Capitulo 3

1642 Palabras
—    ¡Ni se te ocurra ir más tarde! — le amenazo, con la voz más seria que puedo reunir —    ¿Por qué no iría?, además va a ir mi tío Charles. Tengo tiempo sin verlo, no quiero desperdiciar esta oportunidad — me dice con saña el muy imbécil —    ¿No será que no quieres desperdiciar la oportunidad de molestarme? — le pregunto molesta sin poder evitarlo —    Oye, por quien me tomas. Ese jamás seria mi objetivo, sabes que sería incapaz de hacer una cosa de esas —    No te creo Tris-tonto — hago mi mejor intento de un insulto, pero no recibe el efecto que quería —    Ay que linda, todavía te acuerdas de nuestros viejos tiempos pequeña —    ¡No seas imbécil!, además en tu puta vida de mierda no me vuelvas a llamar así — cada minuto que transcurre es como una raya mas —    ¿Qué tiene de malo? ¿Ocurre algo con la pequeña Chloe? —    ¡Eres insoportable!, no puedo contigo —    Cariño, pero así me quieres… No lo aguanto más, cuelgo sin siquiera despedirme. Es más que se está creyendo este imbécil, siempre se aprovecha de mí. Pero esta vez no se la dejare tan fácil. No permitiré que me saque de mis casillas esta vez, si permito eso la que perderé seré yo, y eso no lo voy a permitir. —    ¿En qué tonterías estabas pensando Chloe?, pareces una niña. Hasta creo que ni una niña pequeña haría eso, donde quedaron tus veintiséis años recién cumplidos, ¿eh? — me regaño a mí misma por la estupidez que acabo de hacer Trato de enfocarme en mi trabajo, pero el solo recordar el cómo no ocultaba la gracia que le daba todo lo que le decía me pone de mal humor. No me extraña, ¿Quién su sano juicio hace eso?, lo de imbécil no se le quita por nada del mundo. Es como su esencia. Paso mi mano por mi cara, tratando de enfocarme en lo que hago pero me resulta imposible. El solo recordar todas las cenas anteriores fallidas, en donde no escatimo en burlarse de mí. En echarme en cara, que donde estaba mi pareja, que seguro no tengo a nadie por lo insufrible que soy como persona. No me molesta lo que me decía, porque yo nunca fui el tipo de persona que le importara lo que dijeran los demás sobre mí. Eso me tiene sin cuidado, y mucho menos si viene de él. Lo peor es que mi hermano, el que debería estar de mi parte se pone siempre de su lado. Parece hasta que tienen la misma edad el par de idiotas. Pero la ultima cena fue mala, pero en cantidades industriales. No solo su llegada, si no que cuando lo hizo no estaba solo. Esta con una rubia que se notaba a kilómetros de distancia que era oxigenada, de lo peor. Que se veía a de lejos, que solo estaba con él por una sola cosa. Aunque no sé porque eso me incomodo tanto. Pero igual lo hizo. —    ¿Qué hago pensando en tonterías? — me pregunto —. Es solo un imbécil que no merece ni siquiera un mal pensamiento —    ¿Debo tomar eso con que has tenido algún mal pensamiento conmigo? — levanto mi cabeza consternada por esa voz familiar —. Nunca pensé que la pequeña Chloe tendría tales pensamientos hacia mi —    ¡¿Qué carajo haces aquí?! — le grito ignorando completamente sus palabras —    Vine a buscarte, ¿Acaso no es obvio?, no quería que te escaparas esta vez — comenta acercándose a mi escritorio —    ¿Escaparme de ti?, no seas imbécil —    Siempre hay una primera vez para todo, es más la que sea que se te ocurra soy todo odios preciosa —    Si, ahora estoy segura —    ¿De qué mi amor? ¿De que por fin vas a aceptar tu amor por mí? —    De que estas delirando, debería decirle a la tía Karla que definitivamente hay algo mal en tu cabeza — le comento con saña —    Bueno eso es cierto… — me sorprenden sus palabras, tanto así que me hace preocuparme demasiado de que sea verdad. Tal vez puede ser algo grave —. Pero no específicamente esa cabeza que estás pensando, si no la que se encuentra debajo del cinturón, ¿Acaso eres adivina? —    ¡Eres un pervertido!, justo cuando pensaba que no podía ser más horrible convivir contigo — niego con la cabeza consternada aun por sus palabras —    Cariño, contigo puedo hacer más que solo decirlo —    No estaría contigo ni aunque me pagaran treinta millones de dólares en efectivo —    ¿Me estas retando acaso? —    No tienes remedio — me levanto de mi asiento, dispuesta a salir lo más rápido que puedo no queriendo respirar el mismo aire que este cretino —    ¿A dónde vas con tanta prisa mi vida? —    A casa tonto, ¿A dónde más iría?, además no quiero ir en el mismo auto que tú y menos si estas con esa rubia oxigenada con nada de cerebro de la otra vez —    No estés celosa mi vida, esta vez no ira. Supe lo triste que te puso que fuera acompañado, así que decidí terminar con ella esa misma noche —    ¿Yo? ¿Celosa?, no digas estupideces Tristán, ¡Eso no ocurrirá jamás! —    Nunca digas nunca preciosa, ¿O acaso no has escuchado que la lengua es el castigo del cuerpo? —    Pues no dudo, que la tuya si lo seria. Porque estoy segura, que no sabrías que hacer con ella en el cuerpo de nadie — sonrío triunfal, saboreando la victoria —    Cuando quieras puedes comprobar esa teoría pequeña —    ¡Tu! — exclamo molesta, al mismo tiempo consternada por la supuesta victoria la cual se me escapo de las manos antes de siquiera poder disfrutarla Me giro en mi posición dispuesta abandonar el lugar. Algunas personas dirán que estoy huyendo, yo prefiero llamarlo salida estratégica. Escucho sus pasos persiguiéndome, pero no le prestó atención a nada de lo que pudiera estar haciendo. Para mi desgracia tenemos que tomar el ascensor, juntos para ir al subterráneo. Justo ahora maldigo nuestra asociación, porque él puede a ir a cualquier lugar del edificio sin ningún problema, y peor aún; tiene su propio espacio en el estacionamiento. —    No te sirve de nada huir, después de todo tenemos que ir al mismo lugar — suelta una carcajada, el sonido de su voz me hace ponerme roja de furia —    No estoy huyendo imbécil, solo que se está haciendo tarde solo eso… —    Si, lo que tú digas. Intenta convencerte a ti misma ahora — no le prestó atención, decido hacerle la ley del hielo Llegamos al subterráneo, pero para mí desgracia. El camino se hizo muy lento, me subo a mi auto sin ver atrás. Antes siquiera de que pueda subir al suyo, doy marcha para salir rápidamente de aquí. Aunque sinceramente no sé porque lo hago, si nos tendremos que ver por dos horas completas en un par de minutos. Respiro mucho más tranquila al estar dentro de la seguridad de mi automóvil, aunque no puedo evitar ver de vez en cuando ver el retrovisor para ver a que distancia viene. Para mi sorpresa no se encuentra muy lejos de mí, eso me disgusta un poco. Arranque rápido, para llevarle la delantera pero aun así, cada vez se me acerca más. Tanto así, que casi se vuelve una carrera en quien llega más rápido a la casa de mis padres. No queriendo que me gane, acelero. No sé si fue la emoción del momento, pero aprovecho para sacarle el dedo por la ventana de mi auto. Eso me genera una gran satisfacción, observo encantada como queda detrás de mí. En cada curva lo voy perdiendo más. —    ¡En tu cara imbécil! — exclamo con una carcajada —. Se siente tan bien ganarle… Comienzo a desacelerar en cuanto vislumbro en la distancia la casa, repaso con mi mirada el lugar. Veo dos automóviles en la entrada, lo cual me hace sonreír. Aunque en ocasiones no quiera venir por el estúpido de Tristán, eso no quiere decir que no me guste venir a visitarlos. Solo que a veces estoy ocupada con trabajo y llego agotada, no es excusa pero en ocasiones no es solo una treta para desligarme. Solo pasa. Me estaciono para luego encaminarme hacia la casa, toco el timbre al tocar. Tengo llave, pero me gusta hacerlo. Me hace recordar a cuando era pequeña, y llegaba de la escuela. En virtud de eso, a pesar de haber crecido siempre hago lo mismo. —    ¿Por qué tardan tanto? — me pongo inquieta en mi lugar, al escuchar otro auto estacionarse. Obviamente se de quien es Justo cuando se baja; lo sé porque escucho sus pasos cada vez más cerca. Abren la puerta, sonrío al ver quien se encuentra ahí, se trata de mi padre con sus brazos abiertos listos para recibirme. Yo sin aguantarme, me inclino contra él. —    Cariño, ¿Porque aceleraste?, quedamos en llegar al mismo tiempo — dice el engendro del mal Eso me hace tensarme en mi posición, mi papa al escuchar sus palabras me aparta para luego saludarle. Pero cuando posiciono mi mirada en mi héroe, la sonrisa que tiene en su rostro no sé por qué razón pero me pone algo incomoda. Ignoro su mirada como una campeona, antes de que pueda llegar a decir algo entro a la casa. Cuando escucho sus carcajadas por no sé qué razón, me apresuro en llegar a la sala. En cuanto lo hago, el ambiente que me encuentro no hace más que ponerme más feliz de lo que estaba cuando vi a mi padre.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR