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3884 Palabras
  La mañana siguiente Carlos fue al bufete más que dedicado a ver   a su patrona, cosa que no le costaba, el día anterior no había sabido nada de ella, pensó varias veces en llamarla pero después de una discusión interna pensando en qué pensaría ella, decidió pasarlo por alto, tal vez estaría ocupada, Al entrar al bufete, vio una ambiente algo turbado, —Frunció el ceño con sospecho— Camino hasta el escritorio de Alexandra. —Alexandra Buenos días… ¿Qué está pasando?                                                               —Oh licenciado. Llega tarde —Dijo con Sarcasmo— esto es obra de un caso que llego desde un pequeño pueblo de afuera de la ciudad. La licenciada lo está esperando en su oficina. Vaya                                                                                                                     Carlos acudo al llamado de su patrona. No dudo ni un minuto, pero sabía que la magnitud del asunto era grande, docenas de personas entraban y salían del piso con montañas de papeles, entre sus brazos, las secretarias no tenían descanso y los mensajeros, parecían que les persiguiera la policía por haber hecho algo malo.         Carlos como pudo se abrió paso entre la gente que pasaba por el estrecho pasillo, golpeando sin querer a todo el que se le atravesaba, el sintió como alguien le agarro el trasero. Miro de inmediato para atrás haber quien había sido, pero no pudo distinguir entre tantas mujeres y hombres que estaban allí. Pudo llegar a la oficina, y con tres golpes de nudillos en la puerta anuncio su llegada. —¿Quién es?— pregunto la patrona desde dentro. Pero a pesar de no saber quién la esperaba abrió la puerta de la oficina. Carlos al ver su figura delineada, y una falda corta de color rosa, no se pudo impedir verla. Viendo su rostro se daba cuenta de cómo a pesar de estar desde más temprano que él, en la oficina resolviendo casos de suma importancia, aun así, se veía fresca y hermosa. —Ay Carlos eres tú. Ven pasa— La patrona jalo a Carlos de la manga de su camisa. Y lo hizo pasar a la oficina, ella cerró la puerta inmediata mente —Te tengo que contar algo Carlos. Sé que te va a gustar— Con una sonrisa maliciosa Any se veía extraña, no parecía la misma, no era como de costumbre. —Carlos prepara tus maletas que nos vamos al campo— Tal vez nunca sonrió tan lindo como ese día. Carlos sorprendido con las cosas que fardaba la chica, — ¿Cómo dices? — pregunto el un poco desconcertado.             —Que nos vamos al campo. Al pueblo de    Hongcun, hay un caso allí, y nosotros dos vamos a resolverlo. —Se puso las gafas de sol.                                                                   —Así de importante es el caso, que debes ir tú en persona.                                                            —Solo es buscar algunas muestras, solo eso.  Además… ¿No quieres ir a pasar una semana conmigo a solas, en un pueblo desconocido? —Alzo las cejas dos veces.                  —Pues si me lo dices así, es algo tentador.  —Dijo Carlos con gran interés en la conversación— pero quien se va  a hacer cargo de todo tu trabajo.                                                            —Por eso no te preocupes, Alexandra puede hacerlo muy bien. —El tosió— Pasa algo. El negó con la cabeza. Carlos se paró de la silla, y con orgullo se acomodó el cinturón. —Entonces voy a dejar todo listo en mi oficina para que partamos. ¿Cuándo nos vamos jefa?.                             —Mañana por la mañana, lo más temprano posible. Nos veremos en la estación de tren. Llévate todo el equipaje necesario.                                                                                        —Echo, Voy a trabajar un rato. Nos vemos en una hora, para ir a comer helados. La licenciada, afirmo con la cabeza. Ella se quedó viendo como el licenciado salía de su oficina mostrando su fuerte y seductora espalda. Mordisqueando el borrador de un lápiz. Pasaron las horas y entre miles de palabras en su hoja de Word llego la hora de poder comer helados con la Patrona. Abrió la puerta. y la patrona estaba en el pasillo. La chica se echó una carcajada.           —Te iba a llamar justo ahora. —Giño el ojo—Vámonos.  Hecho prisionera de las manos de la doctora, Carlos seguía el ritmo tan alegre que esta presentaba ese día. Aun pasaba el sentimiento de interrogo del porque se comportaba de esa manera. La indómita patrona que no dejaba ser domada por nadie, comportándose como una niña de quince años. Pero le gustaba esa actitud, se prestaba para sus > y tener a una chica detrás de él, esa manera no es que le veía mal. Ahora el problema que más giraba en su cabeza era solo uno. La familia de Any.             No perdieron casi nada de tiempo, y en una pispas estaban sentados comiendo helados como era de costumbre a esas horas. El callado licenciado tenía los ojos clavados en la licenciada, como tonto la observaba con atención viendo —como de costumbre— El cómo, comía un helado de Mantecado. Se percató que al pasar de los días, los sabores variaban y nunca se repetían ni en las chipas que lo complementaban. —Que pasa— dijo ella con interrogo. Él la miro y quito el pequeño resto de chispas de su cachete.                                                                                                                                         —Nada solo que, ya conocí a tu hermanastra la cual decías que era la más problemática por no decir Loca. —Ella se rio— Así que creo que no hay problema en que tengamos algo.                                                                                                                                        —Aún faltan Lee Y Dan los dos varones, ellos son más problemáticos aun.                      —Está bien, pero no creas que me he rendido. Voy a luchar. Me entiendes. La chica se ruborizo encendiendo esa llama de pasión entre sus pechos. Aquella flama que hacia arder el cuerpo con una sola palabra. Esta vez la chica no adyacentes a los demás momentos reacciono al halago. Pero nunca dejándose descubrir. De sus labios brotaron un leve: —Gracias Baby— Que a si tiempo se desintegro en el aire. Pero que Carlos recordaría para el resto del día. O quizás hasta el resto de su vida. Los dos jóvenes salieron de la heladería y fueron al bufete. Alexandra recibió a la patrona con una pila de documentos en la mano, así que la susodicha se a hacer el tanto trabajo que tenía. Mientras que Carlos hizo lo mismo. Ya eran las ocho de la noche, Carlos llevo a su jefa a casa, y camina directo a hacer las maletas para irse con su Jefa a las famosas montañas Hongcun, miedo y emoción eran las emociones que se cruzaban por su pecho. Pero una silueta femenina apareció afuera de su puerta. —Caminaba con interrogo— Se acercó a la puerta de su departamento, y vio a Elly sentada en la pared esperándole.  Cuando la muchacha vio llegar al abogado, corrió a darle un abrazo fortísimo. El abogado no sabía lo que ocurría,  la chica se veía algo desesperada, y su maquillaje estaba desparejo en sus ojos, el mismo pensó que había llorado por algún motivo, pero no dudo en recibir el abrazo y susurrar a sus oídos palabras de consuelo.                                        —¿Que pasa Elly?                                                                                                                           —Me… Fui de donde estaba porque… —inhalo— El casero me quería violar.                 — ¿Qué? ¿cómo es eso?                                                                                                                              —Como no tenía trabajo, No le pude pagar lo que debía, entonces el dijo que había otra forma de pagarle. Pero no entendía —Sollozo— Que era dándole mi cuerpo.                                                                                                                                                                     —Pasemos a la casa, las paredes tiene oídos.                                                                      Carlos y Elly se metieron al departamento, sin dudar ni un segundo en poder terminar con ese capítulo tan trágico en la vida de Elly. Él sabía que era de la mafia, pero estaba allí por necesidad no por querer. Además la línea de los problemas son tan cortas que, de la más mínima hormiga, se podría desatar un terremoto, más conocido como efecto mariposa, además con razones tan lógicas como un intento de violación más aun debía ayudar a esa pobre chica. Así que con sus enormes brazos de acero, levanto las maletas de la Elly. Carlos le dio las llaves a la chica para que abriera la puerta.   Elly rápidamente se sentó en el mueble, dejando ver las piernas blancas y estiradas. Carlos puso las maletas en la alcoba de residentes, mientras regresaba a la casa. Para hacer un plato de comida, —Él ya había comido con su patrona pero la chica se veía a leguas que tenía hambre— Así que rápidamente busco en la cocina carne y algo de arroz y puso a hervir el agua necesaria para hacerle una cena digna. Elly solo se quedó recostada en el sillón tratando de pegar el ojo. Pero viendo con asombro lo que él hacía. —No te vayas a adormir, tienes que comer, Estoy preparando la cena.                              —No tienes que hacerlo, Yo puedo déjame… —Carlos la paro en el acto con un cuchillo clavado a una lado de la cabeza de la chica.                                                                               —Te dije que te quedaras sentada, así que obedece. —La chica se quedó en el mueble, Carlos la calmo con una sonrisa.                                                                                                   —Bueno me quedo aquí —Abrió los brazos en forma de estrella— Pero me voy cuanto antes. —Volvió a tirar un cuchillo a la pata de la mesilla que estaba en la sala — O no...                                                                                                                                                    —Puedes quedarte a vivir aquí, todo lo que sea necesario además tengo que ir a un pueblo alejado de la ciudad, me vendría bien que me cuides la casa, eso sí soy muy ordenado no quiero desorden.                                                                                                              —Bueno te pagare los días que me quede… —Lanzo otro cuchillo que conecto en un florero que estaba en la mesa— ¿Demonios cuantos cuchillos tienes?                                   —Muchos —Con la mirada, señalo la mano derecha, con cinco cuchillos empuñados cada uno en un nudillo—  No te estoy pidiendo que me pagues tampoco. Ella se hecho una carcajada. Y espero atenta como una niña, oliendo el sabor del sazón de Carlos. —Vamos a comer rico— Dijo Carlos confiado en su don para la cocina.  La chica se sintió incomoda con la ropa ajustada que llevaba, así que se quitó los tacones, —Los tiro a un lado de ella— Su suéter que le tapaba la mayoría del cuerpo dejando ver una figura esbelta —Debajo tenía una blusa de top— Y quitándose los pantalones. —Carlos veía de reojo entretenido en la piel de la chica—  mostrando un pequeño short, al final la chica se quedó en muy poca ropa, Elly ya se sentía más, más cómoda hasta dejo escapar un jadeo de cansancio —Estiro los brazos, Carlos estaba más que atento, muy atento a la situación pero sin dejar de cocinar ni quemar la comida. —Pon televisión—Grito Carlos con  vos ronca y ella como una niña obedeció al pie de la letra.   Carlos con una sonrisa Cerro la noche con un —Vamos a comer— Mientras que la chica se consolaba a la luz de la luna, con el abogado, que le había tendido la mano, ella contándole lo que sucedió y comiendo como un hombre, por lo hambrienta que estaba. Así siguió la noche entre Lamentos Comida y Sentimientos encontrados. La mañana siguiente llegaba a son de corneta. Carlos despertaba sobre diez minutos de lo establecido, y como un relámpago se vistió cepilló y demás cosas. Fue al camarote de Elly para despedirse. —Elly me voy, nos vemos la próxima semana, en la mesa te dejare una tarjeta con algo de dinero, para que mantengas la casa, siéntete cómoda, nos vemos el próximo miércoles, Te voy a estar llamando. La chica ni siquiera contesto más bien hizo un quejido —ruido parecido al rugido de un oso— Y Carlos con un portazo salió disparado a la estación del tren para irse de viaje con su jefa, a resolver el caso de Hongcun y también —Muy esperado por el—Hacer algo e turismo de la mano, de esa bella mujer. Corrió y corrió todo lo que pudo, dejo el carro en el estacionamiento, y como pudo llego a la estación, pasando chocando con docenas de personas en la acera. La estación estaba llena, pero la silueta inconfundible de la chica más bella de toda la ciudad —Su patrona— dejaba verse. Y corío a ella, —Perdón llegue algo tarde— La Patrona se giró de tobillos y vio a Carlos. Sin dudas le planto en cara un abrazo algo pícaro. —También ella manoseo un poco el cuerpo del  joven, pasando sus manos lentamente por algunas zonas que a ella le gustaban —  Una vos invadió las paredes de la estación —Tren para Hongcun está arribando pasajeros Ultima llamada— La chica agarro a Carlos y su maletas, y corrió al vagón. No dudaron mucho en entrar al tren y con sus billetes en la mano, subieron sus maletas al cargamento y el tren tomo rumbo a las montañas. La chica miraba a la vegetación, ya había pasado un rato desde que habían salido de la zona urbana, y los bellos paisajes de la naturaleza adornaban un viaje portentoso. Cuatro horas restaban para que llegaran a su destino. Cuatro horas que Carlos pasaría acariciando la belleza de su patrona y aprovechando que estarían solos no perdió ni tiempo.  La chica estaba vestida con una chaqueta de color marrón. Una camiseta de lo mas normal color amarilla. Un jean algo ajustado y una gorra suiza combinada con las gafas grandes de forma cuadrada. La cara no tenía ni una pisca de maquillaje. Era diferente a los días comunes, algo lucia más extraño en ella, algo que Carlos no podía encontrar pero que sin duda le quitaba el habla.     Una espalda mullida clara suave y abierta a su placer. Su patrona tenía todo lo que Carlos deseaba. Tentación orgullo complicidad, seducción, amor, pasión y un sinfín de sentimientos floreciendo en su pecho. En un dos por tres, del tren llego una chica con un carito vendiendo chucherías. Un brillo desconocido salió de la cara de Any  y como chica de quince años, salto a un lado de la amable mujer y esta le recibió con una sonrisa, Carlos estaba siempre atento a lo que hacia la mujer aprovechando para ver un poco su seductor cuerpo. De la nada Unos asaltantes aparecieron en el vagón. —Armados con pistolas— Ellos amenazaban a los pasajeros. El grito de una de las chicas estremeció el pequeño vagón. Estaban vestidos de n***o y con pantalones apretados. Uno de ellos agarro a una chica amenazando a los demás. La chica gritaba de pánico. El ladrón abusaba de la situación. Arranco la camiseta de la indefensa chica, y empezó a frotarle los pechos. Las personas aterradas entregaban todas las pertenecías, carteras billeteras y objetos de valor. —Any escondió el pequeño dije de oro que tenía en el cuello— Carlos la miro a ella, y se levantó lentamente de la silla, —No hagas ninguna locura Carlos. —Lo único que no puedo soportar en esta vida es. —Se acercó con lentitud a ella acariciándole la barbilla con sus agiles dedos y le planto un besillo hundiendo los labios— Un bastardo que no sabe nada más que hacer daño a las otras personas. Carlos salió al pasillo en medio de todos los asientos, uno de los  maleantes le apunto con el arma amenazándolo pero este solo siguió caminando con parsimonia. —Atrápalo —Dijo uno de ellos, señalando a Carlos con la barbilla. Con rapidez el ladrón que estaba recogiendo las carteras, apunto a Carlos —Detente— Ordenaba con rigidez al abogado.  El sin miedo siguió, —Eres sordo que te detengas Bastardo— Carlos hizo caso omiso de la amenaza —Any miraba aterrorizada—  Dos disparos se dejaron escuchar en lo profundo de la habitación. Y la silueta de Carlos pegándole un golpe directo al maleante se dejó ver. Anonadó estaba el criminal, mientras tiraba el arma al suelo. —Con rapidez Carlos pateo la pistola a un lado— con una serie consecutiva de golpes el ladrón cayó al piso desmayado. El otro amenazo con dispárale a la chica si el avanzaba un paso más. Él se sentó con lentitud mientras que hurgaba en sus bolsillos.  Carlos sentado en el piso del vagón, sentía el miedo de la chica horrorizada pero con una actitud algo no muy prometedora. Sentía hasta el último sollozo de pena y miedo. El cogió de su cartera una pequeña navaja implantada en su llavero. Con un impulso veloz, Carlos se paró y lanzo la navaja acertando con gran habilidad a la mano del maleante dejándole la mano clavada a la pared del vagón. Y soltando la chica. La joven corrió a los brazos del abogado —Any sintió algo revolviéndose en su estómago— Mientras el abogado consolaba a la chica, el resto de pasajeros hombres, se levantaron y amarraron a ambos ladrones. Llegaron dos horas más tarde de lo planeado a Hongcun, la policía retuvo a Carlos un lapso de tiempo corto por el hecho  heroico de haber protegido a  los tripulantes del vagón. Pero sin contratiempo a las seis de la tarde estaban recorriendo los pequeños  y calorosos callejones de la pequeña pero bella ciudad. Un atardecer rojizo los recibió viendo las portentosas e indómitas montañas amarillas de que se convertían en cordilleras. —Hermoso paisaje—Dijo la chica mirando el horizonte pintado de rojo. Carlos en su mente estaba dispuesto a hacerla sonreír así fuera con uno de sus halagos —Así fueran clichés— Sin miedo miro sus profundos ojos que brillaban cual estrella. —Más hermosa eres tu— a tono alto soltó las palabras  La chica se pintó del mismo rojo del cielo. Mientras negaba con una sonrisa. Ella siguió caminando con el hombre siguiéndole Diez minutos más tarde llegaron al hotel. Este era una casa amplia con dos pisos, las rocas de la fachada eran perfectamente acomodadas una encima de otra, y en la entrada una puerta de madera algo vieja. Entraron los dos de una vez a la casa y una señora estaba en la recepción, Ella miro con escrutando a la pareja. —Hola Señora, tengo dos reservas Soy Any. —La señora reviso el cuaderno en su mesilla.                                                                                                                                                                 —Solo hay una habitación disponible. —Dijo la señora muy amable.                                — ¿! Qué !? ¿Cómo dice? Revise otra vez por favor, debe haber dos reservas. — La señora reviso de nuevo el pequeño cuadernillo. Pero al final volvió a negar con la cabeza.                                                                                                                                                                      —No… No… No… debe ser un error, no hay otra habitación disponible. —Ella negó con la cabeza— ¡Ay! no puede ser. Zapateo un par de veces sobre el piso de madera.                                                                                                                                                              —No lo niegues, quieres dormir conmigo. —Dijo Carlos en un tono burlón, y alzo las cejas un par de veces. Ella se giró de talones, y frunciendo el ceño, le dio un golpecillo en el codo.                                                                                                                                          —Bueno pero no son novios. La Señora sonrió a la pareja, La patrona se volvió tan roja como una manzana, mientras Carlos se cruzó de brazos y pego una fuerte carcajada a los cuatro vientos.                                                                                                                   —Bueno tomo la habitación… —Se giró de talones— Pero no te creas que vamos a dormir juntos.        Carlos con una sonrisa pícara, guiño el ojo a la señora, —la señora le hizo también hizo lo mismo— Se pusieron en marcha a buscar la habitación, la señora ya le había entregado las llaves a Any ellos estaban a punto de subir las escaleras cuando ella los detuvo. —Niños escuchen algo. —Su tono serio hizo que los dos se pararan de golpe— Si van a hacer “cositas” intenten ser silenciosos. Any salió corriendo por las escaleras mientras se prendía en cólera, Carlos subía dos pasos más atrás con una risa maquiavélica empujando las dos grandes  maletas. Llegaron a la  puerta y Any cansada por el largo día abrió la puerta, la cama estaba algo polvosa y las paredes con algo de mugre, había un pequeño baño con un inodoro y una bañera —Menos mal— Exclamo Any asustada. Pensando en que tan siquiera estaba segura en la parte de higiene. Carlos se quedó en la puerta —no entraba— Any lo miro y con una señal le indico que pasara. Y señalo el mueble cerca de la ventana, él fue sagas a él y se sentó. Ella lo miraba con atención, antes era un león todo seductor pero ahora no llegaba ni a gatito, ¿Qué pasaba en el por ese cambio de actitud? Ella sospechaba. —No te vas a cambiar— Le pregunto con una ceja alzada y las manos en la cintura. Él la miro con inconfundible incomodo pero sabía que lo tenía que hacer ya fuera bueno o malo. —Espera un poco es que tengo que arreglar varias cosas de mis maletas. Carlos abrió la maleta pensando en ganar algo de tiempo. La patrona creyendo en sus palabras se volteo para acomodar un poco la cama, al hacerlo una panti de color rosa salió despegada por los aires. Carlos en el acto cerró la maleta, mientras la patrona se volteo en una acción brusca, y vio la ropa interior tirada en el piso. Recogió la pieza del piso. —¿Qué es esto?— Pregunto ella, con el careto fruncido. Carlos no sabía que decir, y la maleta estaba llena de ropa de mujer, > Carlos pensaba en cómo podía haber hecho semejante estupidez. Pero rápido en el acto le contesto a su patrona con felicidad: —Es que cometí un error, Confundí las maletas, y traje las de mí recién llegada hermana Elly.  Al ver como pronunciaba el nombre de otra mujer con una sonrisa en el rostro a la patrona se le pusieron los pelos de punta, con un extraño calentón en el estómago. Será capaz que sentía celos. Se repetía ella en la cabeza mientras escrutaba los ojos profundos de Carlos. Ella con algo de desconfianza asentó la cabeza en la almohada, y puso dos más alrededor de su cuerpo, creando  una especie de muro. Señalo con la mano, a Carlos, ella le indico que se acostara —Cuidado con tu comportamiento— Dijo en un tono estricto. —Claro— contesto Carlos con una sonrisa en la cara Como un cohete el abogado se quitó la camisa y dejo ver su deslumbrante pecho. —la chica lo miraba en complicidad— el se acostó a un lado y se echó una cobija encima, le dio un beso en la frente a Any y se despido con un: —Hasta mañana Jefa— dio la vuelta a su cuerpo en el acto y dejo ver su espalda marcada, después Any solo recostó su cabeza a la espalda abrazando a la almohada con mucho tenor.                        
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