Capítulo 3: Términos
—Isabel—
Nos miramos fijamente. Por un instante, una extraña e intensa sensación recorre mi cuerpo al encontrarme con sus fríos ojos verdes, que brillan con una mezcla de ira y frustración. Yo permanezco de pie, con los brazos cruzados en una protesta silenciosa, mientras él toma asiento, agarrando el contrato como si fuera un arma.
—Ya que no me dejas otra opción —dice Alex con voz tajante—, analizaremos los términos juntos. Así dejaremos muchas cosas claras de una vez por todas.
—Bien —digo sin más. No voy a darle la satisfacción de verme doblegada.
—Siéntate —me ordena, señalando la silla junto al escritorio.
—No. Ve al punto —replico enojada, manteniendo mi posición desafiante.
—Empecemos, entonces —dice, revisando la carpeta en sus manos con impaciencia.
—Primero: Deberás estar bajo vigilancia absoluta. Eso quiere decir que yo te proporcionaré seguridad personal en todo momento.
El tono de su voz era orgulloso, como si me estuviera haciendo un favor.
—No es necesario. Sé cuidarme sola.
—No es una opción. Si algo te llegara a pasar, sería mi responsabilidad legal.
Entendiendo que en este punto no tengo derecho a réplica, guardo silencio.
—Entonces, haz lo que quieras. —Mi frustración se hacía evidente. Él me ignora, pasando al siguiente término.
—Segundo: Tendrás que realizar actividades que te permitan mantenerte animada y activa. Eso es algo que no me molesta, puesto que quedarme encerrada en esta casa no es una opción.
—Estoy de acuerdo, no quiero estar encerrada. De hecho, me gustaría trabajar y ganar dinero por mi cuenta.
Alex me mira, dudoso, sopesando el riesgo legal que esto implica.
—Lo pensaré. Eres mi responsabilidad, no puedo arriesgarme.
—Entiendo tu preocupación, pero esto no es una opción para mí. Necesito recuperar mi independencia, y tú no me lo impedirás —le digo, con la voz cargada de convicción. Si cree que me dirá qué hacer, está equivocado. No dependo de nadie, y eso tiene que quedarle claro.
—Tercero: Yo te proporcionaré transporte y alimentos. Y eso tampoco es negociable. —Su voz se vuelve cortante, buscando mi respuesta.
—No tienes por qué colocarme seguridad. No me gusta ser observada ni vigilada a los lugares donde voy.
Me levanto de golpe, molesta, para que entienda mi punto. Alex no se contiene y se levanta también, tan molesto como yo, mirándome fijamente.
—No me gusta ser desobedecido. Mientras seas mi responsabilidad, no puedes llevarme la contraria. Tratemos de llevar las cosas lo mejor posible, Isabel. Mi paciencia es muy corta, y ya es suficiente con tenerte aquí.
Yo sigo discutiendo sin importar lo que él piense.
—No me gusta que me digan qué debo o no hacer. Soy una mujer libre, no soy tu esposa ni mucho menos, y no quiero que me mandes. Espero que eso te quede claro. En cuanto a la seguridad, haz lo que quieras. —Expreso todo esto agotada de pelear. Acababa de salir de la clínica y ya estaba en una situación estresante.
—Cuarto: Debes ir a terapia y hacer lo necesario para recuperar la memoria. No puedes faltar a las citas médicas, ni refutar lo que el psicólogo indique. Deberás seguir todo sin falta.
Me mira con esa mirada retadora, tratando de imponer su autoridad. Decido acercarme y poner mis manos sobre su escritorio, inclinándome hacia él.
—Lo haré. Quiero que te quede claro que soy la más interesada en recuperar mi memoria e irme lejos de tu vida. Solo tu presencia ya es bastante molesta para mí.
Él se acerca con esa mirada profunda e imponente, imitándome. Coloca sus manos sobre el escritorio, invadiendo mi espacio con su cercanía y su físico imponente.
—Quiero que lo entiendas bien, Isabel. Al cumplirse el plazo establecido por el juez, deberás irte. Si es necesario, yo te proporcionaré vivienda y estabilidad, pero no puedo tenerte más tiempo aquí. Además, mientras vivas conmigo, yo soy quien manda. No me gusta ser desobedecido. Harás lo que te diga si quieres vivir en paz en esta casa.
—Al cumplirse el año, yo me iré lejos, y no tendrás que hacerte responsable de nada que se refiera a mí. Pero ni tú ni tus exigencias podrán dominarme. No eres mi dueño. Si piensas que un juez te dio ese derecho, te equivocas. No puedes obligarme a hacer nada que yo no quiera. Y si más lo entiendo, perdí la memoria, pero no soy tonta. Si me pasa algo, por mínimo que sea, y tú eres el responsable, puedo llevarte directamente a la cárcel. Así que, por tu bien, trátame bien. O te haré pagar. ¿Entendiste?
Digo esto, firmando el documento sobre su escritorio sin dejar de mirarlo a los ojos.
—Ok, dejando las cosas claras, sal de mi despacho —expresa, visiblemente molesto.
—Bien —respondo con una sonrisa de satisfacción por haberlo puesto en su lugar.
Al salir, él cierra la puerta con un golpe sordo. Camino por el corredor hasta la sala, donde me encuentro con una señora mayor.
—Buenas, joven. Tú debes ser Isabel. Bienvenida. Soy Marta, la nana de Alex —dice, dándome un fuerte y maternal abrazo.
—Gracias, señora Marta —le digo, expresando una gran sonrisa ante su amabilidad.
—Por favor, llámame Nana. Vamos, te mostraré tu habitación.
—Gracias, Nana —le digo, siguiéndola por la sala y subiendo las escaleras.
Ella me deja en la habitación. De inmediato, cierro la puerta. Me acuesto en la cama, sintiendo un dolor punzante en la cabeza, y cierro los ojos para descansar.
—Alex—
Al verla subir a su habitación, me sentí más tranquilo. Necesitaba mi espacio para mis trabajos. Tendré que acostumbrarme a la presencia de otra persona en la casa, algo que detesto. Sé que cuando Ángela y yo nos casemos viviremos juntos, pero no estoy acostumbrado a convivir con nadie. Me gusta estar solo con mis pensamientos, no me gusta ser molestado.
Ángela tendrá que entender eso, aunque aún no he podido hablar con ella sobre esta situación. Mis padres prefieren que se mantenga en secreto hasta que podamos encontrar una solución. Para mí, es lo mejor. Me da más tiempo de concretar mis negocios en el extranjero y poder resolver mis problemas financieros sin depender de la inversión del padre de Ángela.
Es mejor que me prepare para la reunión. El padre de Ángela está incrementando la presión para la boda y está utilizando su influencia para obstaculizar mis negocios en la empresa. Tendré que reunirme pronto con él. Tiene que entender que no puede forzar un matrimonio arruinando mi empresa. No se lo voy a permitir.