lugar, prepara a la niña. Any acepto con la cabeza y empezó a buscar en su armario algo para la niña.
Carlos se bañó lo más rápido que pudo y sintió como días de ajetreo se iban por la cañería y un hombre nuevo salía del vestíbulo. Ya vestido tomo su cartera y sus tarjetas también algo de efectivo que conservaba en la maleta que era de Elly. Como todo era ropa de mujer, él no le servía nada de eso, pero en la tienda del pueblo compro un suéter de tela, y unos vaqueros ajustados que estaban en descuento. Any por otra parte se maquillo un poco más, se arregló el pelo y arreglo a la niña. Le puso un vestido blanco que compro también en la tienda del pueblo. Y después en conjunto con unas zapatillas del mismo color y unos aretes que tenía en su amplia maleta.
La patrona se puso su más sexy vestido azul. Con un abrigo que cubría sus hombros y escote revelador. Su piel blanca resaltaba con el ropaje que llevaba. Iba de top model, y como en ese pueblo no muchas muchachas se vestían así causaba mucho alboroto. Carlos ya estaba listo y salió del baño —primero llamo para confirmar que ambas estaban vestidas— salió des vestíbulo y vio a la seductora de su jefa y silbo con los labios. —Pero que bello se ve eso— El alago calo en el pecho de Any y casi al instante se encogió de hombros quito la mirada del hombro y se sonrojo como un tomate. Todavía ella no sabía porque unas cuantas palabras de ese hombre la ponían como una niña. —Si mama está muy linda— afirmo Vanessa. Salieron del cuarto asegurándose de que quedara bien cerrado y pusieron marcha a ese lugar donde Carlos las iba a llevar. Antes de salir de la residencia en la entrada esperaba esa anciana y con un —Cuídense muchachos— después ellos salieron agarrados de las manos, con carcajadas pintándose en el matiz.
Tres horas después llegaron a las montañas amarillas. Las montañas que forman una cordillera a 1800 metros sobre el nivel del mar. Any no se lo podía creer, como sabía que quería ir con mucho anhelo al monte Huang. Carlos había descubierto que le gustaba el monte Huang y las montañas amarillas porque en el tren se la paso viendo una fotografía de las susodichas. Y desde que llego a la cuidad tenía programado un viaje a las montañas más bellas de la china.
Tomaron un carrito pequeño que los llevo a la primera subida de la montaña.
—¿Cómo sabias que quería venir acá? Pregunto ella con gran curiosidad en la que volvía a caer.
—No te voy a decir. —Carcajeo— Muchas veces te vi viéndolas, programe a escondidas una cita aquí.
— ¡Dios! eres peligroso. —carrasqueo.
— No lo digas de esa manera.
—Papa es peligroso. —Grito Vanessa con toda la fuerza de su voz— Papa es peligroso ¡ha! ¡ha! ¡ha! Un puñado de gente volteo a ver a la pequeña Vanessa agarrada de las manos de sus acompañantes. —Detén a la niña o me van a arrestar. Dijo Carlos con una sonrisa en la cara Any en un apuro separo a la niña y se arrodillo a su nivel.
—Pequeña Vanessa tienes que tener en cuenta que las palabras no siempre son lo que parecen ser, a eso se le llama sarcasmo, ya tienes diez años debes comportarte mejor, las señoritas no se comportan como lo estás haciendo tú. Any vio como Carlos se alejaba un poco. —Quédate aquí, ya vuelvo jefa… Any se quedó parada en la pequeña parada del mirador.
—Regrese. Dijo Carlos llegando de improvisto por un lado de ella. Any casi pegaba un brinco por el susto
—¡Huy! no aparezcas asi, casi me da un infarto. ¿Por qué te tardaste? no vamos a poder llegar a la cima. Carlos le puso los dedos en los labios parando la ráfaga de quejas salientes de la boca.
—Ya vine eso es lo que importa, pero no creo que sea buen momento para darte lo que tengo aquí para ti. Ella frunció el ceño curiosa por la cosa, que tenía Carlos para ella.
Sin más dilaciones siguieron caminando por las escarpadas escaleras de roca talladas con cincel y adornadas con madera, para crear una especia de corredor. Así podían transportarse de una montaña a otra con facilidad, pero no solo eso, el sol adornaba perfecto el calcio de las montañas creando un toldo amarillo en el que se fundía toda la gama de colores. Donde se contemplaba un patrimonio de la humanidad, donde la vegetación era escasa pero perfecta, que adornada las puntas de las montañas como si fuera su sombrero. Mientras que el musgo de las paredes arenosas, sería el ropaje de las mismas, y finalmente en las cabeceras su pelaje ondeando, sino más que la niebla pasando por cada escarpado y helado pico. Una ambiente súbitamente fuera de esta tierra, que no solo ponía los pelos de punta sino que atraía y dejaba adicto a Any y Carlos.
Carlos veía en los ojos de la Any, bellos eran, proliferaban felicidad, una sonrisa encantadora bajo el manto de la niebla de aquel ambiente. Y que pasa en la siguiente escena Típico, ella se voltea. De repente ella le hace una sonrisa sutil, picara, dulce, burlona o más bien pasional. Al hombre, Como descubrirlo, digo lo que se encuentra en sus pensamientos si no puedes estar en su mente, que remedio, solo debes dejarte llevar. Dejar que el peligro se borre un momento de tu mente, igual si morimos no disfrutaremos nada, o que más que tu cuerpo y el mío. Nuestras caderas conectadas con un sinfín de sensaciones. Que me sacrifique: Lo haría mil veces, todo lo siento con esa sonrisa, palpita en mi corazón. Pero que más siento no es solo eso, muchas emociones, no quieres comértela a besos, despertarla en la mañana y darle un abrazo, hacer el café, o quizás el amor.
Tomarla de la cintura, tomarla de un poco más abajo. No es bello ver como ella se matiza con la niebla y la roca, y queda plasmada en mi pecho y mente. O no es bello ver como sonríe llena de felicidad, acaso no te da felicidad, ver como sonríe o escuchar una fracción de palabra y que se te erice la piel, que al verla se te detenga el tiempo y haga hecatombe, no es bello sentirse vivo, y espero sentirme vivo pero contigo. Esa chica de pelo castaño que siempre estará en mi corazón. Aquella por la que iría a china, perdón ya estoy en china. ¿Y porque? No lo sé, pero al verte se van esas absurdas preguntas, y dejo de hacerme imaginaciones, para hacerme las misma pero contigo, un bebe tal vez, una cuna y agarrados por las manos caminando por el parque, Tus hermanos me lo interponen, o el resto del mundo. No es nada paso por encima soy muy bueno improvisando aunque vaya al ras.
El juego es vencer o morir, complicidad al cien, Despertarme y apañarme a tu espalda desnuda, besarte de arriba abajo hacerte mía como si fuera la última vez, como si no hubiera un mañana. Como si el mundo se le acabaran la horas minutos y segundos, qué más da si tú y yo estamos conectados, no digo destino —No creo en esas cosas— pero si tenemos una asunto pendiente. Qué más da si me das de lo tuyo yo te daré de lo mío, más de mil veces. Igual morir en tus labios, no lo puedo negar. Que cada vez que te vuelvo a ver, me recorre aquel sentimiento hasta la última célula de mi piel.
Y sabias bien que lo hacías a posta, que ya sabias lo que me provocabas en el cuerpo. un sinfín de galerías de imágenes, que suben y bajan, dibujo tu cuerpo en la playa mientras leemos un libro, te puedo dedicar uno, o dos hasta tres, o mejor un poemario. Más adecuado para lo que te tengo que decir. O lo que te quiero confesar, si me la juego lo hago, de nuevo si me repudias me iré, y si me quedo te diré lo que nunca te he podido decir, no me digas que no, porque quedo como un desierto, seco y sin agua para la vida, y si… Dicen que el tiempo sana, pero a mí me mato un par de veces en vez de curarme. Y si quiero verte una dos tres, y mil veces más, al día quiero que seas tú la que me diga que sí, no me importa si me dicen infeliz iluso, porque prefiero vivir en esa ilusión mil años, a un año sin ti.
Y si cometo la gran barbaridad de pensarte más de lo normal, si es que normal se pueda decir mucho. O que una raíz matemática sea menos complicada que tu, o al menos algo menos, pero solo digo que nunca comprenderé como mi pequeño corazón puede sentir cosas tan grandes como esas, tus labios me tienen presos, o tal vez adicto como una droga, que si no está, me causa una secuela, esa misma causa que te busque y me de una metástasis, por las cosas que hice sin pensar, me arrepiento…. No jamás no lo hare. Nos perdimos para siempre en ese bosque de fantasía escrita de cuento de hadas, dame señales que interpreten las neuronas de este pobre ser, para que me digas si es bueno o no. Vámonos a la luna, o a Plutón, Vámonos a Grecia o a China, recorramos el mundo las estrellas el universo, con un verso te hago llegar al pueblo más próximo, así no se haga sinónimo de indómito, o de inexplorado, como la jungla, donde también nos podemos perder. Hacer el amor en un tiesto atardecer y rojo ocaso.
O acaso no te gustaría escaparte de la rutina, irnos y no saber nada más del resto del mundo, por amor, se perdona aunque te hayan hecho sufrir y mucho. Si igual ablandas mi corazón con esa sonrisa, a veces pienso que esto es muy profundo, como el laberinto oscuro que aguardan en tus ojos, mirándome, como yo te miro, y pensándote, tal vez mil veces al dia, no perdón diez mil, está bien exagero, pero no exagero cuando digo, que eres de las poco que me hacen volver loco. Si es que existe alguna otra. Dame una bofetada, si me la merezco, pero también quiero luchar, porque me enseñaron a nunca bajar los brazos, escúchame como me escuchan estas montañas.
—Any —Ella volteo a buscar a Carlos. conectaron sus miradas, y Carlos tomo su mano con ternura.
—Si dime Carlos.
—Te amo.
La chica se sonrojo, del todo, y se acercó a él al oído dejo escapar algunas dos palabras con peso en tonelaje. —Yo también— Any lo abrazo apasionadamente mientras miraban el ocaso rojizo en la pared amarilla de la montaña.
—Tengo algo para ti, —Inefable sensaciones recorrían el pecho de Carlos, con su palpitar a millón— Para ti. Alzo de la nada un pequeño collar, con la letra A grabada en él.
—¡ Qué lindo! Gracias. Ella agarro el collar pero no se lo podía poner—Me lo puedes poner. Carlos en reflejo rápido, Agarro el collar, y se puso detrás de ella, dejando ver una parte de su espalda, —donde se convertía en cuello— acaricio sutil su nuca, y ella hizo un leve respingo cerrando los ojos. Completada la misión Carlos, la miro a los ojos, ella miraba a también a los ojos de Carlos, —Any quiero… —puf— Ambos miraron a la explosión de los fuegos artificiales. El volvió a mirar a —Any. Quiero pasar el resto de mi vida contigo.